jueves. 25.04.2024

Ilusión y cautela tras ocho décadas de espera

Por primera vez en más de ochenta años un partido a la izquierda del PSOE va a formar parte del gobierno de este país y va a tener la oportunidad de influir de manera decisiva en la gobernabilidad del mismo.

Escribo estas líneas pocas horas después de que se haya hecho público el preacuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos para la conformación de un gobierno de coalición entre ambas formaciones políticas. El preacuerdo llega poco más de veinticuatro horas después de que los resultados de las elecciones del pasado domingo diesen al traste con los, excesivamente optimistas, pronósticos del actual gobierno, que no eran otros que incrementar su número de diputados a cuenta de la desintegración del que debería ser su socio preferente Unidas Podemos.

El anuncio del preacuerdo para conformar un gobierno de coalición ha dado paso a la alegría contenida de muchos ciudadanos

El resultado, como todos ustedes saben, ha sido bien distinto, al leve retroceso del PSOE, se ha sumado la resistencia de Unidas Podemos con una leve caída, confirmando un sólido suelo electoral de más de tres millones de votantes. Unos votantes que con la renovación de su apoyo a la coalición de izquierdas han aprobado y dado por buena la estrategia de negociación de Unidas Podemos en la fracasada investidura. Y también por otro lado, se ha sumado a ese retroceso socialista un espectacular, e inquietante, aumento de los fascistas de VOX impulsados por: los terribles errores de cálculo de los “estrategas” del PSOE, la falta de contundencia de las demás fuerzas políticas durante la campaña para contrarrestar su mensaje de odio que ha ocupado la centralidad del debate, el recrudecimiento del conflicto en Cataluña y el batacazo electoral de Ciudadanos tras su alocada carrera hacia la extrema derecha. Un batacazo que tiene una importancia crucial en este desenlace, ya que el PSOE se queda sin su muleta alternativa al acuerdo con Unidas Podemos para un gobierno de coalición, o bien para la búsqueda de acuerdos puntuales como pueden ser la aprobación de unos presupuestos generales.

Como digo, escribo estas líneas en un día en el que tras unas horas de tremenda pesadumbre por el escenario que se abría por delante a tenor de lo ya mencionado, el anuncio del preacuerdo para conformar un gobierno de coalición ha dado paso a la alegría contenida de muchos ciudadanos que habían clamado en los últimos meses por un acuerdo entre estas dos formaciones políticas que, finalmente, no llegó. Ciudadanos, que sumidos en la desesperación tras ver un enconamiento de posturas que pocos entendían y ante el sombrío panorama de un congreso con cincuenta y dos fascistas sentados en sus escaños, habían perdido toda esperanza. Por lo tanto, es lógico que, conocida la noticia, la ilusión haya prendido entre amplios sectores de la izquierda con una fuerza que hacía tiempo no recordábamos.

Es un preacuerdo que se alcanza en unas condiciones mucho más favorables para una de las dos partes, la más conservadora del PSOE

A esto se suma el carácter histórico del hecho ya que, por primera vez en más de ochenta años, un partido a la izquierda del PSOE va a formar parte del gobierno de este país y va a tener la oportunidad de influir de manera decisiva en la gobernabilidad del mismo, situando en un lugar preferente de la agenda política todas aquellas medidas que habitualmente han sido condenadas al olvido por la socialdemocracia de este país, una vez han llegado al gobierno. 

Se abre, por lo tanto, como digo, un momento de esperanza para aquellos que vienen luchando en los diferentes frentes sociales e institucionales por la derogación de la Ley Mordaza, por la derogación de la ley Wert y la consecución de un pacto de estado en materia de educación, la derogación de las últimas reformas laborales, la finalización del desmantelamiento de la sanidad y la educación públicas, el blindaje del sistema público de pensiones, el cumplimiento y ampliación de la ley de dependencia, la recuperación del control público de los sectores estratégicos de la economía, las energías, la banca, la reforma fiscal, la reforma de toda la legislación en materia de vivienda que realmente la atribuya el carácter de derecho básico que la constitución le otorga y un largo etcétera  
 
Pero es también un preacuerdo que se alcanza en unas condiciones mucho más favorables para una de las dos partes, la más conservadora del PSOE, y que está aún pendiente de los apoyos de otras fuerzas políticas que en estos momentos han anunciado su “no” al mismo. Por lo que es también el momento de proceder y actuar con cautela y de afrontar con serenidad, análisis y perspectiva, los restos y la hercúlea tarea que se tiene por delante. Porque si bien es verdad que tanto Pedro Sanchez como Pablo Iglesias se han esforzado en las últimas horas por transmitir a los ciudadanos el mensaje de que “agua pasada no mueve el molino” y de que hay que olvidar las afrentas pasadas, lo cierto es que estas son el resultado de profundas desavenencias en lo ideológico, así como de grandes diferencias de criterio a la hora de entender la gobernabilidad de este país respecto a todo lo mencionado. Por lo que las fricciones y las tensiones en ese futurible gobierno están garantizadas.

