viernes. 26.04.2024

El sapo, la causa y la náusea

Pero navegamos ya el Siglo XXI y la cosa cambia, a pesar de que los Presupuestos del Estado hayan hecho no menos de 18 penetraciones anuales en la Cantabria yerma.

Durante lustros cualquier inquilino de Moncloa, cualquier ministro que pensara que lustro proviene de lustre, entregaba de manera cíclica una especie de encíclica muy pírrica en forma de papelucho por el que Cantabria almorzaría caviar y champán, en una especie de desayuno con diamantes, de orgía ferroviaria (ni la olla compraron), de carreteras del edén; asfalto de terciopelo que jamás llegó. Como contrapartida perversa vomitaron de Pozazal hacia abajo declaraciones de variopinto pelaje, pero reales como un sablazo en el cuello de todos y cada uno de los cántabros. Nadie leyó el reverso del folio (y eso siempre es imputable al Gobierno regional de turno), donde se especificaba que por mor de cualquier imprevisto los diamantes serían sustituidos  por un ‘snatch’ arrebatador y, si la cosa se ponía de punta, por unos cuantos cerdos. A saber: la segunda parte de la cinta de Guy Ritchie, en la que, por cierto, Cantabria sigue buscando su caravana. 

Pero navegamos ya el Siglo XXI y la cosa cambia, a pesar de que los Presupuestos del Estado hayan hecho no menos de 18 penetraciones anuales en la Cantabria yerma.

Pero navegamos ya el Siglo XXI y la cosa cambia, a pesar de que los Presupuestos del Estado hayan hecho no menos de 18 penetraciones anuales en la Cantabria yerma. Todas ellas para dejar migajas en la alcoba, en lugar de pétalos de rosas, y un clavel mustio sobre la almohada. Cambia porque, como en la canción de Fergie, la vida sigue. Y el espectáculo, aunque sea para regurgitar y cenar lo almorzado, debe continuar. Siempre, aquí y allá, habrá un Freddie que nos diga que somos o seremos los campeones de no sé qué. Cambia porque ahora quizá, en lugar del inédito caviar, Cantabria, o algunos de sus diputados, tengan que comerse un sapo: votar a la par, o muy cerca, de populistas e independentistas para que un presidente insomne, perenne hasta caer del colchón, pueda dormir.

Conclusión. ¿Y qué si hay que zamparse un batracio con antifaz? ¿Y qué? Si lo traen en AVE vía Galapagar, lo sirven a las finas nueces con guarnición de butifarra y lo emplatan en txapela. Decoren con sobaos y anchoas. Y traguen aunque una extremidad se les quede atascada en la comisura de los labios. Todo por la náusea (perdón, por la causa).

El sapo, la causa y la náusea
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