lunes. 06.05.2024

Todo fue una confusión desde un principio. Ella estaba convencida de que aquel hombre del disfraz con el que compartía una copa en carnavales era su antiguo jefe con el que tenía una deuda pendiente: le había acosado en la oficina hasta la baja psicológica. Pero cometió un error de bulto, no era él. Había bebido demasiado y confundió la voz. Uno de sus mejores amigos jugaba a que no le reconociera, pero iba a ser su equivocada víctima. Ella era así, todo corazón pero obcecada cuando se sentía dolida. Creyendo que era su tirano exjefe, pensaba que merecía el mayor de los castigos, el más cruel posible.

Le invitó a tomar el último trago a su casa. Al entrar en el domicilio la chica le golpeó en la cabeza con un busto metálico. Cuando fue recuperando el conocimiento todavía manaba sangre y estaba atado con unas cuerdas en el suelo, completamente inmovilizado. La mujer estaba preparada para infligir una tortura mortal. Le fue cortando con una catana bien acerada pedazos de su cuerpo para guardarlos en la nevera. Se convertirían en cubitos de hielo. La mujer se sentó en el butacón, estiró las piernas encima de la mesa y se puso a ver la tele mientras fumaba un cigarrillo. Nunca supo que había matado a un amigo, pero tal vez la daba igual. Su alma se encontraba vacía.

El preciso corte de la catana
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