miércoles. 24.04.2024

El cerebro bilingüe, también para el cántabru

El multilingüismo ha demostrado tener muchas ventajas sociales, psicológicas y de estilo de vida. Además, los investigadores están encontrando una gran cantidad de beneficios para la salud al hablar más de un idioma, incluida una recuperación más rápida de los accidentes cerebrovasculares, o el inicio tardío de la demencia.

El cerebro humano es, todavía hoy, uno de los grandes enigmas de la ciencia. Su funcionamiento es el objetivo de multitud de estudios que no solo quieren saber qué regiones cerebrales dominan determinados actos, sino que también intentan adelantarse a la aparición de enfermedades mentales degenerativas. En los últimos años, no obstante, uno de los campos que ha ido atrayendo más interés es el de la adquisición y el dominio del lenguaje. Y en concreto, de cómo funciona un cerebro bilingüe capaz de manejarse con la misma efectividad en dos idiomas distintos.

En la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (España) existe, desde hace tiempo, por ejemplo, el grupo de investigación Brainglot, cuyo objetivo es, precisamente, comprender no solo los procesos de aprendizaje de dos lenguas, sino cómo el bilingüismo puede afectar a otras capacidades cognitivas del sujeto. Es decir, ¿son más inteligentes las personas bilingües? ¿Están mejor preparados para la multitarea? ¿Sus cerebros se mantienen “en forma”, como quien dice, durante más tiempo?

Desde hace tiempo se sabe que cuando una persona posee un cerebro bilingüe ella está más preparada para liberarse así misma de conciencias restrictivas, con sus leyes, planes y normas estipuladas y mediatizadas. Por eso habría que preguntarse si podría ocurrir y ser, que el cerebro humano evolucionó para ser multilingüe, y que aquellos que solo hablan un solo idioma ¿no están acaso explotando solo una parte muy pequeña de su potencial?

El multilingüismo ha demostrado tener muchas ventajas sociales, psicológicas y de estilo de vida. Además, los investigadores están encontrando una gran cantidad de beneficios para la salud al hablar más de un idioma, incluida una recuperación más rápida de los accidentes cerebrovasculares, o el inicio tardío de la demencia.

El aprendizaje de una nueva lengua crea una reserva cognitiva que ayuda a retrasar la aparición de las enfermedades neurodegenerativas

Se sabe que aprender y hablar otros idiomas es de un enorme beneficio para el cerebro. Tanto en niños como en personas jóvenes, adultos o personas mayores, el aprendizaje de una nueva lengua crea una reserva cognitiva que ayuda a retrasar la aparición de las enfermedades neurodegenerativas, en particular las demencias y la enfermedad de alzheimer. También permite aumentar las funciones ejecutivas (particularmente en su componente de memoria de trabajo), al tiempo que aumenta la capacidad, en tiempo y eficiencia, a la hora de tomar decisiones.

Y es que en un mundo que se está perdiendo idiomas y culturas más rápido de lo que se podría sospechar, y al ritmo actual de un idioma cada tres meses (aunque algunas estadísticas hablan de la muerte de un idioma cada dos semanas), siguiendo con esta progresión, la mitad de nuestros idiomas podrían llegar a extinguirse para finales del presente siglo. ¿Qué sucederá entonces si la rica diversidad actual de idiomas desaparece y la mayoría de las personas terminan hablando solo apenas una docena de idiomas?

Según se ha podido comprobar y verificar, la clave del aprendizaje de un idioma se encuentra en el fascículo arqueado del cerebro, un haz de fibras nerviosas que conecta las regiones auditivas del lóbulo temporal con la región motora situada en el lóbulo frontal, en el hemisferio izquierdo del cerebro. Así pues, las diferencias de cada persona en el desarrollo de las conexiones en esta zona de nuestro órgano pensante condiciona la capacidad de aprendizaje de nuevas palabras.

La flexibilidad cognitiva tiene mucho que ver con que las personas bilingües utilizan más áreas cerebrales en una tarea lingüística, sobre todo las del lado izquierdo del cerebro (el relacionado con el lenguaje), así como de algunas del derecho. Es decir, que es un procesamiento menos eficiente, pero no por ello menos eficaz. Dicho de otra manera: lo hacen igual de bien que los monolingües, pero para ello necesitan emplear más áreas de su cerebro.

