jueves. 25.04.2024

Tienes aún muchas historias que contar

El control de la información y la difusión de noticias e imágenes se han utilizado siempre como arma esencial para someter las voluntades y conquistar las conciencias.

En nuestra civilización “tecnocientífica”, cada vez es menor el ámbito de lo que conocemos por “experiencia directa”, “cuestión realizable” y “acción verificada”. Para la inmensa mayoría de la población, el conocimiento de la realidad se deriva de las noticias que afluyen de los medios de producción masiva de comunicación, en particular, a través de la televisión. Se trata, pues, de experiencias de segunda o de tercera mano. O sea, que no son experiencias en el sentido original del término.

Y es que a decir verdad, no siempre somos conscientes de lo poco que sabemos, ya que son más bien raros los momentos en los que podemos notar lo exiguo que podemos vislumbrar, comprender o concebir. Lo demás, aunque presenta la apariencia del saber, no es más que una maraña de supuestos, opiniones interesadas, prejuicios y ficciones. Y esto es lo que suele marcar la actitud ante los acontecimientos tal como hoy nos los presentan. Y este campo de opiniones derivadas y prefabricadas es lo que al final se denomina con el término de: el dominio de la propaganda.

En la actualidad la mayor parte de la comunicación se hace a través de los llamados “medios de difusión masivos”, o también “medios de masas”

El control de la información y la difusión de noticias e imágenes se han utilizado siempre como arma esencial para someter las voluntades y conquistar las conciencias. El objetivo estriba, naturalmente, en que tan solo se conozca una versión de los hechos, o sea, la comunicación unidireccional y unilateral, irreversible e inalterable. Y esto ha sido así en Cantabria solo en favor de una única lengua (castellano), cuando no debería de haber sucedido de esta manera.

Para que esta situación cambie en favor del cántabru (que poco a poco ya se está produciendo), es necesario ganar antes afectos e influencias, amistades y simpatías, aprecios y sentimientos de cercanía en favor de nuestra lengua. Solo así se conseguirán revertir sustancialmente “las tornas”, pues somos sabedores de que la expansión de la industria de los medios tiene por objetivo alcanzar de la forma más rápida posible (y a través de los espacios más amplios y favorables) al mayor número de voluntariedades. Y es que, y en todo momento, somos sabedores de que los periodistas tienen que prestar mucha atención a la veracidad de los enunciados, ya que su principal tarea estriba en distinguir entre lo que saben y lo que suponen.

Si la producción masiva de contenidos lo inunda todo hoy con sus altas dosis de indiferenciación, simplificación y esteriotipización, habrá por el contrario que realizar un trabajo de reajuste y reorganización, a fin de poder así hacer accesible y cercana nuestra realidad lingüística a un mayor número de personas; siempre de una forma sencilla y clara, directa y natural.

Es este poder de fijar el programa social de cualquier comunidad, la clave para el control social de la “masa”

Pues ya sabemos que en la actualidad la mayor parte de la comunicación se hace a través de los llamados “medios de difusión masivos”, o también “medios de masas”, lo cual en el fondo no deja de ser un burdo eufemismo; ya que la mediación efectuada por los “medios de masas” no deja de ser en realidad una realidad unificadora e indiferenciada. Lo que sabemos de las condiciones en que actuamos no lo decidimos nosotros, pues depende (en buena media) de las informaciones que recibimos y que nos hacen llegar con evidente intención. Por lo tanto, nuestra influencia sobre ellas es limitada, ya que determinadas informaciones son propiedad privada, y sus propietarios las utilizan, lógicamente, en función de sus intereses y preferencias.

Pues como se sabe, ni las masas se comunican entre sí a través de esos medios, ni éstos son de las masas o del pueblo “soberano”, sino más bien de unas pocas personas que producen masivamente para las masas en y a favor de su propio provecho y beneficio; y que también ilustró en su día el periodista y escritor irlandés Lord Nordcliffe (dueño de uno de los consorcios más poderosos de periódicos de principios del siglo XX en Europa) cuando afirmó: “Dios enseñó a los hombres la lectura para que yo pueda decirles a quién deben amar, a quién deben odiar y lo que deben pensar”.

Por tanto, es este poder de fijar el programa social de cualquier comunidad, la clave para el control social de la “masa”, o también, del “pueblo adormecido y dirigido”; dado que la comunicación estandarizada borra la distancia crítica del consumidor con su entorno, obstaculizando así la reflexión necesaria para su conocimiento y dominio.

La sociedad productora y consumidora de comunicaciones simplificadas y estandarizadas, en el fondo, no deja de ser una sociedad de necesidades insatisfechas y contrariadas; las cuales son fácilmente presa de los intereses autoritarios y déspotas de los pequeños y grandes grupos productores de contenido y entretenimiento.

Debemos de entender que la primera toma de conciencia se efectúa en el pronunciamiento del mundo, y a través del empleo de la palabra, como decía Paulo Freire; palabra que ha sido siempre el primer ejercicio del poder. Por lo tanto, y, por ejemplo, si deseamos expresarnos en la calle en cántabru, y al tiempo darle valor e interés; tan solo habrá que hacerlo y poner en ello interés: “Güenas tardis siñor, ¿pa dir a la calli Alta?”.

