Cantabria nu tién rei, ni tampocu reina

Lo cierto es que para que esta unidad se manifieste en la multitud o el pueblo-sociedad, algo tiene antes que haber que sirva de vínculo entre el origen y la manifestación

Desde hace ya algún tiempo publico en eldiariocantabria diferentes artículos sobre lengua cántabra, cultura, historia tradición, identidad… y desde entonces muchos han sido los temas tratados y comentados, y no solo cántabros, sino también internacionales de mucha y diversa índole, sin embargo siempre ha sido uno el que especialmente a mí más me ha llamado la atención. Y éste es aquel que trata e investiga acerca de los tres últimos siglos de nuestra historia más reciente, y que circunstancialmente es el tiempo que aproximadamente lleva en el poder gobernando en el Estado español la Casa de los Borbones.

Y el presente artículo, aparte de desarrollar el contenido del presente título, también es para reivindicar la publicación y la celebración de un libro del cual soy autor, y que a la postre lleva por título: “Austrias, Borbones y Cántabru. El fin de la Casa de los Austrias y el final de la diversidad lingüística en España”, de ediciones Enguilar. Libro ya terminado el año pasado, y que solo basta con tener un poco de tiempo para poderlo subir a la Red para su lectura libre y gratuita.

Son las élites mundiales y plutocráticas las que en realidad cumplen esas y otras muchas funciones de la gobernanza

Surge pues este artículo con la intención y la necesidad clara de exponer y dar a conocer un poco más en profundidad acerca de esta dinastía tan peculiar, y de sus por lo tanto no menos particulares y especiales formas y maneras que tiene esta institución “de ejercer y practicar el poder”, pues como ya sabemos a estas alturas, ni los gobiernos, ni tampoco los reyes y/o las reinas gobiernan o “pintan algo” en esta historia de lo que últimamente se denomina muy eufemísticamente con el término de “ejercer la acción de gobierno”. Sin embargo, y lamentablemente, hoy la mentira en política es ética y también lícita, si ella se da dentro de unos ciertos límites, y quizá como parte de la estrategia para llegar al poder, siendo no obstante su extralimitación y abuso, despotismo y atropello, harto dañinos y devastadores para el común entendimiento y la normalidad de la vida social y política de una comunidad y/o sociedad que se hace llamar a sí misma democrática.

Pues como ya sabemos son las élites mundiales y plutocráticas (y no los gobernantes que dicen ser de esos países) las que en realidad cumplen esas y otras muchas funciones de la gobernanza, haciéndoles creer a los gobernados que ellos viven en un régimen democrático, plural y de consenso, cuando esto no es en realidad así, y mucho menos en los tiempos actuales y presentes donde todo antes ha de ser previamente investigado, fiscalizado, inspeccionado, vigilado, intervenido y comprobado por sus “técnicos” y “mediadores capacitados en la materia”, “expertos” y “superiores designados”, que en última instancia determinarán que es lo correcto y/o lo aceptado, aprobado y/o consensuado. Este es el panorama y así están las cosas, pues la censura política de lo que es “políticamente correcto” lamentablemente marca hoy la agenda y la acción del cada día.

Por eso, y cuando suceden estas cosas, estos aconteceres reciben un nombre: delito de traición. Y es que ante esta situación de desprotección y de injusticia clara y manifiesta, solo una adecuada y firme determinación por querer cambiar el actual estado es lo que finalmente va a mover a las instancias, y también a las instituciones, a implicarse en favor de las demandas y reclamaciones que el pueblo unido y decidido quiera emprender y/o ejecutar. Lo hemos visto recientemente con la “Plandemia” o la mal llamada Covid 19, y lo vemos a diario con tantas y tantas cosas que ahora y aquí sería difícil de enumerar, sin para ello no dedicarle un capítulo entero o bien otro artículo.

Lo más injusto y denunciable de toda esta situación es que con la llegada de la dinastía borbónica a España, nuestro país ha perdido en torno al doble de la extensión territorial que actualmente posee y oficialmente se denomina con el nombre de Comunidad Autónoma de Cantabria, la cual ha sido entregada infame y vilmente a otros territorios sin el consentimiento expreso y determinado de sus legítimos moradores.