Pero la parte positiva es que los bilingües tempranos, al pasarse todo el día cambiando de lenguaje, tienen entrenadas capacidades cognitivas no lingüísticas; en concreto en las funciones ejecutivas que sirven para adaptarse a los cambios de tareas variadas. Se podría decir que en estas tareas son mejores y más hábiles. Y ciertamente, lo que se ha comprobado es que son más eficaces que los monolingües porque utilizan otras áreas cerebrales distintas a las que emplean aquellas personas que solo hablan una lengua.

Ellen Bialystok y Michelle Martin (dos expertas en bilingüismo), explican en un artículo (publicado 2004 en la revista Developmental Science) que: “el bilingüismo precoz modifica y mejora en los niños el desarrollo del control de la atención mientras que tiene poco impacto en cómo se analizan las representaciones”. Pero, como se recoge en otro trabajo publicado anteriormente en la revista de la Asociación para la Ciencia Psicológica, “las personas que hablan dos idiomas tienen menor competencia en el lenguaje formal”.

Como bien apunta Albert Costa, coordinador del grupo de Investigación en Producción del Habla y Bilingüismo, de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona-España), y también integrante del proyecto español, “(…) son las dos caras de una moneda. A la hora de producir lenguas parece que los bilingües son más lentos y tienen con más frecuencia una mayor dificultad para encontrar la palabra deseada, es lo que se denomina tener la palabra en la punta de la lengua. Además, poseen un menor vocabulario, aunque cuando se tienen en cuenta las dos lenguas, el número de palabras que conocen es superior en comparación con una persona monolingüe. Pero esto es algo lógico, es como quien juega solo al tenis, y el que juega al tenis y al pádel. El primero será mejor en tenis, pero el segundo sabrá manejarse en los dos juegos”.

Una persona que hable habitualmente una lengua utilizará, de media, unas 30.000 palabras. ¿Cómo conseguimos aprenderlas, asociarlas y conseguir comunicarnos con los demás? Diversos estudios demuestran que el aprendizaje de una lengua depende de la conexión entre regiones del hemisferio izquierdo del cerebro.

El modo en el que nuestros cerebros adquieren un lenguaje (y aprendemos a hablar) ha sido muy estudiado, comentado y analizado por la comunidad científica, sin embargo, a día de hoy, no hay una única teoría que explique con detalle el proceso por el cual este se consigue.

Entre el innatismo de Avram Noam Chomsky (un lingüista, filósofo, politólogo y activista estadounidense que sostiene que los niños ya nacen con unas aptitudes lingüísticas innatas que se activan dependiendo del entorno), el constructivismo, o, por ejemplo, las teorías que apuntan a que es a través de la comunicación y la interacción con el entorno como un niño aprende a hablar, hay varias explicaciones sobre el modo en el que nuestros cerebros adquieren un lenguaje; muchas de ellas derivadas de los trabajos del epistemólogo y biólogo suizo Jean William Fritz Piaget. El que en su día fue considerado el padre de la epistemología genética, al tiempo que reconocido por sus aportes al estudio de la infancia y por su teoría constructivista del desarrollo de la inteligencia, a partir de una propuesta evolutiva de interacción entre el sujeto y el objeto.

Los niños desarrollan sus capacidades para adquirir un lenguaje en sus primeros cinco años de vida

Lo que sí que parece que es cierto, y está comprobado, es que los niños desarrollan sus capacidades para adquirir un lenguaje en sus primeros cinco años de vida, si bien hay otros estudios que rebajan esta cifra a los cuatro años. Sin embargo, la vieja discusión entre lo innato y lo aprendido se traslada al campo lingüístico, y parece que lo único que sí que está claro es que hay que desarrollar esa habilidad para aprender la primera lengua (la materna) en los primeros años de la vida.

En los años 70, varios científicos estadounidenses quisieron comprobar esto con Genie, una niña de 13 años que había pasado gran parte de su vida encerrada en su casa, sin contacto con el mundo exterior, y con un vocabulario consistente en apenas cinco palabras. Su caso (recogido en el documental “La niña salvaje”), mostraba los intentos por conseguir que Genie pudiera aprender un lenguaje siendo, tal vez, demasiado mayor para ello; pues su cerebro ya había superado la etapa de formación lingüística.

Con el bilingüismo sucede lo mismo. Estudios como los del Instituto de Aprendizaje y Ciencias del Cerebro, de la Universidad de Washington (EE.UU.), apuntan que a los niños de hasta siete años les resulta mucho más sencillo aprender dos idiomas, y manejarse al mismo tiempo y con buen nivel con los dos.

