miércoles. 24.04.2024

Laura Ferrero es la creadora de ‘Piscinas vacías’, ‘¿Qué vas a hacer con el resto de tu vida?’, 'El amor después del amor’, y lo más reciente ‘La gente no existe’. Escritora, periodista y guionista, esta catalana del 84 se ha metido en el bolsillo a muchos lectores y lectoras, que pueden leer en sus textos vivencias sobre el amor, las huidas, los deseos, la infancia… Un escenario de situaciones que conectan con la realidad de la vida de las personas.

Esta próxima semana visitará la UIMP para participar en el curso ‘Ciencias y Humanidades en salud mental. Diálogos posibles entre las dos culturas’, impulsado por la Fundación Manantial, y este medio ha mantenido una conversación con la escritora sobre sus textos, sus sentimientos y el modo que tiene de ver la vida.

Creo que cuando escribes desde la verdad generas más conexión con el lector, pero no siempre es así

Después de publicar en 2021 ‘La gente no existe’, ¿qué respuesta ha recibido de os lectores? ¿Qué le ha enseñado este libro?

Con cualquier proyecto literario siempre nos planteamos una pregunta. Me di cuenta que en este caso me preguntaba por la existencia, y aprendí que cuando terminas la obra, la pregunta sigue abierta. A veces la pregunta ya existe antes de empezar a escribir, y otras surge cuando estás escribiendo. Con esta obra, cuando la terminé, me di cuenta de las preguntas que me planteaba.

¿Cómo consigue establecer un vínculo del lector con la historia de forma tan directa? Quiero decir, la gente se siente identificada con sus relatos, frases e historias, ¿cómo se consigue esto?

Si lo supiera sería fantástico (ríe). Creo que cuando escribes desde la verdad generas más conexión, pero no siempre es así. Y creo que algo que funciona es no cerrar los finales, dejar las historias abiertas, que el lector se implique creando un espacio para participar en la historia, un final. El arte, si logra conmover, es un éxito. Eso es llegar al otro.

La escritora Laura Ferrero

En cada una de sus historias siempre hay ese acto de huida, por amor, por deseos, por situaciones de la vida… ¿Vivimos así en la realidad?

La prisa impera siempre, todo es rápido. Tenemos conversaciones de ascensor. Por eso, muchos de los temas que planteo surgen cuando ya se ha producido la primera conversación. Me interesan mucho las actitudes, antes los tiempos eran otros y había más calma. No quiero sonar nostálgica de tiempos pasados, pero ahora tenemos la posibilidad de acceder a todo, si algo no nos convence a la primera pasamos rápido a otra cosa.

Vivimos en una sociedad que no nos enseña a quedarnos, queremos que todo sea inmediato. La escritura es el espacio que nos permite reflexionar y pausar las cosas.

Vivimos en una sociedad de la generalización, de todólogos

En este sentido, ¿encuentra la inspiración en el mundo que la rodea o utiliza sus propias experiencias?

Escribo desde el mundo. Tengo un trabajo maravilloso, y por supuesto la mirada siempre es subjetiva. Todos tenemos un punto de vista, pero intento aprovechar lo que me rodea. Lo que intento evitar es que esta mirada se convierta en la única mirada. Es mi punto de vista. Vivimos en una sociedad de la generalización, de todólogos.

Todos los escritores robamos un poco las experiencias, todo nos sirve. Nunca he escrito nada autobiográfico hasta ahora, que me estoy atreviendo. Y también es importante marcar los límites de lo que aprovechamos del mundo. La realidad es inspiradora, pero hasta cierto punto.

A día de hoy, después de leer sus libros, ¿qué es lo que más le motiva a seguir escribiendo? ¿En qué historias cree?

Como decía antes, a veces hay un tema, una pregunta que yo me hago. Entonces escribo para tratar de acercarme a eso, parto desde allí. Si hiciera ciencia ficción o histórica creo que sería diferente. Es muy interesante el proceso porque no sé cómo va, escapa a nuestro control.

Profesionalmente, de la pandemia no voy a sacar nada. Me inspiró lo mínimo

Dicen que la pandemia y ese parón social que hemos vivido, ha servido para que algunas profesiones tomen un respiro y vuelvan al 100%. ¿Cómo le ha afectado la pandemia emocionalmente?

Ha sido muy duro, creo que como para todo el mundo. Profesionalmente, de la pandemia no voy a sacar nada. Me inspiró lo mínimo, no podíamos hacer nada. Lo que a mí me conecta con la escritura es la vida. Por eso durante ese tiempo continué como guionista y periodista.

En relación a esto, y teniendo en cuenta el curso en el que participa, ¿qué aporta la literatura y el arte en general al ámbito de la salud mental?

La literatura y el cine, sobre todo este, han tratado la locura estigmatizándola

La literatura y el cine, sobre todo este, han tratado la locura estigmatizándola. El tema de la salud mental siempre ha sido un tabú, y determinadas patologías están estigmatizadas. Decimos que los locos son así, pero ¿qué es ser loco y ser normal? En este curso tratamos de aportar nuevas imágenes y perspectivas de la enfermedad. Queremos quitar el miedo, que creo que es lo que hay.

En este curso vemos cómo podemos lograr que desde diferentes ámbitos se deje de estigmatizar. Queremos lanzar un discurso que integre, no que distancie.

Y para terminar, como escritora y lectora de otros, ¿qué libro que haya leído recientemente recomendaría?

Al hilo del curso, una de las obras que recomiendo es ‘Un verdor terrible’, de Benjamin Labatut. Es un conjunto de ensayos que elimina la idea de diferencias ciencia y arte. No vivimos en dos culturas, sino que solo hay una.

Y otra obra muy interesante que creo que es espectacular es ‘El museo de la rendición incondicional’, de Dubravka Ugresic, que trata la memoria y la nostalgia a partir de la guerra de los Balcanes. La autora cuenta su experiencia, su vida en Berlín, sus recuerdos de aquellos momentos.

“Vivimos en una sociedad que no nos enseña a quedarnos, queremos que todo sea inmediato”
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