He de reconocer que hacía ya algún tiempo que le tenía ganas a un artículo como al de hoy. Y no lo digo, y ya por entrar en la materia, porque cuando por Navidad en la casa de mis padres estaba la televisión encendida, y se colaba como sin querer en una cadena (la que fuera) “el bonachón” (el rey emérito Juan Carlos), rápidamente todos nos apresurábamos a cambiar de canal, o cuando no, simplemente a apagar esa caja de resonancia y de tergiversación de intenciones dudosas, y desde luego muy reprobables.

Un personaje éste (el depuesto o abdicado) que aparte de ser un perjuro (así juró Don Juan Carlos de Borbón el 22 de Noviembre de 1975 su proclamación como Rey de España ante unas Cortes preconstitucionales que aún lloraban al “generalísimo” Franco: “Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional”), también era y es un traidor que mucha gente detesta y aborrece, pues le rechazaba y aún le rechaza profunda y significativamente debido a sus profundos y estrechos vínculos (y compromisos que algún día sabremos) para con las dictaduras totalitarias y genocidas del orbe musulmán. Como por ejemplo sucede con la dictadura de Arabia Saudí, que ciertamente es junto con la de Qatar (y también otras más cercanas geográficamente), un régimen teocrático y avasallador para con los derechos y libertades individuales y colectivos, además de ser el mayor artífice y propagador de una doctrina político-religiosa llamada wahabismo en donde nunca se es “demasiado piadoso” y siempre “muy pecador”.

Los mismos de Muhamad Abd al-Wahhad (1703-1792, el estudioso musulmán que la fundó) que desarrollara un movimiento puritano y ultra ortodoxo que revivía las tradiciones más conservadoras de la ley islámica hanbali (de Ibn Hanbal), una de las más estrictas escuelas legales a la que no le tiembla el pulso a la hora de esparcir su doctrina y postulado (bien por medio de la guerra, el secuestro, el asesinato, el soborno... o lo que sea) con tal de llegar al poder. La misma doctrina (y el mismo país), responsable último y final de la construcción de la mayor parte de las mezquitas que se han construido en España (y que se siguen construyendo), y que a la postre expanden el rigorismo, la exclusión y la segregación entre la sociedad, no solo musulmana, sino también occidental en general.

Ya en su día el periódico digital y de izquierdas, La Marea, definía allá por el Verano de 2017 con el siguiente título, “El dinero del wahabismo de Arabia Saudí y Qatar en España”, acerca de estos regímenes teocráticos y repudiables en este sentido: “Tan irresponsable es incidir en la generalización sobre los musulmanes como pasar por alto la importancia de corrientes ideológicas religiosas intolerantes que financian, promueven y difunden un mensaje de odio que no tiene cabida en una sociedad abierta y democrática”.

Un estado que además ha sido el mayor patrocinador a la hora de construir templos islámicos en Europa, como por ejemplo hizo en su momento con la financiación de la mezquita de la M-30 de Madrid, y que, recordemos, fueron nuestras instituciones “democráticas” (sin consultar al pueblo) las que cedieron los terrenos por 99 años y con la posibilidad de renovar la cesión, para que así se levantara dicho templo por la cantidad simbólica de una peseta de las de entonces, habiendo sido inaugurado ese centro de adoctrinamiento y de manipulación en Agosto de 1992 (por cierto con gran pompa y lujo) gracias a la inestimable ayuda de sus entonces importantes garantes mediáticos: el rey de Arabia Saudí, Salman Ben Abdelaziz, y el rey Juan Carlos I de España. Este último aún vive, y es el mismo que lleva ya algunos años refugiado entre sedas y bambalinas en medio de los beneplácitos y favores (a todo tren) de las monarquías del Golfo.