Uno de sus investigadores, Andrew N. Meltzoff (psicólogo estadounidense y un experto reconocido internacionalmente en desarrollo infantil por sus descubrimientos sobre la imitación infantil), explicó hace unos años que a partir de los ocho y hasta los 18 años, el aprendizaje pasa a ser “más académico y lento”; además de que resulta más difícil hablar un segundo idioma con la misma naturalidad que nuestra lengua materna.

Es por esto por lo que conviene comenzar cuanto antes a familiarizar a los más pequeños con el aprendizaje de idiomas, y a implicarnos en el proceso de aprendizaje con ellos para así ayudarles cuanto antes a resolver las dudas que puedan tener. Los trabajos de Meltzoff sirvieron en su día para avanzar en gran medida, hacia una comprensión científica más clara de la cognición temprana, la personalidad y el desarrollo del cerebro.

En el modo en el que una persona aprende dos lenguas intervienen tres factores: la edad de adquisición del lenguaje, lo bien que se habla ese lenguaje, y el control cognitivo del lenguaje; es decir: el proceso de selección de un idioma sobre otro en el caso de los bilingües. En el primer factor está ya más que demostrado que el periodo de aprendizaje de nuestra lengua materna está en los primeros años de vida: entre los cuatro-cinco y los siete-ocho. ¿Pero hay diferencias entre el modo en el que los niños en ese periodo temprano de sus vidas adquieren además una segunda lengua?

Está comprobado que las personas bilingües tienen mayores capacidades de concentración y análisis en una tarea concreta y determinada, ignorando así las interferencias que pudieran existir a su alrededor.

Hace ya algunos años el departamento de Psicología de la Universidad de California, en Los Ángeles (EE.UU.), realizó varios experimentos con bebés de varios meses de vida inmersos en ambientes bilingües. Lo que se buscaba y pretendía era averiguar si sus cerebros procesaban de manera diferente su entorno, estudiando con gran detenimiento el modo en el que los niños respondían ante estímulos visuales. Los resultados fueron negativos por lo que los científicos concluyeron que las diferencias cognitivas entre bilingües y monolingües proceden de la adquisición y uso de vocabulario, más que de un tema de percepción. En ese aspecto los cerebros de ambos grupos funcionan del mismo modo.

Por otro lado, investigadores de la Universidad Northwestern (Illinois-EE.UU.) y de Houston (Texas-EE.UU.), se sirvieron de jóvenes texanos de entre 18 y 27 años (de los que 17 eran bilingües en español e inglés y 18 solo hablaban inglés), para continuar ampliando los conocimientos sobre el funcionamiento de un cerebro acostumbrado a manejar dos idiomas. Se estudiaba que partes de su cerebro se activaban cuando escuchaban varias palabras con pronunciaciones similares en inglés, y otras que eran más diferenciadas.

Las personas bilingües tienen mayor capacidad para concentrarse en una tarea y aislarse del ruido o de las interferencias a su alrededor

Finalmente se determinó que las personas bilingües tienen mayor capacidad para concentrarse en una tarea y aislarse del ruido o de las interferencias a su alrededor. Viorica Marian (una de las involucradas en el estudio), explicaba los resultados de esta manera: “Es como un semáforo. Los bilingües siempre están dando luz verde a un idioma y la roja al otro. Cuando tienes que hacer eso todo el tiempo te vuelves muy bueno reprimiendo las palabras que no necesitas”.

Entonces, viendo todo esto, ¿cuál es la diferencia entre los cerebros de las personas que solo hablan un idioma y los de quienes se manejan con el mismo nivel de eficiencia en dos?

Los científicos adquieren sus datos estudiando el flujo de sangre y oxígeno a determinadas regiones del cerebro durante la realización de ciertas tareas, y se sirven de resonancias magnéticas para ello. De este modo pueden ver que los hablantes de un solo idioma utilizaban más las regiones del cerebro que se dedican al lenguaje, mientras las bilingües emplean más las centradas en el control del lenguaje: las que tienen que ver con la toma de decisiones referidas a él.

Es decir, que la principal diferencia entre un cerebro monolingüe y otro bilingüe está en su capacidad para tomar decisiones. No es que unos sean más inteligentes que otros, sino que desarrollan otro conjunto de habilidades. Por ejemplo, los bilingües desarrollan capacidades cognitivas que les permiten adaptarse a los cambios en las tareas que están desarrollando. Esto se debe a que su cerebro está constantemente eligiendo la lengua en la que se expresa, lo que le da mucha más flexibilidad y plasticidad. También, y además, les permite concentrarse y memorizar mucho mejor los conceptos.

