sábado. 20.04.2024

Por un 28 de julio también en cántabru

Si queremos hacer visible el cántabru, los Ayuntamientos son los más adecuados y fantásticos escaparates desde los cuales poder emprender acciones de calado social.

Hasta no hace muchos años (finales del siglo XIX-principios del XX) el cántabru era la lengua principal y mayoritaria de toda Cantabria (más del 90% de la población lo usaba y empleaba), aún incluso en los grandes núcleos y áreas de población, pues las personas de manera habitual, continuada y permanente hablaban el cántabru sin tan siquiera tener constancia de ello; pues sencillamente esta era su lengua nacional. Sociedad y pueblo que entonces (no nos olvidemos) al comenzar el siglo XX, vivía de manera mayoritaria en pueblos pequeños y aldeas. Una realidad ésta que hacía posible que entonces el cántabru pudiera gozar de una muy buena salud en la mayor parte de los pueblos y las aldeas de nuestro país.

Las personas de manera habitual, continuada y permanente hablaban el cántabru sin tan siquiera tener constancia de ello

Este hecho histórico, y también circunstancia lingüística (que no ha sido explicada y dada a conocer en su totalidad a la ciudadanía de Cantabria de manera clara), tiene y podría tener ahora sus cauces y sus vías naturales de expresión a través de los Ayuntamientos, así como y a través de los distintos foros locales de participación ciudadana, pues quienes gobiernan los asuntos de la "polis" toman todos los días las decisiones que al final afectan a las vidas y a los quehaceres diarios de miles de personas.

Y estas decisiones y medidas se toman en gran medida en los Ayuntamientos: los que antaño fueron los concejos abiertos cántabros. Sin duda alguna la forma de democracia más directa, representativa y participativa de cuantas hayan existido hasta la fecha en Europa. Anteriores incluso a la reunión-convocatoria que en su día y en audiencia pública organizó en 1187 el rey castellano Alfonso VIII.

Y todo con el fin de consultar con los nobles de su corte (entre ellos, obispos, generales castrenses, condes y duques, el contable mayor del reino y asesores personales), y por primera vez con los representantes de las 50 ciudades más importantes de Castilla que en su día se dieron cita en San Esteban de Gormaz (Soria), el matrimonio de su hija mayor Berenguela con el príncipe germánico Conrado: a la sazón hijo de Federico I Barbarroja. Ese fue, por lo tanto, y en su día, "el primer Parlamento del mundo" (anterior en un año a la Carta Magna leonesa de 1188), aunque por supuesto, y vaya por delante, con el permiso de los concejos cantabriegos de representación directa; que lógicamente usaban el cántabru como lengua propia y particular de su solar y raza.

Las personas que desean hacer visible el cántabru, no solo pueden apoyarse en estas instituciones, sino que deben de hacerlo

Por ello, si queremos hacer visible el cántabru, los Ayuntamientos son los más adecuados y fantásticos escaparates desde los cuales poder emprender acciones de calado social, siempre asesorados por especialistas y profesionales. Aunque también pueden hacerse apoyándose en las deliberaciones y en las opiniones de quienes se van a ver beneficiados por esas acciones, y por quienes también conocen el terreno de una manera más directa: los vecinos y las vecinas, o si se prefiere, las personas que hacen posible la existencia del territorio.

Es más, las personas que desean hacer visible el cántabru, no solo pueden apoyarse en estas instituciones (que también y para eso están), sino que deben de hacerlo de una manera irrebatible, evidente y clara. Pues la intervención, la participación y la implicación es un derecho reconocido en la Constitución española, estando los Gobiernos (cántabro y español) obligados a incluir mecanismos que garanticen el efectivo ejercicio de este derecho.

Haciéndolo se profundiza en el carácter participativo de la democracia, por ejemplo, a través de los foros locales. Por ello y para ello, poner en valor a la gente, a la población, a la ciudadanía, al tiempo que darle herramientas y recursos para que su opinión cuente, resulta prioritario en la labor de la dignificación de la lengua cántabra. No hay otro camino y esto debe de abordarse así y de esta manera si deseamos sacar adelante nuestra lengua nacional.

De lo que al final se trata es de cambiar la relación entre la Administración y los administrados, además de dar cobertura y asistencia a las personas que desean vivir sus vidas aprendiendo y conociendo el cántabru. Es por esto por lo que la participación y la implicación activa y responsable de los "actores implicados" resulta más que evidente y clara.

Los Ayuntamientos y demás corporaciones locales deben facilitar las cosas para que sean las personas quienes puedan elaborar y sacar adelante las medidas y las propuestas que en mayor estima tengan a la hora de dignificar una lengua seriamente amenazada y en grave peligro de desaparición.