Un emérito, y luego su descendencia “real”, que todo hay que decirlo, jamás han condenado a esos regímenes de horror, despotismo y terror, y que no son sino (aparte de trágicos y esperpénticos) también dignos y habilitados representantes del régimen del 78. Ese régimen que con el tiempo (y los “contactos adecuados”) ha mudado hacia un entreguismo y un sometimiento de “su reino” a las políticas más deleznables y horribles del globalismo unipolar que una mente consciente y lógica pudiera imaginar. Un régimen que no tiene pesar por vender y entregar la soberanía de su propio pueblo (la corporación España, que no “España”, pues eso era antes) a estructuras mafiosas y execrables del estilo: OTAN, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Agenda 2030, Comisión Trilateral, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial de la Salud, Consejo de Europa, Club Bilderberg (por cierto que se reúnen secretamente en Madrid a finales de Mayo), Banco Mundial, Convención de Ginebra, etc.

O cuando no, mira para otro lado al apoyar a estados genocidas, asesinos y criminales, como lo es en este caso el estado ilegítimo de Israel, fundado el 14 de Mayo de 1948. Y es que cuando en Mayo de 1948 se anunció la creación de Israel, las naciones árabes vecinas rápidamente declararon la guerra al nuevo país. Sin embargo, las fuerzas israelíes (superiores en fuerza y capacidad estratégica), aprovecharon para ocupar más espacio vital en Palestina pasando así entonces de tener el 54% del territorio asignado por la ONU al 78% posteriormente. El resultado más inmediato es que más de 700.000 palestinos fueron expulsados entonces de sus tierras. En la Guerra de los Seis Días (1967), Israel ocuparía el 22% del territorio restante: Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Y así hasta el día de hoy, donde viven ilegalmente en Cisjordania más de medio millón de colonos judíos.

No nos quedemos solo en los hechos y en las pasiones que nos puedan resultar quizá más cercanas y personales

Olga Rodríguez Francisco, que es una periodista, investigadora y escritora española especializada en información internacional, Oriente Medio y Derechos Humanos, afirma que la ocupación ilegal por parte de Israel, así como la existencia de unas políticas discriminatorias que suponen un apartheid contra la población palestina, se resumen en que “(…) en los años 40, la mayoría de quienes poblaban Palestina eran palestinos, árabes, una pequeña comunidad judía que llevaba siglos habitando la zona, y miles de judíos europeos sionistas llegados a finales del siglo XIX huyendo de las persecuciones y en busca de un territorio propio”.

Y es que la creación de la identidad nacional israelí ha venido construida basándose, entre otros factores, por la ignorancia de la historia y la cultura palestina previa, así como en el fomento de los símbolos nacionales y en el militarismo como valor de unificación nacional. La CEAR nos recuerda que “Los palestinos y palestinas viven bajo un intrincado sistema de apartheid basado en políticas discriminatorias que afecta a su vida diaria. Israel controla las fronteras exteriores, pero también los movimientos entre los territorios y en su interior. No hay continuidad territorial entre Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, y la conexión depende de permisos israelíes, que también regulan en muchos casos el acceso a la educación, la sanidad, el empleo y la construcción de cualquier tipo de infraestructura permanente. El objetivo último es favorecer la expulsión del pueblo palestino”.

Y es que los millones de refugiados de Palestina (en torno a 6 millones, contando con sus descendientes) no han tenido hasta la fecha derecho al retorno, pero tampoco a la inclusión local, ni a tampoco al reasentamiento para dar respuesta de manera duradera a su situación de exilio interminable y continuado, ya que el nacionalismo y el militarismo se hacen muy visibles en el estado de Israel continuamente. Por ejemplo, en la moneda de 10 agorot (10 céntimos de shekel), aparece el mapa del Gran Israel (Eretz Israel) en el sentido más extenso posible: desde el Nilo hasta el Éufrates, lo cual es una muestra más del componente imperialista del sionismo actual, y que de producirse, multiplicaría por hasta 16 el actual estado de Israel.

