viernes. 26.04.2024

¿Black qué?, Black Friday, y también en la casa de Riccardo Bertani

En vez de celebrar el día 23 de noviembre el “Black Friday”, se podría celebrar, por ejemplo: el Día Aposáu, el Ensin Encira; y así otros más de la misma o parecida afinidad, similitud, asociación y parecido.

De un tiempo a esta parte, en algunos comercios de Europa, se ha ido implantando (en España a partir del año 2015) de una manera generalizada una tendencia consumista norteamericana (proveniente de EE.UU. y denominada Black Friday); la cual pretende sumergirnos en la incentivación de las compras compulsivas y el endeudamiento que preceden a la Navidad. Entre otros motivos debido a que la “crisis económica” (manifiestan de manera insensata los “mass media”) incentiva a las personas a realizar sus compras en esta época de descuentos justo antes de la Navidad.

¿Porque no probar a incentivar a las personas a concienciarse hacia un consumo responsable, y si es en cántabru mucho mejor?

¿Pero porque no probar a incentivar a las personas a concienciarse hacia un consumo responsable, y si es en cántabru mucho mejor, en vez de tener que importar modas de fuera basadas en un consumo indiscriminado? ¿Y qué tal si, por ejemplo, mejor dar consejos sobre cómo alargar el ciclo de vida de una prenda; para así evitar que la ropa sea parte de la cultura de usar y tirar; con las graves consecuencias que esto supone para el planeta y el medio ambiente? ¿Acaso no sabemos que existe otra manera de dar una segunda vida a los que otros llaman “residuos” “pasado de moda”, etc., convirtiendo esas prendas “antiguas” (a través de la reciclación) en moda con accesorios y calzado, por ejemplo, de la misma calidad que las prendas no recicladas; y que sin duda pueden durar hasta décadas atendiendo a un modelo de economía circular?

¿Qué tal si a esta iniciativa le sumamos otra (a la cual etiquetamos con un símbolo), que identifique con simbología cántabra y en cántabru, la relación y el respeto entre ambas: consumo responsable y respeto a la Naturaleza, con identidad cultural y en cántabru; a fin de poder hacer así una oposición responsable, consciente, y sensata en contra de tanto despropósito de no devolver a la tierra lo que ella nos da? ¿Y por qué no una moda sostenible y artesana (al estilo de la “Slow Fashion”), heredada de nuestra cultura cántabra y en cántabru?

En vez de celebrar el día 23 de noviembre el “Black Friday”, se podría celebrar, por ejemplo: el Día Aposáu, el Ensin Encira; y así otros más de la misma o parecida afinidad, similitud, asociación y parecido.

El “Día Aposáu” (Día Relajado), a imitación del “Slow Movement” (Movimiento Lento), es una corriente cultural que promueve calmar las actividades humanas abogando por retomar el control del tiempo, en vez de someternos a su tiranía y a su control, dando así, y de esta manera, prioridad a las actividades que redundan en el desarrollo de las personas y de los colectivos. Y todo con fin de encontrar un mejor y un más adecuado equilibrio entre la utilización de la tecnología orientada al ahorro del tiempo, y la consciencia que es necesaria implementar a fin de poder disfrutar de actividades como, por ejemplo, pasear o socializar, contemplar y pensar, observar y descansar.

El “Ensin Encira” (Sin Prisa), que tan común siempre fue en Cantabria (y en todo Occidente) la costumbre de tomarse un día de descanso a la semana (los Domingos); debería de promocionarse y valorarse aún mucho más de lo que ahora se hace. Y es que antaño (cuando no había centros comerciales) los domingos eran los días en cuando las tiendas descansaban y permanecían cerradas, a fin de poder  así exaltar los valores del disfrute y del saboreo de la vida, siendo selectivos en la actuación, y también plenamente conscientes de cómo y de qué manera invertimos y vivimos nuestro tiempo.

La casa de Riccardo Bertani (un agricultor nacido en Caprara di Campegine, un pueblo de apenas 700 habitantes en Emilia-Romagna, Italia, el 14 de Septiembre de 1930) siempre está abierta para quien quiera ir a visitarlo. En el exterior hay un cartel que reza: “Fondo de la biblioteca documental de Riccardo Bertani”. Se trata de una colección de obras y trabajos de gran importancia lingüística y cultural que ha donado a Campegine, el pueblo del que depende Caprara. Y lleva el nombre de quien en esa granja siempre ha vivido encerrado en una habitación repleta de libros y diarios.

Allí Bertani (en las últimas siete décadas de estudios y traducciones) ha escrito y creado más de mil volúmenes (entre diccionarios, traducciones, ensayos de lingüística y folclore, con geniales comparaciones entre lenguas y tradiciones del mundo), llegando a conocer y entender más de 100 idiomas como persona autodidacta que es.