Sin embargo, las investigaciones sobre los beneficios que el bilingüismo tiene para el cerebro también tienen sus escépticos, que no terminan de ver claro que exista lo que se ha denominado: “la ventaja bilingüe”. O, siendo más concretos, que no encuentran estudios que determinen de un modo claro que dicha ventaja existe a escala global. En lo que sí parece haber más consenso es en que aprender más de un idioma es beneficioso para el cerebro porque le permite ejercitarse y mantenerse en forma, lo que puede ayudar a retrasar la aparición de enfermedades que van minando poco a poco sus capacidades.

Por la profesora de lingüística, Azucena Martín, sabemos desde hace más de cinco años, que diversos investigadores han descubierto cómo se puede predecir la actividad cerebral a la hora de facilitar a una persona para el aprendizaje de nuevos idiomas, pues no siempre aprender un nuevo idioma es igual de fácil para unos que para otros.

Hay personas que tienen una facilidad apabullante para los idiomas y, por lo tanto, los aprenden en muy poco tiempo y sin apenas esfuerzo. Muchas de esas personas destacan enormemente en otras áreas como las matemáticas, la ciencia o cualquier otra disciplina; por lo que no parece estar relacionado con la inteligencia en general.

En busca de la razón fisiológica por la que esto ocurre, un equipo de investigadores de la Universidad de Washington (EE.UU.) ha llevado a cabo un estudio en el cual se pone de manifiesto que, como siempre, la culpa de casi todo lo que nos pasa la tiene nuestro cerebro. Y concretamente, ¿en qué consistió el estudio que revelaba las bases cerebrales del aprendizaje de idiomas?

Pues bien, para la realización del estudio se contó con un grupo de diecinueve adultos, con edades comprendidas entre los 18 y los 31 años, de los cuáles ninguno disponía de conocimientos previos de francés.

El primer paso del experimento fue hacer que se sentaran durante cinco minutos con los ojos cerrados y colocarles, mientras tanto, un auricular que mide los patrones naturales de la actividad cerebral. Así, podían analizar el estado del cerebro en reposo y comprobar si los resultados que anotaron tendrían alguna relación en el aprendizaje posterior del idioma. Y todo porque según ya se sabe, un segundo idioma parece aportar en la edad adulta los mismos beneficios que el hecho de ser bilingüe.

Este aprendizaje se llevó a cabo durante ocho semanas, durante las cuáles cada participante acudió dos veces por semana a clases de francés de treinta minutos, impartidas por un programa de ordenador. Lógicamente, para comprobar que prestaban atención y no iban a la clase por ir, se les hacían una serie de pruebas regulares, sin los buenos resultados de las cuáles no podían seguir con el aprendizaje.

Al final de las ocho semanas se comprobó que todos habían aprendido el idioma igual de bien, pero a velocidades muy distintas y que, curiosamente, esta rapidez se correspondía con los resultados obtenidos al analizar los patrones de actividad cerebral en estado de reposo. Por lo tanto, la actividad de las áreas cerebrales asociadas al lenguaje estaba fuertemente vinculada a la velocidad de aprendizaje del francés en todos los voluntarios.

¿Significa esto que si nuestra actividad cerebral en reposo predice un ritmo de aprendizaje lento no deberíamos intentarlo?

Según los científicos responsables del estudio, la respuesta a esta pregunta es un rotundo no. Esto se debe principalmente a que, por un lado, los resultados indicaban que el 60% de la variabilidad en el aprendizaje de un nuevo idioma se relaciona con los patrones cerebrales, mientras que el otro 40% se correspondía con otras características fácilmente entrenables, como la motivación.

Además, actualmente se está estudiando cómo se puede modular la actividad cerebral en reposo a través de un proceso denominado neurofeedback, consistente en el entrenamiento de los individuos para que puedan reforzar los patrones cerebrales implicados en un comportamiento concreto.

Estos descubrimientos, por lo tanto, resultan de gran utilidad para ayudar a comprender mejor cómo funciona el proceso cerebral del lenguaje en general y el aprendizaje de idiomas en particular y, también, para diseñar métodos basados en el neurofeedback que ayuden a aprender idiomas a aquellas personas que naturalmente tienen más dificultad.