Mientras tanto el dolor continúa creciendo, y además, hay aspectos que probablemente no se puedan volver a resolver ya nunca jamás, y de ninguna de las maneras, como por ejemplo la cuestión de los millones de refugiados palestinos internos y externos que actualmente existen por todo el mundo, y del cual Estados Unidos es el mayor responsable (reconoció el Estado de Israel 11 minutos después de su creación) y patrocinador al haber sido su mayor valedor, al tiempo que la razón principal por la cual Israel actúa con impunidad en su ocupación ilegal de Palestina. Además, el lobby judío en Estados Unidos no solo tiene influencia sobre el Congreso, sino también sobre la opinión pública, los medios de comunicación y los ámbitos académicos. Un lobby éste que continua y constantemente activa mecanismos de autocensura y control antes y después de cualquier acción de Israel sobre los palestinos y las palestinas, lo cual permite seguir con su política de ocupación y martirio constante y permanente.

La escritora palestina (1974) Adanía Shibli, para quien dos pilares esenciales vertebran su discurso y su bibliografía (la realidad palestina y el inabarcable poder del lenguaje) lo resume muy bien al afirmar sin titubear y ruborizarse que “entre Israel y Palestina no hay un conflicto, hay colonización y ocupación”, y sentencia: “Lo primero que hay que hacer corregir la idea de que hay un conflicto entre Israel y Palestina. No hay un conflicto. Es un claro acto de poder, de colonización y de ocupación. Ese matiz es una cuestión de lenguaje”.

Y no, no nos engañemos por lo que nos digan o dejen de decir los medios y las agencias de propaganda “oficial”, como por ejemplo la Wikipedia (controlada y dirigida por los mismos que permiten la ejecución y el desarrollo del actual conflicto) de que “Las Naciones Unidas han desempeñado un papel decisivo a la hora de abordar el actual conflicto palestino-israelí, trabajando activamente para encontrar una solución pacífica a la Cuestión de Palestina”. Todo es mentira, pues estas entidades son maestras del engaño y de la falacia, de la manipulación y de la propaganda, pues para ello cuentan con los medios y las influencias necesarias para poder llevar a buen término sus planes y agendas de control y tergiversación.

Para las chicharras y para aquellos que aún compran relatos, aquí este video del rabino antisionista Yisroel Dovid Weiss, perteneciente a la organización Neturei Karta, la cual se opone frontalmente al sionismo y para lo cual pide un “desmantelamiento pacífico” del Estado de Israel con base en la creencia de que a los judíos se les prohíbe tener su propio Estado hasta la venida del Mesías. Un video muy recomendable para que lo vea la Casa Real Borbónica y sus allegados borbónicos y/o simpatizantes para con su causa, y que lleva por título: “Los judíos leales se oponen a la existencia del “Israel” sionista”.

https://www.youtube.com/watch?v=8rCEwcx4ejs

Pere Brunet (investigador del Centro Delàs de Estudios por la Paz) nos recordaba allá por el Verano de 2022 lo siguiente en el periódico digital “El Salto”, para todas aquellas mentes y personas que se puedan auto definir y calificar como equilibradas y razonables lo siguiente: “Las amenazas no son las que nos venden. Es al revés. La gran amenaza actual son justamente las élites ecocidas que continúan destruyendo el planeta mientras nos animan tanto a incrementar el gasto militar como a participar en conflictos armados. Las de les grandes corporaciones extractivas, los dirigentes de les grandes potencias mundiales (El G-7, Rusia y China) y la cúpula de la OTAN. Las que solo se interesan por las minorías que se supone que sobrevivirán al diluvio universal del cambio climático”.

Y es, y por lo que respecta a la monarquía, bien podríamos decirla alto y claro que la primera evidencia y el primer gesto, la primera expresión, y también el primer aspecto del amor es el servicio, en este caso al pueblo, que junto con la libertad (uno de los estados más gozosos de la existencia material) es una necesidad instintiva, o si se prefiere, un requisito para el completo desarrollo integral del ser o el corpus mismo de la nación, pues en su esencia es la expresión de la unidad y de la completación con la totalidad en el sentido mismo del origen y de la realización de un destino en lo universal. Porque, ¿acaso dudamos de que los auténticos y verdadero dirigentes de las naciones, los estados, las regiones y los territorios no están lo suficientemente habilitados y preparados como para ejercer la acción del gobierno que les demanda el pueblo y la sociedad?

