jueves. 28.03.2024

Dime Luna

Despégame Luna. Méceme en tu cama de cristal aunque sea por una noche. Aunque sea en mis sueños. Al fin y al cabo siempre he sido un lunático. Acógeme.

Miro con nostalgia a la Luna. Quisiera que me declarara su amor, aunque sólo fuera para poder aullarle. Que me envíe la escalera de Led Zeppelin y subir hasta allí como un Robert Plant de la Galaxia eterna. Le he prometido ‘riffs’ inigualables de Jimmy Page, pero ella, soberbia y casi altanera, me regala su indiferencia: purga y vive en el mundo que habéis creado. Eso creo que trata de decirme, mientras intuyo sus ojos negros y un beso de carmín que nunca me dará.

Ya no quedan islas mínimas. La última la acaban de comprar unos europeos del norte en Baleares. Una talegada indecente ha tenido la culpa. Creerán haber conseguido la felicidad, su independencia, la exclusividad. Hay que desconfiar mucho del resto de los mortales para regalarse a sí mismos una ínsula, como si fueran Quijotes del XXI imposibles de replicar en el top manta. Parecen desconocer que cualquier asteroide con muy mala leche podría echar abajo un sinfín de planes de aislamiento. Cualquier modo de huir. Una estación espacial china, por cierto, está a punto de estrellarse contra la Tierra. Quién os dice que…

¿Quién para el mundo para que bajemos unos cuantos antes de que nos roben el mes de abril?

El sintonizador de la radio me fatiga. Las imágenes de la tele me deprimen. Los titulares de los periódicos me provocan estrabismo. Dime Luna por qué una cuarta parte del mundo canta cuando el resto llora. Agradecería que tu franqueza de otras veces no incluyera ese comentario tan propio de ti, y que no por manido deja de perturbarme pese a la carga metafórica: si en un camino te asaltan un humano y una serpiente, huye del primero. Al ofidio basta con que le abras paso.

¿Quién para el mundo para que bajemos unos cuantos antes de que nos roben el mes de abril? Y, ya puestos, la cartera. He llegado a la conclusión de que la gravedad es una maldición que mantiene a la Humanidad pegada a la Tierra para que nos hagamos la puñeta los unos a los otros. Y cosas peores. De lo contrario, es muy difícil diagnosticar no pocos comportamientos. Ahora sabemos que la miseria sólo es el penúltimo escalón.

Despégame Luna. Méceme en tu cama de cristal aunque sea por una noche. Aunque sea en mis sueños. Al fin y al cabo siempre he sido un lunático. Acógeme.

Dime Luna
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