En la elaboración de estas acciones y reglamentos, propuestas y coordinaciones, resulta principal la adecuación de los Foros Locales de Trabajo, que habrán de contar con la participación de partidos políticos, asociaciones de vecinos, agrupaciones privadas... a fin de poder coordinar esfuerzos y estrategias de carácter individual y colectivo; que por amplio acuerdo organice la divulgación y la presencia del cántabru en la sociedad del siglo XXI.

Tuvieron que pasar 10 años para que las inquietudes por hacer del Lábaru también una bandera institucional triunfaran

La articulación de reglamentos en este sentido será la base sobre la cual luego poder tomar decisiones y actuaciones claras y precisas. Al tiempo que la piedra angular para favorecer la participación de manera ágil y precisa, sencilla y efectiva, a fin de construir una nueva realidad y un nuevo espacio de encuentro y de vida en común; restableciendo de esta manera los valores que antaño hicieron de Cantabria una tierra única y singular.

Ayuntamientos estos que han sido claves y fundamentales a la hora de, por ejemplo, hacer del Lábaru, una bandera oficial de Cantabria, si bien habría que remontarse al año 2006, que es cuando por primera vez se alza oficialmente un Lábaru en un Ayuntamiento de Cantabria. Concretamente sería el Ayuntamiento de Comillas, si bien ya antes la organización política Conceju-CNC, había comenzado unos meses antes una campaña para el "Reconocimiento del Lábaru como Bandera también oficial de Cantabria", y añadían desde su página oficial entonces y por aquellas fechas del año 2006 lo siguiente:

"(...) Con el objetivo de que en la Reforma del Estatuto de Cantabria se vea incluido en el articulado por petición y aprobación de los municipios de Cantabria. Esta propuesta ya ha sido aprobada en pleno municipal de Comillas al que acudieron miembros del Conceju de Comillas y del Cumité Nacional. Esta campaña se extenderá a los municipios cántabros y demás instituciones cántabras., intentando reconocer al estandarte como símbolo representativo de todos los valles, comarcas y pueblos de Cantabria".

Raúl Huerta Fernández, Portavoz Nacional de Conceju-CNC, manifestaba entonces que "(...) tras la aprobación de la propuesta para el reconocimiento y difusión del Lábaro como bandera de Cantabria en el Ayuntamiento de Comillas, la organización extenderá tal propuesta a todos los municipios de Cantabria para que se promueva una petición popular e institucional para que en la próxima reforma del Estatuto de Cantabria se recoja como el estandarte que represente a todas las comarcas, valles, municipios, pueblos y gente de Cantabria".

A día de hoy la inmensa mayoría del pueblo cántabro reconoce el Lábaru como su símbolo más representativo e identitario

Tuvieron que pasar 10 años (concretamente hasta el 15 de Marzo de 2016), para que las inquietudes por hacer del Lábaru también una bandera institucional triunfaran y salieran adelante con el apoyo, primero del PRC (quien en el Pleno del Parlamento de Cantabria, en su sesión del día 14 de Marzo de 2016, hizo la propuesta por el "reconocimiento del Lábaru como símbolo representantivo e identitario del pueblo cántabro y los valores que representa)", y de luego el resto de fuerzas políticas: PSC-PSOE y Podemos Cantabria.

A este clamor popular de la sociedad civil cántabra no se sumaron dos fuerzas políticas: PP y Ciudadanos, quienes alegaron para oponerse: "(...) cuestionamientos de identificación y falta de acuerdo". Tres años después estos dos partidos dejaron de mostrar oposición hacia el Lábaru, y ya solo una fuerza política en la actualidad se opone abierta y frontalmente al Lábaru: VOX.

A día de hoy la inmensa mayoría del pueblo cántabro reconoce el Lábaru como su símbolo más representativo e identitario, al tiempo que promueven su uso y también su difusión como expresión iconográfica del pueblo.

En el Boletín Oficial de Cantabria, con fecha de 11 de Febrero de 2019, y firmado por la Presidenta del Parlamento de Cantabria, María Dolores Gorostiaga Saiz (PSC), podemos leer lo siguiente con relación al Lábaru:

(..) Sin embargo, a pesar de la consolidación de nuestro hecho autonómico y, por extensión, de los símbolos que nos representan, en los últimos tiempos ha revivido con un vigor incomparable la utilización del Lábaro o Lábaru como expresión de la identidad cántabra, como símbolo de identificación del pueblo con su solar, lo que no deja de resultar, cuando menos, significativo y, en consecuencia, digno de ser observado y analizado por las instituciones que, en definitiva, no son más que la representación de la soberanía popular.