Fue este personaje nefasto para Cantabria primero senador, y ya más tarde consejero real

Lo cierto es que para que esta unidad se manifieste en la multitud o el pueblo-sociedad (en la multiplicidad), algo tiene antes que haber que sirva de vínculo entre el origen y la manifestación. Y he aquí que el vínculo más perfecto que uno puede concebir es el amor, en este caso hacia su propio pueblo al que se consagra y por el cual tiene devoción. ¿Y cuál es el primer gesto del amor? Darse, ocupar, servir, ayudar, ejercer… De todos ellos yo me quedo con servir, porque él es un movimiento espontáneo, inmediato, cercano e inevitable. Un servir que también es una entrega gozosa, completa, entera y total. Todas ellas cualidades y circunstancia que no se dan de parte de esta institución (llamada Borbones) hacia sus “subordinados”, y mucho menos hacia Cantabria como la historia nos lo ha demostrado y evidenciado claramente a lo largo del tiempo. Entonces, y llegados hasta aquí, surge la necesaria y obligada pregunta: ¿por qué tendría entonces el pueblo cántabro que corresponder a una institución (o ante un órgano monárquico) en iguales circunstancias y pareceres si dicha institución no ha correspondido a nuestro País Cántabru como se podría haber esperado y deseado?

Así, en su integridad, en su moralidad, en su pureza, y también en su verdad, el servicio y la libertad (lejos de ser contradictorias), son realidades complementarias y aumentadas, pues es en la unión perfecta con la suprema realidad donde se encuentra la perfecta libertad y el desinteresado servicio, ya que toda ignorancia, oscurantismo, inexactitud y atraso son esclavitudes que nos vuelven impotentes, limitados, debilitados, y al final incapaces e incapacitados. Pues desde que una persona tiene poca inteligencia, pero sí mucha ignorancia (cualidades propias y específicas todas ellas del Borbón), y al tiempo no menos desconocimiento de sí mismo, ya ello es en sí una profunda limitación para ser libre y soberano. Porque en tanto que exista un elemento de inconsciencia en la entidad, eso ya es en tales evidencias una limitación, o mejor, un camino hacia la depravación y la esclavitud. Porque solo en la unión perfecta con la suprema evidencia y la excelsa realidad puede estar la libertad y el servicio en perfecta efervescencia y plena ebullición. ¿Y cómo realizar esta unión si ello no es por un don del sí espontáneo y desinteresado, o si prefiere, a través del don del amor y de la entrega? Todas ellas circunstancias que no se dan y jamás se han producido en y con los Borbones.

Cualquiera hasta aquí podrá a lo mejor pensar que a lo mejor le tengo cogido cierto “gato” al Borbón, pero no, la verdad es que no, ya que solo me limito a no quedarme solo en la circunstancialidad, ya que siempre me gustaron los realistas objetivos, como por ejemplo Platón (427 a.C-347 a.C.), Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) y Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), que consideran que las ideas existen por sí mismas, y que en consecuencia éstas solo pueden ser aprehendidas o descubiertas mediante la razón y la lógica. Corriente que es contrapuesta al idealismo subjetivo, de por ejemplo George Berkeley (1685-1753), Johann Gottlieb Fichte (1762-1814) o Ernst Alfred Cassirer (1874-1945), que por el contrario sostiene que las ideas solo existen en la mente del sujeto. En consecuencia, no hay un mundo externo independiente del individuo que conoce.