El lenguaje permite la comunicación social y, con ella, la realización lingüística de las relaciones sociales

Por ello, e independientemente de los medios y de las herramientas que se utilicen hoy en día para difundir el cántabru a cualquier escala, no existe mejor propaganda y altavoz, anuncio y publicación, que el empleo del cántabru (de la palabra) a través de la voz de una manera permanente y persistente, perseverante y prolongada. En este sentido, la fuerza de convicción de las palabras reside en su concordancia con la realidad. O en otras palabras, el lenguaje y lo que expresamos es lo que al final le da forma al mundo, y por lo tanto, diversidad y riqueza, multiplicidad y diferencia.

El lenguaje permite la comunicación social y, con ella, la realización lingüística de las relaciones sociales. La palabra es un regulador importante de los procesos psíquicos del comportamiento, pues el lenguaje sirve para la formulación de enunciados comunicativos; y en palabras de K. Bühler es “expresión, llamamiento y orientación”. También transmite una situación o una intención del comunicador, influye en el receptor, y, además, comunica algo sobre estados de cosas y relaciones. Más allá de las funciones que le atribuye K. Bühler (expresión, actuación y orientación), la palabra también desempeña una doble función: como representación y como regulación.

Sin embargo, la comunicación estandarizada borra la distancia crítica del consumidor con su entorno, obstaculiza la reflexión necesaria para su conocimiento y dominio, y en última instancia, genera un mundo artificial muy alejado de lo que en verdad es la realidad y la objetividad sustantivada.

Y esto es lo que nos ha pasado al haber sustituido nuestra lengua cántabra por otra insertada en nuestro corpus de una manera obnubilada. Y es que para vivir y actuar de una manera armónica y afinada, la sociedad debe y necesita antes de nada ordenar y aclarar sus conocimientos y saberes dentro un marco general de referencia que le dé sentido y capacidad, entendimiento y forma.

Se podría decir que en el diálogo normal se lee en la cara del otro lo que no se oye

De lo contrario, este tipo de realidades no harán sino reforzar el poder de los pocos al ocultar las contradicciones y los conflictos de los muchos, pues claramente suprime la diferencia entre imaginación y percepción, deseo y satisfacción, imagen y cosa. Y es así como sucede que la sociedad (en este caso castellana) productora y consumidora de comunicaciones simplificadas y estandarizadas, normalizadas y sintetizadas; no deja de ser en el fondo una sociedad de necesidades insatisfechas y descontentas, manipuladas y dirigidas. Realidad social que finalmente es insertada en el alma de una sociedad cántabra, que poco o nada tiene que ver con esas otras realidades castellano hablantes que se dan en los muchos lugares y países del mundo en donde esa realidad lingüística existe y se desarrolla: América del Norte y del Sur, Guinea Ecuatorial, Filipinas, etc.

En la era de la televisión (esas increíbles y fantasmagóricas manipuladoras de la conciencia y el pensamiento), la aparente privacidad y autodeterminación de la recepción, claramente ha excluido las componentes dialógicas de la comunicación y de la respuesta, aunque también de la correspondencia y del trato; lo cual ha generado aún si cabe más incomunicación y confinamiento para la expresión y el diálogo, el enunciado y la manifestación.

Un público, paradójicamente, al que le está permitido oír y ver, pero que, curiosamente y en cambio, no puede leer lo que en verdad desearía; y que claramente ve limitada su emancipación y soberanía lingüística al no ofrecérsele la posibilidad de tener material y formatos en cántabru. Todo esto no es sino en el fondo, un trabajo perverso de ingeniería hábilmente programada en contra de las lenguas minoritarias y también debilitadas que existen y hay en el mundo.

Se podría decir que en el diálogo normal se lee en la cara del otro lo que no se oye. Y aunque es verdad que las nuevas tecnologías permiten, en cambio, la comunicación virtual a través de Internet; no es menos cierto que ello no termina de generar el espacio y la dimensión necesaria que hacen falta para que al final se produzca la tan ansiada notificación y exposición de motivos.

Fomentar la competencia comunicativa no es suficiente y/o bastante, pues no basta con ser solamente un receptor “crítico”. Hay que ser también consciente del papel que uno juega en el proceso de la comunicación de masas, y de las posibilidades que éstas tienen para articular, expresar y satisfacer las múltiples y variadas necesidades que en este momento nuestra lengua cántabra demanda y necesita.

Por lo tanto, la mejor manera de no entrar en ese círculo (y también juego de la consciencia programada y planificada desde las más altas instancias) será contrarrestar debidamente este abuso institucionalizado y aberrantemente normalizado, por medio y a través del uso consciente del cántabro en todas partes y en todo momento y ocasión en el que la comunicación lo permita; que para entendernos serán la mayoría. Solo a nosotros nos compete acabar con el reduccionismo mecanicista de la industria de la sugestión y del hipnotismo. O dicho de otra manera: tenemos aún muchas historias que contar… a través del uso de la palabra.

Tienes aún muchas historias que contar
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