Y es que, al fin y al cabo, con esfuerzo se puede conseguir casi cualquier cosa. Incluso dominar a nuestro cerebro, o como dice el avatar Ramtha: “¿Sabes que si tu cerebro se usara al máximo de su capacidad, podrías transformar tu cuerpo en una chispa de luz en solo un momento, y tu cuerpo viviría para siempre? ¿Sabes que tu cerebro tiene la capacidad de hacer que un miembro crezca de nuevo si lo has perdido? En un estado de total funcionamiento, tu cerebro tiene la capacidad de curar completamente tu cuerpo en un espléndido momento, o cambiarlo físicamente a cualquier ideal que le des. La totalidad de tu capacidad cerebral es inmensa, sin embargo tú, debido a tu pensamiento limitado, solo has sido capaz de usar un tercio de ella. ¿Para qué crees que es el resto? ¿Para llenar un hueco?”.

Un bebé de cinco meses, por ejemplo, sabe perfectamente discriminar el cántabru del castellano

Sabemos que las personas que saben una segunda lengua tienen más flexibilidad cognitiva. Un bebé de cinco meses, por ejemplo, sabe perfectamente discriminar el cántabru del castellano. Y es que el lenguaje no es algo que exista fuera de nosotros, sino que “vive” en el cerebro. Aprender un solo idioma o dos de forma simultánea, conforma unas redes neuronales distintas entre una persona monolingüe y otra bilingüe pero, ¿de qué manera influye esa diferencia? ¿Tienen los políglotas capacidades no comunicativas superiores? ¿Son más listos los niños que hablan dos lenguas? ¿Genera el mismo efecto en el desarrollo aprender castellano y cántabru que inglés y japonés?

Existen muchos grupos científicos que están estudiando el proceso de adquisición del lenguaje y cómo las lenguas se organizan en el cerebro. Uno de los más prestigiosos y prolíferos es el denominado Brainglot, integrado por al menos seis grupos en los que trabajan no menos de 200 investigadores. Se trata este de un proyecto español que, desde que se formó hace ya unos años, no ha dejado de publicar resultados interesantes sobre distintos aspectos del bilingüismo en el área neuropsicológica, funcional y lingüística.

Proyecto Brainglot, mirar aquí: http://www.lacelosia.com/el-proyecto-brainglot-desarrollado-por-investigadores-vascos-catalanes-y-valencianos-aprovecha-el-bilinguismo-para-ensenar-idiomas/ [1]

Las ventajas del bilingüismo se notan más en los niños pequeños y en los ancianos, pues el área prefrontal es la parte del cerebro que se termina de desarrollar más tarde en la vida (lo hace en la adolescencia tardía), y es de las primeras que comienza a deteriorarse en torno a los 30 y 40 años. Como los bilingües tienen más entrenada esta área, ello hace que se les acelere el desarrollo antes que a una persona no bilingüe, sirviendo, además, para prevenir y frenar la aparición de los síntomas que son propios del deterioro producido por el paso de los años.

Existen informes cada vez más detallados que hablan claramente de que utilizar dos idiomas contribuye al concepto de reserva cognitiva. Que traducido quiere decir, que la gimnasia mental de aprender y utilizar dos idiomas (reserva cognitiva) sirve para frenar posibles daños cerebrales en una demencia o en el alzheimer; como ya se ha señalado. Estos informes y estudios claramente nos hablan y nos muestran que las personas que son bilingües tienen menos síntomas relacionados con los desajustes mentales en general.

Otra rama de investigación es aquella destinada a conocer las diferencias que se dan a una edad muy temprana. Por ejemplo, por Núria Sebastián-Gallés (científica cognitiva conocida por su trabajo en el desarrollo del lenguaje bilingüe y el impacto del bilingüismo en la cognición) sabemos que, y aplicándolo al caso concreto del cántabru, por ejemplo, en los primeros meses no se puede distinguir entre dos lenguas pero a los cuatro meses un niño sí puede diferenciar, por ejemplo, entre cántabru y castellano. También se sabe que a los ocho meses los bebés bilingües pueden notar las diferencias, por ejemplo, entre español y francés, simplemente viendo dos personas hablar sin escucharlas, mientras que un monolingüe es incapaz de hacerlo.

En sus trabajos, también han comprobado (mediante resonancia magnética funcional) que aunque uno aprenda dos lenguas desde el nacimiento, siempre hay una que va a funcionar como dominante, y que será aquella a la que más esté expuesto el bebé: normalmente la lengua de la madre. “Esto solo se ve con técnicas muy finas, porque hay diferencias muy pequeñas, tanto que la propia persona no se da cuenta de que maneja mejor una que otra”, aclara esta psicóloga.

Con la información aquí expuesta y expresada, ahora será mucho más fácil y sencillo el podernos decantarse por aprender cántabru en la escuela, o en el lugar que elijamos.

El cerebro bilingüe, también para el cántabru
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