¿Y qué es aquí lo objetivo y qué no lo es? Pues, por ejemplo, si hoy y ahora se hiciera en España un referéndum, y se consultara al pueblo para dilucidar si éste quiere o no una monarquía, es casi seguro que vencería el no como una opción y preferencia mayoritaria y principal. Y quien dice aquí monarquía bien podría también decirse acerca de otras cuestiones y discernimientos que libremente se podrían plantear al pueblo, pero que al final no se hacen, o simplemente ni tan siquiera se le plantean: inmigración masiva y descontrolada, expropiación de bienes públicos que son entregados a fondos privados, etc.

Aunque han transcurrido ya más de tres décadas desde aquellas, el sentimiento cantabrista y general en favor de su integración en la madre Cantabria aún sigue siendo alto

Entonces, no nos quedemos solo en los hechos y en las pasiones que nos puedan resultar quizá más cercanas y personales. Centrémonos en que es un hecho real, o mejor, una circunstancia persistente (y harto verificada, además de constatada), que desde que llegan a las Españas esa Casa nefasta de los Borbones allá por el año 1700, Cantabria no ha hecho sino disminuir su extensión y su fortaleza de una manera insistente y continuada, permanente y escalonada, así y hasta el mismo día hoy. Y es que otro gallo nos habría cantado si los partidarios de las guerras y contiendas civiles y políticas de la causa del infante Carlos María Isidro hubieran ganado las guerras carlistas (1833-1876) que se desarrollaron entonces en las Españas a lo largo del siglo XIX.

Y es que cualquiera que vea, por ejemplo, el mapa de Cantabria, rápidamente va a comprobar con claridad que algo no cuadra, que no está bien y que no es lógico. Una circunstancia y una realidad ésta que rápidamente nos dicen los hechos y la historia más reciente que el País Cántabru ha sido desprovisto de espacio, poder y territorio, para que luego éste haya sido cedido indemne e impunemente a otros territorios desde los tiempos en los que llegan a las Españas esa casa real funesta y perversa llamada Borbones. Y sino ahí está la historia y los hechos para demostrarnos que a La Cantabria se le han usurpado y confiscado un territorio infinitamente mayor de lo que hoy y actualmente posee.

¿O acaso hemos olvidado lo acontecido en los tiempos en que nuestras tierras antiguas (y hoy fuera de la Comunidad Autónoma de Cantabria) siempre fueron territorios de la Cantabria Histórica hasta hace pocos años, que ya entonces pasaron a depender de la plena jurisdicción, de por ejemplo Burgos. Y es que, en efecto, estas tierras del Norte de Burgos siempre estuvieron desde antiguo inscritas en los dominios de los cántabros antiguos, ya que las delimitaciones provinciales comenzaron en 1821 (gobernando en España el borbón Fernando II), si bien se concretarían ya en 1833, y de la mano de Francisco Javier de Burgos y del Olmo: un liberal doctrinario y político andaluz afrancesado que vivió en París, y que luego entró al servicio de la borbona Isabel II (1833-1868). Y es que no solo fueron territorios de los cántabros los que se desprendieron a Burgos, también ocurrió en otros lugares, como por ejemplo en Asturias, que de la noche al día tres concejos cántabros pasaron automáticamente a formar parte de Asturias. Una Asturias, por cierto, que aún no existía como corónimo, al menos documentalmente, pues no sería hasta el 790 que aparece “Asturiis” (las Asturias), fórmula que según parece (la información recopilada y recientemente publicada así lo indica) aglutinó el viejo nombre de Cantabria, que entonces se difuminó, pero nunca se perdió.

El 21 de Octubre de 1833 (al comienzo del reinado de Isabel II), y bajo la regencia de María Cristina de Borbón, fue nombrado Javier de Burgos Secretario de Estado de Fomento bajo el ministerio de Cea Bermúdez. Y sería en ese cargo por el cual posteriormente se establecería luego la división territorial por provincias, basándose las mismas en los planteamientos del Nuevo Régimen; si bien “tomando como base” la antigua constitución en reinos de España. El decreto sería aprobado el 30 de Noviembre, si bien el 22 de Diciembre de ese mismo año sería nombrado ministro de Hacienda.

