viernes. 29.03.2024

Morero, suma y sigue. El ecologismo amansado

“Y los jardineros fueron a la selva…”

Dos años después de una de las mayores catástrofes ambientales acaecidas en el entorno de la Bahía de Santander en las últimas décadas, como lo fue la deforestación a matarrasa del longevo bosque de Morero, la antropización o humanización continúa allí. Ahora toma la forma de mantenimientos o supuestas mejoras ambientales a ambos lados de la ría: antes por una supuesta organización sin ánimo de lucro, en la parte sur de Morero. Otra, del mismo carácter, actúa en la norte, arrasando el sotobosque para sembrar plantones. 

Se llevó por delante unos tres centenares de árboles autóctonos, y muchos centenares, tal vez miles, de otros ejemplares naturalizados

En el antiguo bosque se llevó a cabo una tala masiva en la mayor parte de su superficie, que se llevó por delante unos tres centenares de árboles autóctonos documentados por quien suscribe, y muchos centenares, tal vez miles, de otros ejemplares naturalizados, como las robinias o falsas acacias (más conocidas por los lugareños como acacias) de una superior riqueza en biodiversidad. También ciento cincuenta eucaliptos de cincuenta años de antigüedad, todos ellos de gran porte, también de una importancia para la biodiversidad contrastada. Por cierto, ni unas ni otros están considerados como invasores en el Catálogo Nacional de Especies Invasoras (RD 630/2013). Como consecuencia de aquellas talas, aún siguen cayendo abatidos por el viento otros colosales ejemplares autóctonos, que perdieron la protección que les proporcionaba la intrincada selva. 

Las actuaciones se realizaron en plena época de floración, cría y nidificación de las especies. No se taló una banda perimetral de acacias de gran porte, lo cual es muy curioso y nos lleva a la reflexión, ya que el objetivo era el de eliminarlas —según una carta a mí dirigida por un técnico del Anillo Verde del Departamento de Conservación de la Fundación Naturaleza y Hombre: “La falsa acacia está considerada entre las 20 especies exóticas invasoras más dañinas de España y entre las 100 más dañinas del mundo (UICN, 2000)”—. Se realizaron movimientos de tierras de miles de metros cúbicos, que devastaron, además de la floresta o la parte aérea del bosque, su suelo y una gran parte de su subsuelo. Se taponaron dos arroyos y se desvió por dos veces otro. Uno de los arroyos taponados, el de La Regata, aisló y aísla un área de la zona marítimo-terrestre de unos mil cuatrocientos metros cuadrados. Se vertieron tierras sobre la ribera del mar de la ría de Solía. Como consecuencia de las actuaciones se produjo un desplazamiento de la fauna que afectó a cientos de especies de vertebrados y a una inmensa cantidad de invertebrados. En consonancia, se malograron centenares de nidos (por ponerle un número bajo) y se produciría una indeterminada mortandad de otros animales que no tienen la capacidad, como otros, de huir de la devastación. Por otro lado, los trabajos dañaron restos arqueológicos industriales, en una zona que tiene todas las papeletas para ser de interés arqueológico romano, medieval, etc. 

La carencia de las preceptivas autorizaciones conllevó la incoación de dos expedientes sancionadores

La carencia de las preceptivas autorizaciones conllevó la incoación de dos expedientes sancionadores, con la resolución de uno de ellos, que determinó la reposición de un cauce y la imposición de una sanción. La resolución del otro expediente sancionador, el de Costas, permanece sin acceso. Más recientemente, el que suscribe se ha visto, de nuevo, obligado a informar a las administraciones sobre la permanencia de sendos socavones y canales que han persistido en las malogradas charcas, representando un serio peligro para todos los que ahora pueden deambular por el lugar. Los socavones se han rellenado y allanado. Sin embargo, aún perduran los potenciales peligros de caídas en el canal realizado. 

Al director general del Medio Natural del Gobierno de Cantabria se le suponen los suficientes conocimientos técnicos y de gestión de su departamento para ocupar el cargo. Por ello, debería comprender la magnitud de la continuada catástrofe que se produjo y se produce en Morero y, consecuentemente usar sus competencias para atajarla. Paralelamente, debería dar las órdenes oportunas para investigar y fiscalizar todas las actuaciones. 

En este proceso devastador de la selva de Morero, las autoridades, europeas, nacionales, autonómicas, municipales y otros entes han mostrado públicamente su indiferencia y han financiado las actuaciones. 

El asociacionismo ecologista de esta región, al que se le presume la defensa del patrimonio medioambiental, ha adoptado la técnica del avestruz. Y de entre los más importantes hay que destacar a ARCA, SEO/BirdLife, Ecologistas en Acción, a la Asociación para la defensa del patrimonio Histórico, Cultural y Natural del Valle de Villaescusa o a la Asociación Ría, entre otras. Ninguna de ellas ha querido apoyar públicamente mis denuncias. Me temo que gran parte de estas asociaciones son dependientes de las subvenciones públicas: un perro no muerde la mano de quien le da de comer.                     

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