sábado. 27.04.2024

Cuando el monte se quema, algo suyo se quema

Los montes se queman no diré con la anuencia de quienes tienen que mirar por ellos, pero sí con su incompetencia, indolencia e indecencia. Los montes no se limpian como debiera ser, porque hay que dejar que crezcan en libertad.

Es un eslogan de los 80 (siglo pasado), cuando éramos más libres y tolerantes. Ahora parece que lo somos, porque desde determinadas gargantas de los partidos –y, sobre todo, del Gobierno– se empeñan, con mucha palabrería y prolíficas campañas, en que veamos lo bien que nos va gracias a los próceres de esta centuria, gladiadores contra la opresión de cualquiera cuya opinión coincida con la suya. Eructan un decreto o evacúan una ley, y todo listo, democrático, constitucional y por mayoría. Recuerdo a aquella mayoría que pisoteaba a unos pocos, y no por ser legión eran más demócratas.

Cuán verde era mi valle, cuán libre es mi monte y cuántas casas, cuadras, fincas y propiedades varias y variadas han sido presa de las llamas este verano

Los montes se queman no diré con la anuencia de quienes tienen que mirar por ellos (todos políticos que no distinguen una rama de una rana), pero sí con su incompetencia, indolencia e indecencia. Los montes no se limpian como debiera ser, porque hay que dejar que crezcan en libertad. Maleza y mugre muy libres contra los seres humanos, cada vez menos libres y con el culo más quemado. Se deja, por tanto, que el monte se explaye, mientras los medios son cada vez más reducidos –al menos en personal–  y la coordinación que depende de las administraciones comienza a parecerse al urogallo: rara avis. Cuán verde era mi valle, cuán libre es mi monte y cuántas casas, cuadras, fincas y propiedades varias y variadas han sido presa de las llamas este verano. Son incontables, como el número de bogavantes que se embuten al pie de un buen chalé de verano quienes debieran tragar menos y gestionar más.

Usted me dirá que, aún así, no he entrado en el terreno de los verdaderos artífices de los fuegos –en gran parte de los casos– que asolan los montes de este país en determinadas épocas del año. Iba a referirme a ellos como idiotas sin escrúpulos con un mechero en la mano, pero sería demasiado benévolo. La piromanía necesita medios en contra para frenar una lacra que crece. Necesita leyes, investigaciones y fiscales para arreglar en alguna medida todo lo que se ha hecho mal.

Cuando el monte se quema, algo suyo se quema
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