Fue este personaje nefasto para Cantabria primero senador, y ya más tarde consejero real, aunque finalmente, en 1846 (y coincidiendo con el primer gobierno de Narváez), ministro de la Gobernación, cargo que dejaría en ese mismo año al ser nombrado otro andaluz, Francisco Javier de Istúriz, presidente del Consejo de Ministros entre 1846 y 1847, ya en plena Década Moderada. Con todo, el mal ya estaba hecho, e Istúriz jamás remedió el desaguisado de la pérdida de territorios de sentir cántabro en otros territorios vecinos.

La Guardia Real no es ninguna institución de “éxito”, pues es tan solo un cuerpo al servicio de Su Majestad

El resto ya es conocido, pues en 1838 (y tras ser anexionados por la provincia de Burgos varios concejos que hoy forman parte de la provincia de Burgos) sus habitantes cántabros y montañeses (pues aún entonces éstos hablaban cántabro) trataron con verdadero interés e inclinación (además que con misivas a Santander, al Congreso, a la Reina...) para pedir de nuevo su reingreso en Cantabria, territorio al que siempre habían estado unidos por lazos de identidad y parentesco, sintonía y cultura, y al que sin duda deseaban continuar perteneciendo.

Marchaban entonces los pobladores de Zamanzas, pero también de Arreba, Bricia, Valdebezana, Alfoz de Santa Gadea... con carros a Burgos (tardaron dos días) para pedir no ser incluidos en la provincia de Burgos, pues deseaban seguir siendo montañeses... hasta el mismo momento de hoy (Mayo del año 2024), en donde su deseo de inclusión y pertenencia en la Madre Cantabria aún sigue estando pendiente y aplazado.

No obstante, y si queremos más ejemplos recientes, ahí tenemos el que poco antes de que en 1983 se conformara la actual Comunidad Autónoma de Castilla y León, más de un 79% de los naturales de Aguilar de Campoo (y de su entorno) eran partidarios de su inclusión y permanencia en Cantabria. De hecho, allá por 1976, daban por seguro que Aguilar de Campoo se terminaría finalmente incorporando a Cantabria. Pero ya sabemos que en la política muchas veces los deseos no se corresponden con lo que en verdad es una realidad y/o un anhelo. Aunque también sabemos que Cantabria (principalmente en el último siglo) no ha tenido precisamente buenos interlocutores ante el Estado Borbón (ni tan siquiera los que se hacen llamar así mismos “regionalistas”) que convenientemente la haya representado.

Y fue así como esta realidad nunca se produjo (Almería, por ejemplo, tampoco deseaba formar parte de Andalucía, sin embargo, acabó integrándose en contra del sentimiento mayoritario de su población), y al final, y de esta manera, la villa se terminó incorporando finalmente a la comunidad castellanoleonesa, sin tener para nada en cuenta, ni sus diversos indicadores socioeconómicos, ni tampoco sus sentimientos culturales y políticos pro cántabros... hasta el mismo día hoy.

Llegados hasta aquí bien podríamos recordar los años 80 del pasado siglo (y aún a principios de los 90), en las fiestas de Praos de San Juan y de San Pedro, en donde era muy habitual que los aguilarenses siempre sacasen lábaros en las fiestas del patrón. Pues era esta una muestra, o mejor, una manera simbólica más de reivindicar y dar a conocer sus sentimientos de afecto y permanencia junto a Cantabria.

Aunque han transcurrido ya más de tres décadas desde aquellas, el sentimiento cantabrista y general en favor de su integración en la madre Cantabria aún sigue siendo alto entre su población, como fácilmente esto se puede ver en cuanto se llega a su gran Plaza Mayor (presidida por la Colegiata de San Miguel), y se tapea, por ejemplo, por sus calles, o bien se visitan los pueblos más cercanos.

