viernes. 19.04.2024

La situación extraordinaria en la que se encuentra sumergido el país ha fluctuado siempre, desde que comenzó el estado de alarma el pasado 14 de marzo, en una delgada línea que divide la responsabilidad del comportamiento incívico. Los primeros fin de semanas de confinamiento regalaban unas imágenes que lejos de fomentar la unión y solidaridad en una crisis sanitaria sin precedentes, avivaban más el desconcierto y enfado. Cientos de vecinos procedentes de las llamadas zonas de riesgo llegaban a Cantabria para pasar sus días “de vacaciones”, como prefirieron tomárselo algunos en los inicios de esta larga crisis sanitaria que lleva ya mes y medio instaurada en la sociedad. Mientras, los cántabros exigían responsabilidad y conciencia social al ver la amenaza del coronavirus cada vez más cerca. Situaciones que aunque mínimas en el conjunto de la población, empañaban el compromiso de la gran mayoría. Dos caras que vuelven a mostrar ahora las ciudades españolas. Cada decisión, cada nueva medida, trae una de cal y otra de arena.

Barcelona, Sevilla, Valencia son algunas de las capitales españolas que muestran la peor cara en el primer día de desconfinamiento de los niños. Playas y paseos marítimos abarrotados, plazas con más gente de la recomendada, personas agrupadas por la calle, la distancia de seguridad se ha quedado en el mismo sitio donde permanecieron todos los viandantes que hoy salían a la luz del sol durante mes y medio. Las denuncias por las redes sociales han sido una constante a lo largo de este domingo. “45 días de confinamiento tirados a la basura”, se lamentan los españoles que ven cada vez más alejado el fin de esta pandemia con comportamientos como estos. “¿Para esto queríais que salieran los niños? Menuda excusa para vuestra mala educación”, se queja otra ciudadana por Twitter.

 

Al otro lado de la balanza, y hacia donde se espera se incline estos días, se encuentra Santander, que, por lo general, se despertaba esta mañana con algo más de vida al oír las risas de los niños y sentir conciencia social de los mayores. Las calles y plazas de la capital cántabra derrochaban prudencia y responsabilidad. Había sitio para todos, incluso para los cientos de patinetes y bicicletas que acompañaban como uno más a padres e hijos. Prácticamente todo niño salía con el suyo. Solo algunas actuaciones aisladas rompían lo que debería ser la tónica habitual: distancia de al menos dos metros respecto a terceros. En este sentido, un vecino de Santander denunciaba las aglomeraciones de gente sin respetar la distancia social que se han podido ver este domingo en el paseo marítimo a la altura del dique de Gamazo.

 

Primer día con niños en las calles y sin sentido común
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