sábado. 27.04.2024

Nadie  sabía nada. Desconocían el pasado de su madre, abuela, tía… Intuían  que debió pasar la guerra siendo muy niña, que estuvo en un colegio y poco más. Margarita Valdeolivas,  había sellado sus labios con un engrudo muy fuerte: el miedo.

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No sabían nada. Hijos, nietos, sobrinas, yernos, nueras…Nada de lo acontecido cuando con seis años tuvo un encuentro con la muerte. Una de las bombas, que desde las alturas del poder fascista decidieron que cayeran en el Barrio Obrero,  entró en el patio o en su casa pero la suerte estuvo de su parte y no estalló. Como contaba su hijo a la prensa, de haber estallado, ni él ni ninguno de sus familiares estarían en ese momento porque no hubieran existido.

No pasó como con las otras bombas que sembraron el terror y la muerte en un barrio de gente diligente y trabajadora. Porque esos eran los barrios elegidos. No los de los ricos o poderosos, sino los de gente obrera que eran los peligrosos para la España domada que pretendían. Solo que la bomba que cayó en su casa no estalló.

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Han pasado ochenta y siete años de aquella fecha y hoy, junto a las compañeras/os de la Plataforma Memoria y Democracia, poníamos broche final a una tarea que nos impusimos después de la aciaga tarde del Parlamento, donde escuché palabras llenas de ignorancia y odio. A partes iguales, porque hay que ser muy lerdo e iletrado para hacer el discurso que nos regaló esa lumbrera de Iñigo Fernández, diputado regional del PP.

Y tener mucho odio reconcentrado en una  mente oscura  para interpelarnos como lo hizo. Con la inestimable ayuda, aunque con poca intensidad y algún dato más, todo hay que decirlo, de la mediocre diputada de Vox, Leticia Díaz…quizá fue  que su discurso de tan soporífero  nos adormeció un poco y no le vimos tan errabundo como el de don Iñigo.

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Aquel momento parlamentario donde se derogó una tímida ley de Memoria Democrática tuvo el poder de despertarnos, hacernos  levantar la vista comprendiendo que seguían con le mismo odio, los mismos rancios y falsos testimonios que la dictadura corrompió y nos juramentamos que no. Que no íbamos a consentir la falacia. Nos reunimos un grupo variopinto de gente, y fuimos sacando con ciertas disensiones y torpedeos, unos actos sobre Memoria.

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Nada se construye sin el pueblo; sabemos, por desgracia, que a este pueblo se le engaña y manipula con cierta facilidad. Los medios, la educación que obvia la historia real, el interés de quienes se enriquecieron con en franquismo -ay le duele, cuantos equidistantes, cuantos de aquellos que propugnan el olvido son beneficiarios de las terribles incautaciones de bienes, de trabajo esclavo, de robo de bebés, de delaciones cobardes…-  consiguen que el pueblo vote en contra de sus intereses porque las emociones se manipulan y el voto es emocional en gran medida.

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Cuando escucho o leo a compañeros que abogan por revoluciones, por medidas drásticas y certeras que beneficien al pueblo,  cargando contra los políticos/as que no las toman, suelo responder lo mismo. La revolución se hace con la mayoría del pueblo o escabechándole. Trabajemos, por tanto, por la educación de la mayoría. Trabajemos por hacer pensar al pueblo en su interés, pongamos un gran espejo delante del votante para que entienda que mientras la tele le asegura que el peligro está en los pobres que llegan en patera, o en que le ocuparan su hogar a poco que despiste su protección con alarmas sofisticadas y muy caras, el banco le roba sin piedad, la sanidad se la esquilman en base al enriquecimientos de los amigotes del poder y la educación pública se queda en puro chasis para que se engorden cuentas de resultados privados. Y que la vivienda se ha convertido en finca especulativa porque su acceso es imposible para las rentas medias.

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Para que el pueblo realice la revolución primero debe conocer la verdad. Mi convencimiento es que la historia es ese gran espejo que nos refleja una realidad futura que no vemos pero que existió para que aprendamos. La historia, nos  prepara el futuro y haciendo Memoria, sin sesgos, ni manipulaciones, aprendemos, preparamos y mejoramos el futuro.

