Como una tormenta asesina llueve sangre en las calles donde el odio se apodera de una mujer con dos pistolas que ha sido violada, humillada, acosada, ultrajada por unos pandilleros. No habrá justicia, ella lo sabe. Aprieta el gatillo, descarga las balas con compulsión. "¡Morid, hijos de Satanás!", grita con la mirada intimidante. Caen moscas humanas ante el fuego de la francotiradora a pecho descubierto. Congela el corazón de los transeúntes que solo contemplan el espejismo de la muerte ante sus ojos.
¿A quién dispara? ¿Por qué? La policía ya está apostada detrás de sus furgones para acribillar a la camicace. Gasta un último cartucho. ¿A quién dispara? Su mente clama sed de venganza, pero está a pecho descubierto. La ambulancia se lleva su cadáver agujereado.