Desde la temprana edad ya descubrió que su futuro estaba en las lenguas; especialmente en las remotas

Nacido en una familia campesina con posibles (en un ambiente familiar con estímulos culturales derivados de un padre que fue alcalde comunista de Campegine en la posguerra), en la casa de Bertani siempre hubo muchos libros rusos, y quizá (dice él) de ahí es de donde le vino la pasión por los idiomas. Pues ya siendo muy joven leyó a Leon Tolstoi, por lo que desde la temprana edad ya descubrió que su futuro estaba en las lenguas; especialmente en las remotas. De hecho, aprendió en poco tiempo ruso y se apasionó por Rusia, las estepas siberianas, el Oriente, y, por supuesto, las lenguas de esos pueblos.

Dejó la escuela justo después de la escuela primaria, pues según afirma: “Estaba interesado en otras cosas, y solo un profesor pudo entenderme, sin embargo, yo nunca me consideré lo que se podría decir: un agricultor modelo”. Y prosigue: “Tras dejar la escuela primaria empecé a estudiar de manera autodidacta las lenguas antiguas de Siberia, Mongolia y el Este de Europa”. (…) “Primero empecé a hojear a Tolstoi, a leerlos en italiano, y luego compré una gramática rusa para traducirlo. No hice nada más en mis primeros años de juventud”.

Él es lingüista, escritor y traductor italiano, que, sin embargo, no habla inglés, ni tampoco ha estado nunca interesado en aprender la lengua de William Shakespeare; sin embargo se levanta a las 5 de la mañana (antes lo hacía a las 2) para estudiar, leer, escribir y ver el amanecer, y así prosigue hasta las 9 de la mañana; que es cuando ya se prepara para realizar sus labores en el campo. Y sentencia: “Una de mis grandes pasiones es disfrutar del amanecer (es lo que él llama “estremo mattino”), cuando la mente está más limpia y fresca”. “Mi amor por la mañana es inmenso”, reconoce.

Su casa (humilde) está llena de libros, donde vive solo desde la muerte de su madre, habiéndose limitado únicamente a visitar algunos ateneos y universidades para dar conferencias y presentar algunos de sus libros. Sin embargo, Bertani ha viajado a través de la lectura, y casi nunca ha dejado su casa. “Mis piernas ya no me permiten alejarme de casa”,  dice con resignación, pero su inspiración parece inagotable: “Me inspiro en el gran maestro Tolstoi. En la ética de las cosas sencillas, según la cual uno vale por lo que es, no por lo que tiene”.

Se sabe “rebelde hasta el final”, por lo cual no acepta ni filosofías, ni tampoco religión alguna. “Mientras pueda, continuaré escribiendo y traduciendo, pues me he dado cuenta de que al final existe un infinito, al que marcharé algún día, y para el cual me preparo”. Sentado en su escritorio, afirma: “No tengo carnet de conducir y, aparte de los documentales sobre ciencia y animales, no veo la televisión”.

Su casa se ha convertido en un Fondo y él invita a los amantes de las lenguas desaparecidas a visitarlo

“Siempre me ha interesado el folklore, las tradiciones, y las leyendas de los pueblos antiguos”, afirma, abarcando su bibliografía desde 1956 hasta la actualidad; explorando siempre idiomas desconocidos y olvidados (como el jacuti, el jugakiry, el burlati, el estrusco, el longobard, el mongol, el persa, el esquimal, el aíno, las diversas lenguas mayas, etc.), a fin de poderlos hacer estos comprensibles a los italianos. Una herencia que ha decidido dejarnos a todos, pues su casa se ha convertido en un Fondo y él (quien en su vida escribió largas cartas con Claude Lévi-Strauss para conversar sobre la mitología germánica), invita a los amantes de las lenguas desaparecidas a visitarlo; pues muy posiblemente no existe en el mundo un caso igual.

Mientras continúa trabajando como agricultor (a mediados de los noventa donó a la ciudad de Campegine su muy rica biblioteca personal, para cuya conservación y difusión se creó el Fondo Riccardo Bertani), Bertani colabora con varias universidades y enciclopedias, con varios académicos independientes; al tiempo que también realiza trabajos sobre el folclore de su tierra natal.

Su reflexión es sencilla, para los tiempos actuales de globalización salvaje y anulación programada de la sociedad: “Para que una lengua o un dialecto persistan, hay que enseñarlo en las escuelas. Si esto no se hace, la lengua muere y desaparece para siempre”.
 

¿Black qué?, Black Friday, y también en la casa de Riccardo Bertani
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