Los puntos del preacuerdo consisten fundamentalmente en generalidades que como postulados serían fácilmente asumibles por casi cualquier fuerza política

No en vano, los puntos del preacuerdo consisten fundamentalmente en generalidades que como postulados serían fácilmente asumibles por casi cualquier fuerza política, incluso por la propia derecha. Por eso una cosa es que el PSOE, habitualmente entregado a las presiones de los grandes poderes económicos de este país, firme esos puntos del preacuerdo y otra bien distinta es que después profundicen en las medidas que son necesarias poner en marcha para alcanzar los objetivos previstos con relación a esos puntos. Esto significa que el preacuerdo bien puede ser un trozo papel mojado que no compromete a nada.

Las fricciones están garantizadas entre Unidas Podemos y un PSOE que, por ejemplo, si bien habla de combatir la precariedad laboral, hasta ahora se ha negado a derogar la última reforma laboral aprobada por el Partido Popular, ha presumido de las cifras de crecimiento del empleo de ínfima calidad, se ha mostrado reticente a subir el salario mínimo interprofesional a los mil doscientos euros y ha manejado durante esta última campaña la idea de incorporar a nuestro sistema la llamada “mochila austriaca.

En materia de derechos sociales, los compromisos adquiridos son inconcretos y las medidas a desarrollar chocan directamente con algunas leyes que en su momento aprobó el propio PSOE, como las leyes de desahucios exprés. Medidas en este sentido, o las que se puedan implementar en materia fiscal como la prometida progresividad, o el impuesto a la banca, que Unidas Podemos recoge en su programa y que enfrentarían al PSOE con esos poderes económicos y financieros que hasta ahora han marcado de manera deliberada la agenda política en materia económica y fiscal de este partido.

Se vuelve indispensable la reconstrucción de ese tejido social que ha ido desapareciendo paulatinamente en los últimos años

Y en medio de todos estos asuntos, el conflicto territorial con Cataluña. Un conflicto cuya gestión requiere de un tiempo y un sosiego del que este posible gobierno no va a disponer. Eso y aproximarse al problema desde una perspectiva histórica que les llevaría a la conclusión de que la gestión del problema territorial de nuestro país pasa por una reconsideración del modelo de estado, avanzando hacia el federalismo. Esto abriría la puerta a un profundo debate político que debería desembocar, en condiciones normales, en un proceso constituyente que pusiese en cuestión y sometiese a revisión todo lo construido en la transición, así como todos los significantes en los que nuestra democracia lleva asentada más de cuarenta años, incluida la jefatura del estado. Esto ahora mismo suena a ciencia ficción, especialmente para la previsible coyuntura de un gobierno que llevará la marca de la inestabilidad como carta de presentación durante todo el tiempo que dure la legislatura. 

Ante este escenario se vuelve indispensable la reconstrucción de ese tejido social que ha ido desapareciendo paulatinamente en los últimos años. Es imprescindible la recomposición de los movimientos sociales nacidos al calor del 15M, las organizaciones de la sociedad civil, las plataformas vecinales, colectivos sectoriales, etc. Que articulen ese, siempre necesario, contrapoder que haga converger las diferentes luchas identitarias en las que la izquierda se ha ido fragmentando en estos últimos años y que han ido quedando desconectadas unas de otras. Una convergencia que debería producirse a través de la articulación de un discurso transversal que pasa, desde mi punto de vista, por la recuperación del concepto de la lucha de clases como elemento central. Y, en segundo lugar, que este contrapoder, a modo de marea, actúe de una manera clara y efectiva como anclaje y como referencia de las políticas y de la posición que Unidas Podemos, debe tener dentro del ejecutivo ante las tremendas presiones que finalmente acabarán llegando desde los más diversos frentes. 

Por todo esto, y por muchas más razones, tenemos todo el derecho a mostrarnos ilusionados y esperanzados por el futuro que se puede abrir ante nuestros ojos. Pero también debemos ser cautelosos y conscientes de la enorme lucha que queda por delante.

Ilusión y cautela tras ocho décadas de espera
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