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Las bocas, como la de Margarita,  que hoy con los ojos húmedos y temblándole las manos, quedaron selladas años atrás. El terror que impuso la dictadura fue tal que pocas se atrevieron a romper ese dique de silencio que condenó a la nada tantos años de hambre, violencia, torturas, rapadas, fusilamientos, ricino, robo de bebés, violaciones.

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Ella sabía que su familia se deshizo el día que las tropas “liberadoras” atravesaron la ciudad  para aprisionarla con goznes de acero. La familia se le rompió  porque la mayoría huyó y otros fueron encarcelados… Poco o nada supieron de ellos durante cuarenta años. Y esa bomba que no estalló se convirtió en un recuerdo guardado en el fondo de su corazón que no ha salido hasta que los años y un cierto grado de olvido sobre el presente ha desnudado la verdad del pasado. Hoy, rodeada de los suyos, contemplaba el que fue su barrio y quería volver a su casa de la zona martirizada, porque su madre la estaba esperando, decía.

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Con la mente desatada en ese pasado,  hace unos meses, Margarita Valdeolivas  comenzó a cantar en catalán dejando perplejos a los  suyos que no sabían cómo y porqué una paisana de Santander sabía catalán. Resulta que fue enviada allí, a un colegio de Girona, en donde se cantaba en la lengua vernácula. Resulta que comenzó a destapar las capas de miedo y a contar las desventuras familiares que trajo la “liberación” Resulta, que el miedo se apropió de un país que decidió callar para sobrevivir porque no había alternativa. O callabas y sellabas la rabia por la humillación, el robo, la cárcel y el expolio o te ibas. Y no todo el mundo quería o podía marchar.  Por eso el miedo selló tantas bocas.

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Los años, llegando a la senectud, destapan los miedos. El problema es que no todo el mundo llega a cumplir los noventa…Se nos han perdido tantas historias por el camino que una se desespera pensando cuanto nos queda por contar, cuanto por hablar y cuanto por explicar de lo que de verdad vivió este país en el siglo XX y colea en el XXI.

Hoy (ayer para ustedes) ella recuperó su historia. En su mente perdida volvió a ver a sus amiguitas que no tuvieron tanta suerte  porque casi todas las bombas estallaron despedazando  cuerpos infantiles, o los de los padres, o de vecinos. Recuperó el sabor de un barrio masacrado porque dos generales dieron la orden a los pilotos nazis de que ese era el objetivo a batir. El Barrio Obrero del Rey y sus aledaños, como antes había sido Bilbao, y luego sería Durango y Guernica. 

Objetivos a batir por la aviación que poco después bombardearía Europa, arrasando Londres, y eso que los ingleses supieron arrodillarse y plegarse a los deseos del Fhürer en la guerra de España, que como bien sabían el doctor Negrín, Matilde de la Torre, entre otros, que nuestra guerra era el preludio de otra  más grande, no más impía, porque en la nuestra se ensayó todo lo que luego superaría las expectativas más macabras de la historia.

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Quedan pocos testigos del espanto, pero estamos nosotras para recoger los testimonios, hurgar en archivos, en libros de historia, y contar la verdad. Porque de no hacerlo repetiremos curso. De no hacerlo, cuando don Iñigo torne a hablar del terror rojo, no le podremos responder que para terror el de la Falange y sus acólitos, que no negamos los desmanes que un pueblo o un grupo de indeseables realizó durante el periodo de guerra, pero el suyo, su terror, sus masacres, sus venganzas, se realizaban de forma sistémica y planificada por quienes después nos quisieron contar que todo fue para salvarnos.

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Hoy (ayer para ustedes) yo convalecía de una gripe feroz. Cargada de antipiréticos fui a cumplir con la promesa que me hice el día tres de octubre en el Parlamento de Cantabria, de forzar y forzarme para llegar al mayor numero posible de gente con la verdad, con la Memoria, con la historia del franquismo y lo que hizo en nuestro país. Volví pronto a casa porque mis fuerzas amainaban, llegué justo a tiempo de escuchar a una  tipa que en televisión con la bandera de la Comunidad Madrileña detrás, hablaba no sé que de salvar España, de hacer frente al gobierno comunista, de dictadura roja…

De haberla escuchado la superviviente del bombardeo, Margarita Valdeolivas, se hubiera encontrado como en su infancia, y hasta es posible que a sus labios los volviera a sellar el miedo. Porque nosotras hemos cambiado, pero ellos/as, siguen siendo igual de fascistas.

A Margarita no le estalló la bomba
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