sábado. 20.04.2024

Los refugiados invisibles

Dicen que la “actualidad” de las noticias dura como mucho dos semanas. Lamentablemente la crisis de refugiados no duró dos semanas y hoy es tan vigente como lo era en agosto o septiembre, con la diferencia de que a día de hoy se nos han amontonado los cuerpos sin vida de los refugiados en nuestras costas o han desaparecido en nuestros mares.

Recapitulemos: el pasado verano asistimos al mayor desplazamiento intercontinental de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Nunca en estos 70 años Europa había recibido tantos refugiados en un periodo tan corto de tiempo. Más de un millón de hombres, mujeres y niños llegaron a Europa vía Grecia con destino a Alemania, principalmente. Ese drama humano evidentemente era un problema, pero al mismo tiempo supuso una oportunidad para demostrar no sólo al exterior sino también a nuestra propia ciudadanía que la Unión Europea, aún habiendo traicionado reiteradamente en los últimos tiempos sus principios, aún mantiene algunos  de sus valores fundacionales. Una respuesta basada en el respeto a los derechos humanos, la solidaridad y la generosidad de quién se sabe privilegiado, sin duda insuflaría algo de aliento en nuestro desanimado europeísmo.

Lentamente se establecieron medidas de respuesta ante la crisis; sólo a finales de septiembre se reunieron los Ministros de Interior de la Unión Europea mientras una respuesta ciudadana ejemplar bajo el lema “Welcome refugees” se extendía por diferentes países: desde las redes sociales se organizaron los movimientos vecinales para prepararse para la acogida, listados de familias que ponían a disposición de las autoridades sus viviendas, bancos de alimentos, donaciones, etc. Con la acostumbrada pesadez de la burocracia europea y tras arduas negociaciones no exentas de polémica por las negativas de países como Hungría a acoger refugiados, finalmente se pactaron unas “cuotas” por país, por las que España se comprometió a acoger al menos a 15.000 refugiados, de los 160.000 solicitantes que se pretendía inicialmente ubicar desde Grecia e Italia. Era, según nuestros representantes europeos, un primer reparto de carácter urgente que sin duda no cubría las necesidades inmediatas pero que al menos servía para que hubiera un consenso que desbloqueara las negociaciones y que permitiera dar una primera respuesta a la crítica situación.

¿Qué ha pasado desde entonces? Prácticamente nada en cuanto a las acciones prometidas, sólo se han reubicado a unos 300 refugiados en toda Europa y España ha acogido a 18, cuidado agárrense.  Por el contrario, sí que ha cambiado mucho la presión de la ciudadanía. La opinión pública ya no es un clamor reclamando solidaridad, a ello ha ayudado sin duda las declaraciones de nuestros políticos y la manipulación de algunos medios de comunicación: Se han vinculado atentados a los refugiados, utilizándose para ello un pasaporte sirio falso encontrado entre los suicidas del atentado de la sala Bataclan; se ha potenciado el miedo, con medidas de “seguridad” que recuerdan al “Patriot Act” que George W. Bush impuso en Estados Unidos tras el 11-S; se han asociado los abusos sexuales acontecidos en Colonia en la pasada Nochevieja con los refugiados sirios, cuando parece que fueron otros colectivos de migrantes los autores de ese lamentable suceso y un país tan citado últimamente como modelo por nuestros políticos, como es Dinamarca, ha aprobado incautar los bienes de los refugiados, medida que recuerda a algunas prácticas nazis. No se discuten mientras tanto, los bombardeos franceses, rusos, turcos y estadounidenses en Siria, como si éstos fueran parte de una solución al conflicto o como si ésta, quizás, fuera una medida eficaz para que la población siria se convenciera de que no debe de abandonar el país.  

Dicen que la “actualidad” de las noticias dura como mucho dos semanas. Lamentablemente la crisis de refugiados no duró dos semanas y hoy es tan vigente como lo era en agosto o septiembre, con la diferencia de que a día de hoy se nos han amontonado los cuerpos sin vida de los refugiados en nuestras costas o han desaparecido en nuestros mares. Sigue habiendo niños como aquel tristemente famoso Aylan muriendo en nuestras orillas. Ayer mismo 18 más. Estamos asistiendo impasiblemente a la sucesión de tragedias de aquellos que tratan de cruzar hasta suelo europeo huyendo de una guerra civil que azota desde ya más de cinco años Siria o de otros lugares del mundo no menos castigados, como Libia, Afganistán o Iraq. Perdonen si se les revuelve el estómago, a mí me pasa cada vez que pienso en ello.

Este mismo lunes, se reunieron nuevamente los Ministros de Interior de la Unión Europea con propuestas para atajar la crisis: suspender Schengen, levantar muros, cerrar las fronteras exteriores, expulsar a los solicitantes de asilo no admitidos, contener a los refugiados en Turquía, negarse a aumentar las cuotas, confiscar sus bienes, “grandes medidas” todas ellas muy “creativas” y presumiblemente tan ineficaces como inhumanas.

Mientras tanto en nuestras tierras, este tema se toma muy a la ligera, tanto, que ofende. Y es que el pasado lunes en el Parlamento de Cantabria ante una pregunta acerca del Plan Integral de Atención a los Refugiados, Eva María Tezanos, cuya megaconsejería incluye también la gestión de esta crisis en Cantabria, demostró una vez más que el PSOE es un ejemplo a la hora de hablar de grandes principios y una calamidad a la hora de ejecutarlos. Recordemos que la Sra. Tezanos anunció a bombo y platillo medidas excepcionales y su “completa solidaridad con las víctimas de esta crisis”.

Afirmó que el mencionado Plan se estaba ejecutando. Hasta la fecha, este Plan no ha sido presentado por el Gobierno de Cantabria ni en el Parlamento ni al grupo de trabajo que se formó al respecto con entidades de la sociedad civil, ONGs y partidos políticos, sólo se conoce un borrador vago, lleno de generalidades y que no da respuesta a los principales problemas que plantea acoger a un refugiado. Igualmente, desconocemos si este Gobierno sabe como el Estado va a garantizar que se desarrollen los compromisos asumidos con la Unión Europea. Ni siquiera sabemos si este Gobierno se ha puesto en contacto con la Secretaria General de Inmigración y Emigración del Gobierno de España para conocer de primera mano cómo va a ser gestionada la recepción de los refugiados ni si existe una previsión de cuando y de qué manera se van a recibir, si es que alguno todavía piensa que se van a recibir.

Es totalmente irresponsable la actuación de este Gobierno en esta materia y dice muy poco de la solidaridad del mismo en esta crisis. Sra. Tezanos, le recuerdo de nuevo, que sólo en 2016 más de 45.000 refugiados han llegado a Europa y sólo cruzando el Mediterráneo han muerto al menos 182. Ante este escenario, lo mínimo que se le puede exigir a este Gobierno es seriedad. Seriedad con lo que es su trabajo: elaborar un Plan que responda de manera eficaz y ágil a las necesidades de los refugiados, escuchar a aquellos que mejor saben cómo gestionar estas crisis e incluir las medidas que éstos proponen y actuar con el nivel de responsabilidad que la ciudadanía le exige. De nuevo, no hay correspondencia entre las palabras del PSOE y sus acciones.

Nada que nos sorprenda, aquí como en el resto de España los refugiados han dejado de ser noticia y son de nuevo invisibles.  

Los refugiados invisibles
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