sábado. 20.04.2024

La utilidad de la música en el proceso de revitalización lingüística

Las primeras colecciones de cantos populares de Cantabria tienen su origen en el concurso que se convocó con motivo de la Fiesta Montañesa del 12 de Agosto de 1900.

Son ya muchos los trabajos y las investigaciones que de una manera definitiva y definitoria avalan con creces la circunstancia de que la música reconfigura y amplifica el cerebro de una manera sorprendente y harto significativa, pues así lo afirman los diversos estudios que muestran claramente que la música crea de forma única nuevas y fascinantes conexiones en nuestro órgano pensante al activar la corteza auditiva en los lóbulos temporales cercanos a los oídos. Si bien esto es solo el comienzo, pues hay mucho más, como el que por ejemplo las partes del cerebro involucradas en la emoción no solo activan durante la música la memoria emocional, sino que también se sincronizan.

Y para que todo esto pueda ser real y verdaderamente verificado, antes es y sería bueno el que esa música que tanto bien y tanto beneficio puede causar en y a nuestro cerebro, sea además una música que decididamente pueda ser aceptada con gozo y alegría por la persona que en el proceso de la escucha activa se involucra en ese momento con la misma.

Los organizadores pretendían realizar diferentes actos de exaltación al folclore de Cantabria, y al mismo tiempo, también dignificar la figura de los músicos y de la vieja tradición musical en general

Por lo tanto la potenciación, no solo del folclore cántabro, sino la de también otras manifestaciones musicales (música vocal o “a capella”, rock and roll, house, funk, pop, techno, ska, hardcore, punk, chill out, jazz, techno, garaje, rhythm and blues, rock, clásica, metal, música instrumental, etc.) que aboguen y abogan en y en favor del cántabru (al igual que por su enseñanza e instrucción musical), es un paso necesario y oportuno que bien encaminado, sin lugar a dudas puede contribuir y conducir a esperar los mejores y los más deseables resultados en favor de una lengua amenazada.

En este proceso y en este tránsito el apoyo de los Ayuntamientos y de los organismos locales más ligados al territorio, son de forma definitiva la punta de lanza que puede hacer posible el que la música contribuya de una manera decidida a la ensaltación y a la potenciación de nuestra cultura popular y lingüística de una manera concluyente.

Así, por ejemplo, podemos empezar diciendo que las primeras colecciones de cantos populares de Cantabria tienen su origen en el concurso que se convocó con motivo de la Fiesta Montañesa del 12 de Agosto de 1900. Y es que en la Primavera de ese mismo año la Comisión Municipal de festejos de Santander reunió a los presidentes de las “sociedades de recreo” para así confeccionar un programa de actividades para ese mismo Verano.

El orfeón Cantabria propuso que se invirtiera la mayor parte del presupuesto en la realización de un solo festejo que, por sí solo, fuera lo suficientemente atractivo y estimulante como para llamar poderosamente la atención; cosa que así sucedió. Y fue así y de esta manera como nació la idea de realizar una Fiesta Montañesa que sirviera para ensalzar, y de paso, dar a conocer el folclore y las costumbres de nuestro país. El orfeón Cantabria se encargó de la organización del mismo con el apoyo del Ayuntamiento, y de luego otros organismos santanderinos ilusionados y competentes del aquel entonces.

Con estas actuaciones los organizadores pretendían realizar diferentes actos de exaltación al folclore de Cantabria, y al mismo tiempo, también dignificar la figura de los músicos y de la vieja tradición musical en general. Recordemos que el momento entonces era el más propicio, adecuado y favorable, pues existía entonces una corriente de opinión cada vez más favorable a reivindicar la singularidad de Cantabria frente a Castilla y el resto de las regiones vecinas colindantes.

El 6 de Marzo de 1987 la Asamblea Regional de Cantabria acordó convertir el Himno a La Montaña en el himno oficial de nuestra tierra

Fue así como se pidieron informes e información menuda a varias personalidades de la cultura sobre los contenidos que debía tener aquel evento. Y después de recibir las opiniones de ilustres asesores, como Pereda o Monasterio, se decidió finalmente el convocar varios concursos y certámenes, premiando uno de ellos a la mejor colección de cantos y tonadas populares de la entonces provincia de Santander. La idea partió de Jesús de Monasterio y Agüeros (un violinista y compositor cántabro, que junto a Pablo Sarasate es el mayor representante de la escuela violinística española, en la que por cierto destacó como clasicista), quien desde el principio y con gran entusiasmo se sintió encandilado por el proyecto.

Y así y tras muchos sucesos y circunstancias lo que podemos decir es que los diversos y variados eventos musicales de raíz popular y géneros variados (antiguos y modernos) que desde hace más de cuatro décadas se realizan con mucho interés en Cantabria (con diferentes estilos y géneros), sin lugar a duda pueden contribuir muy decididamente a impulsar con éxito nuestra lengua cántabra en diversos campos del saber y del conocimiento.

