viernes. 19.04.2024

Llevaba semanas vagando sin rumbo fijo, durmiendo done podía, comiendo lo que conseguía. Mi pelo estaba sucio y enredado y no debía oler demasiado bien. Ante mis ojos apareció una pequeña solución a algunos de mis problemas. Una magnífica playa se desplegaba ante mí, y decidí darme un buen chapuzón. Al frente, una roca elevada acogía una bandada de pájaros. ¡Malditos pájaros! En un momento dado me di cuenta de que la gente de la playa me miraba contrariada. Quizá no había sido buena idea bañarse desnudo. Decidí salir de allí por una pequeña rampa. Seguí mi deambular notando la frescura de mi pelo mojado. Me adentré en un bosque de altísimos árboles, me gustó su olor, pero una vez más aparecieron esos malditos pájaros. Llegué a una pequeña cala de aspecto acogedor. Tal vez allí no me juzgarán por bañarme desnudo. La cala estaba ocupada por una sola persona, que comía sin prisa un bocadillo. Me acerqué a él. Resultó ser un chico joven que me miró con curiosidad.

- ¿Tiene hambre, amigo? – disimular no era lo mío – Ven, podemos compartir. Mientras comía casi sin saborear, noté cómo me miraba la herida que llevaba semanas molestándome. Vi que sus ojos se humedecían.

- Ya veo,… está herido y has dejado de ser útil a tu dueño. Vamos, te curaré la herida y me harás compañía. Se acabaron los tiempos de caza. Ya lo verás, Noja es un buen sitio para vivir para un buen perro como tú.

'La cala', de Eva Martínez