Efectivamente, este símbolo, ajeno a la oficialidad, ha ido consolidándose y generalizándose, implantándose socialmente y de forma espontánea como representativo, lo que merece, cuando menos, cierto reconocimiento. El Parlamento de Cantabria en la sesión ordinaria celebrada el 14 de Marzo de 2016, aprobó una proposición no de ley en la que se reconocía el Lábaru como símbolo representativo e identitario del pueblo Cántabro, y los valores que representa e instaba a todas las instituciones y la sociedad de Cantabria a que se promoviera y se participara de forma activa al reconocimiento, la difusión y el uso del Lábaru como expresión iconográfica de la identidad del pueblo Cántabro. Este reconocimiento por el Parlamento de Cantabria generó que en la mayoría de los Ayuntamientos de Cantabria se aprobaran mociones para que ondeara el Lábaru en los Ayuntamientos, en plaza y diversos edificios públicos. Y en día muy simbólico como lo es el 28 de Julio podemos ver prácticamente en el 100% de los Ayuntamientos el Lábaru ondea en sus fachadas.

Estos trazos y apuntes de nuestra historia más inmediata y cercana son necesarios traerlos hoy a colación, pues si en diez años se pudo lograr y conseguir que el Lábaru fuera una enseña más de nuestro pueblo, también esto mismo podría suceder y ocurrir ahora con nuestra lengua cántabra: la de su institucionalización y posterior reconocimiento oficial junto al castellano.

Y es que en Cantabria, por ejemplo, y poniendo como ejemplo inevitable el 28 de Julio, siempre se llamó al mes de "Julio" por el nombre cántabru de "Santiagu". Y de hecho, y aún en los pueblos, esto sigue siendo así y de esta manera, por no estar estos lugares tan "contaminados" cultural y lingüísticamente por "la capital" y la globalización.

Una fecha tan señalada como lo es esta del "Día Nacional de Cantabria", en el "reportoriu" (calendario), debería sin lugar a duda de llevar (al menos por la parte que le corresponde al Gobierno de Cantabria) también su correspondiente denominación en cántabru, para así quedar, por ejemplo, de la siguiente manera: 28 de Santiagu, Día' las Estitucionis (28 de Julio, Día de las Instituciones). Las combinaciones pueden ser variadas y múltiples, pero siempre deberían de llevar su frase o texto en cántabru (en la parte más visible y reseñable), y luego su correspondiente traducción al castellano.

Y no solo porque esto es así en todos los lugares del mundo en donde aún se mantiene una o más lenguas nacionales, sino porque además, es un acto de justicia y de reparación hacia aquellos territorios que deseando ser cántabros (y aún hablando cántabru), a día de hoy son y siguen estando privados de la enseñanza y del conocimiento de su lengua y de su realidad cultural cántabra.

Cuando en 1789 se reúnen las Cortes en San Jerónimo El Real (Madrid), y encargan al pintor Luis Paret y Álcazar la inmortalización de tal evento, las lenguas de las Españas (que así como aún se dominaba entonces el reino de España), o si lo preferimos: las lenguas regionales, no eran por aquel entonces, ni sinónimo de separatismo; ni tampoco motivo de pelea o lucha entre distintos bandos y familias, grupos y/o intereses contrapuestos.

Las guerras carlistas (1833-1876), en parte, fueron, o serían ciertamente, un contrapeso a esa acción decidida por parte de la entonces monarquía absolutista (la borbónica que finalmente terminaría venciendo a los carlistas) de querer ir poco a poco centralizando el poder y el "mando unificando", a fin de no solo ir acabando con las particularidades nacionales y culturales propias de los territorios, sino también de someter política y económicamente a los "nuevos súbditos" (los pueblos de la Península Ibérica) al incipiente orden institucional que pronto comenzaría a ejecutarse, empleando para ello fundamental y principalmente la lengua castellana. Dos siglos después (y de una manera continuada y perversa) la historia persiste y sigue repitiéndose en contra de los pueblos y las culturas, de las identidades y de las particularidades nacionales.

Aunque cada vez el cántabru está más y más presente en nuestra sociedad (al igual que antaño lo fue el Lábaru), es y son en los momentos como este del 28 de Santiagu, cuando desde las Instituciones se debe de hacer un esfuerzo extra, así como un guiño hacia nuestra lengua. Está más que justificado y es de justicia el que así sea.

Si la sociedad civil de Cantabria se moviliza ahora y de igual manera en favor del cántabru a como en su momento lo hizo por el Lábaru, pronto nuestra tierra podrá volver de nuevo a disfrutar de su otra lengua, hoy en verdad olvidada y arrinconada, no divulgada y aún no reconocida del todo por algunas personas y grupos.

Por un 28 de julio también en cántabru
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