Por eso, y desde este artículo, hoy no queremos dejar pasar la oportunidad de recordar la fecha del 6 de Marzo de 1987, pues tal día como hoy de hace 36 años se institucionalizó el Himno a la Montaña. Un himno también conocido como “Himno de Cantabria”, que desde entonces es el canto oficial de la Comunidad Autónoma de Cantabria, pues en el resto de la Cantabria Histórica existen otros himnos no consensuados y aprobados por el pueblo cántabro que a día de hoy se encuentra ubicado y repartido arbitrariamente por otros territorios en contra de su deseo y voluntad de seguir siendo cántabras y cántabros.

Y es que el 6 de Marzo de 1987 la Asamblea Regional de Cantabria, presidida por Ángel Díaz de Entresotos, mediante la Ley 3/1987, acordó convertir el Himno a La Montaña, compuesto en 1926 por el maestro Juan Guerrero Urreisti a instancias de la entonces Diputación Provincial de Santander (y con los posteriores arreglos de José del Río Gatoo), en el himno oficial de nuestra tierra.

Sin embargo, y desde entonces (y tras el paso de los años desde aquellas), cada vez más personas nos preguntamos, ¿que cómo es posible que se haya perpetuado hasta el mismo día de hoy un himno así para representar a nuestra comunidad y pueblo, si prácticamente nadie es capaz, no ya solo de cantar su himno, sino de ya ni tan siquiera el poderlo tararear apenas cinco segundos seguidos o simplemente silbar recordando su letra?

Qué mejor que a la hora de sentir, escuchar y/o tocar el Himno de Cantabria, el pueblo pueda interactuar con el mismo

Decíamos al comenzar el artículo que una música que es sentida y aceptada estimula con creces una variedad enorme de áreas y regiones de nuestro cerebro y memoria. Y, curiosamente, también el sistema motor. De hecho, se ha teorizado que es la activación del sistema motor del cerebro lo que nos permite seleccionar el ritmo de la música, incluso mucho antes de que empecemos a seguirla con el ritmo del pie.

Y a decir verdad, y puestos a ver las indiscutibles evidencias, yo no veo a mucha gente y a muchas personas emocionarse (o simplemente saltar de sus asientos) cuando escuchan el Himno a la Montaña, como sin embargo y ciertamente no ocurre en otros lugares y territorios cercanos o lejanos; en donde sí que se siente y se percibe una identificación clara y evidente entre el himno del lugar y la gente que con gran alegría y entusiasmo lo tararea y/o canta.

Pero aún hay mucho más, pues para el neurocientífico estadounidense, Larry Sherman, de la Oregon Health & Science University de Portland-OHSU (EE.UU.), el acto de practicar (tocar) música puede ayudar a generar neuronas, fortalecer las conexiones entre las células del cerebro llamadas sinapsis, y además, reconstruir las vainas de mielina que permiten la transmisión de señales eléctricas entre las células. Pero no solo es tocar, pues incluso el simplemente escuchar música ya beneficia clara y directamente la salud y el funcionamiento más armónico y correcto del cerebro.

Por eso, qué mejor que a la hora de sentir, escuchar y/o tocar el Himno de Cantabria, el pueblo pueda tener también y verdaderamente la ocasión y la oportunidad de sinceramente poder interactuar con el mismo, como sería lo deseable y lo esperado; pues como vemos claramente tiene además su efecto reconfortante y reconstituyente sobre nuestra salud y nuestro bienestar. Y sino, y como ejemplo, ahí está la famosa “Fuente del Cacho”, que mucha gente conoce, y que con tanta y tanta gente esta canción crea “sintonías” y “conexiones”.

Con todo, y sin embargo, la cosa no se queda ahí, pues sabiendo que Cantabria posee también e igualmente otra lengua (que en este caso es el cántabru), la pregunta que se hacen no pocas personas a día de hoy es la siguiente: ¿Por qué no se institucionaliza también un himno en cántabru (quizá más popular y entroncado con nuestras raíces que el actual, con una cierta tendencia a lo taurino, y por lo tanto hacia lo no cántabro) que además sirva también para enlazar y agrupar a todos esos territorios que aún no estando hoy en la actual Comunidad Autónoma de Cantabria, sí que sin embargo se sienten parte integrante y constitutiva de la misma?

Un himno, el actual, que quizá evoca poco o nada a esa franja de tierra existente entre el mar Cantábrico y la Cordillera Cantábrica, que si hoy se caracteriza por algunas cosas evidentes (y a la vista rápidamente identificables), es porque posee un clima oceánico húmedo, y por ejemplo, unas temperaturas moderadas fuertemente influenciado por los vientos del océano Atlántico que chocan contra las montañas. Situación esta que nada o en nada se parece a lo que podemos escuchar cuando escuchamos el actual, que a no pocos personas le trasladan a esa España meridional de pasodobles y castañuelas, chotis y hasta incluso seguidillas.

Quizá ha llegado ya el momento (por fin) de buscar otras opciones más cántabras, y también más identificadas y armonizadas con la tierra, como lo pueda ser, por ejemplo, la canción y letra en cántabru del grupo de folk Atlántica, cantada entre otras personas por Marcos Bárcena y titulada: “Viva La Montaña”.

La utilidad de la música en el proceso de revitalización lingüística
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