Hasta aquí lo principal de este artículo, que en realidad tiene que ver con la Guardia Real (es la única unidad militar que depende de Casa Real y no del Ministerio de Defensa), que la semana pasada “tomó” temporalmente varios municipios cántabros (entre los días 8 y el 11 de Mayo), tras la iniciativa surgida del deseo de la Guardia Real (cuerpo militar nacido en el siglo XI para proteger al Rey y la Familia Real, así como a los Jefes del Estado extranjeros) de divulgar su labor y su legado conformado por siglos al servicio de la Casa de Su Majestad el Rey.

Su “ejercicio anual de acercamiento a la ciudadanía” consistió en hacer exhibiciones, un concierto, exposiciones, un pasacalles y una jura de bandera civil. Pero curiosamente, y para tal evento, parece ser que se le olvidó (quizá intencionadamente) el que no hubiera una adecuada y lógica representación de cultura y tradición cántabra. Con todo, y lo más llamativo, es que la institución real nos informará detalladamente que “(…) el objetivo, consistía en acercar a los cántabros y visitantes “una historia de éxito”. Eso es lo que les traemos aquí, una historia de éxito, y esa historia de éxito es la historia de la institución que a lo largo de los siglos ha vertebrado la convivencia entre los españoles, que es la Monarquía Española”.

Mi apunte personal es que la Guardia Real no es ninguna institución de “éxito”, pues es tan solo un cuerpo al servicio de Su Majestad, que con la conveniencia y el agrado de los políticos españoles de turno (de una y otra tendencia y condición) ha contribuido con su “esfuerzo” para que Cantabria sea menos y tenga menos poder en el organigrama actual del Estado.

Por eso, y para aquellos que lanzaron vítores, ovaciones y palmas esos días, aquí va para estas personas este artículo, sin ningún tipo de consideración despectiva, como tampoco para los 1.500 miembros (de los cuales nueve son cántabros), y solo a mero interés de por mi parte opinar e informar. Pues esas personas que hace pocos días han celebrado el que una institución como lo es la Guardia Real lance al aire de nuestro país banderas, salvas y cañonazos, quizá antes deberían de saber y reflexionar para así tener en cuenta los acontecimientos pasados, y sin duda más recientes de nuestro país. Esos que en definitiva hoy son los que nos han llevado hasta donde ahora mismo nos encontramos: paro, desindustrialización, precariedad, extractivismo de nuestros recursos humanos y energéticos, pérdida de poder adquisitivo, anulación de nuestro patrimonio cultural y lingüístico... y así un largo etcétera.

Y es que, y por lo que respecta al cántabru, se podría decir que solo empezaría a decaer la lengua cántabra a comienzos del siglo XVIII, si bien levemente (aunque en el País Cántabru no tanto como sin embargo sí que ocurriría en otras partes del Estado, como, por ejemplo, en la Corona de Aragón), como consecuencia de que en 1700 muere sin descendencia Carlos II “El Hechizado”, accediendo entonces al trono un borbón: Felipe V. Borbones que eran muy diferentes a los Austrias, en cuanto a lo que respecta a la obligación que tenían entonces todos los reyes de España de respetar la cultura propia de todos los pueblos que entonces integraban y conformaban su reino.

Un reino que entonces llamaban “las Españas”, y que hasta el final del siglo pasado aún se escuchaba y se referían a ella con esta denominación, al conjunto de pueblos y culturas que habitaban en esta parte del continente europeo: una especie de subcontinente, a su vez dentro de otro continente aún mayor como lo es en este caso Europa.

Al final me quedo con el filósofo y poeta alemán, Philipp Mainländer, nacido como Philipp Batz (1841-1876), quien afirmaba con entusiasmo y arrebato que “un héroe es, por consiguiente un soldado que estando rodeado de fuego ha superado el miedo a la muerte y también todo aquel que pone en riesgo su vida para salvar a otro. Muere con la espada en la mano por los ideales de la humanidad y su vida es un arma valiosa para luchar por el bien”.

Que los acontecimientos presentes y futuros no nos anulen la razón y el entendimiento de lo que en verdad ha de ser la realidad más objetiva y circunstancial de los hechos y aconteceres que hoy vivimos, y que a veces de una manera un tanto irreflexiva e ilógica a veces percibimos.

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