viernes. 29.03.2024

Muchos caminos llevan a Santiago de Compostela. Así como muchas son las maneras que existen de llegar a la capital gallega, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1985 y destino de cientos de miles de visitantes cada año. Al gran centro de peregrinación, junto a Roma y Jerusalén, llegan sin cesar devotos venidos desde diferentes partes del mundo con meta final la catedral donde se encuentran los restos del Apóstol Santiago. Andando, pero también en bicicleta o incluso a caballo -en 2019 hubo 406 peregrinos a caballo-, nadie quiere faltar al dicho ese que invita a realizar esta milenaria ruta al menos una vez en la vida. 

Por Cantabria discurre el Camino del Norte, que junto con el suyo propio con destino a Santo Toribio, el Camino Lebaniego, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. El Camino del Norte atraviesa Cantabria de Este a Oeste con casi una decena de etapas en un recorrido a través de las históricas Cuatro Villas de la Costa (Castro Urdiales, Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera), así como otros pueblos marineros o más montañosos donde merece la pena pararse a descansar cuerpo y mente. Elegir llegar a Santiago de Compostela por este itinerario es escoger la belleza natural y arquitectónica, la buena gastronomía, y no tener que decantarse por la playa o la naturaleza como compañía de viaje.

La primera etapa no podría tener mejor meta para recibir a los peregrinos que una de sus villas costeras, Castro Urdiales. Tras 21 kilómetros desde El Haya de Ontón, llegar a Castro Urdiales es un regalo para los ojos y el cuerpo, pues además de recargar pilas en su popular zona de vinos y tapas, las vistas no pasarán desapercibidas para los andarines. En esta parada obligatoria destaca, en la parte alta de la villa, el Castillo - Faro de Santa Ana que, situado junto a la Iglesia de la Asunción, formaba parte del entramado defensivo de la villa. El Castillo-Faro de Santa Ana y el puerto están unidos por el Puente Medieval o Puente Viejo, de un solo arco, y cruzar por él es un imprescindible antes de abandonar la villa. Todo ello forma un escenario precioso junto al puerto pesquero. Otros de los atractivos son el Yacimiento de Flavióbriga; el cementerio de la Ballena, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Monumento desde 1994 y elegido uno de los mejores del país en 2017; y el Palacio Ocharan, situado cerca de la Playa Brazomar.

Castillo-Faro de Santa Ana, Castro Urdiales
Castillo-Faro de Santa Ana, Castro Urdiales

Otra detención en el camino merece Liendo, donde está escondida una joya, la pequeña playa de San Julián, de 280 metros y rodeada por agrestes peñas. Allí podrán pegarse un baño justo antes de llegar a Laredo por su puebla Vieja, importante conjunto histórico con edificios singulares, tanto civiles como eclesiásticos y en cuya parte alta está la Iglesia de Santa María de la Asunción. En esta localidad se encuentra el túnel de La Atalaya, ubicado bajo el monte del mismo nombre, de uso peatonal, y al final del mismo se encuentra el mirador del Abra. Después de tantos kilómetros en las piernas, no hay nada mejor que un baño en La Playa de Salvé de Laredo, que con sus 4.000 metros es una de las más largas de Cantabria.

Puebla Vieja de Laredo
Puebla Vieja de Laredo

En el camino a Santiago por territorio cántabro también se puede disfrutar de espacios naturales protegidos como del Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, constituido por el estuario que forma el río Asón y las marismas de Victoria y Joyel. Su extensión es de más de 6.500 hectáreas. Este conjunto de humedales es el de mayor importancia, en lo que a aves acuáticas se refiere, del norte de España, llegando a tener referencia de hasta 130 especies distintas, lo que lo convierte en el lugar perfecto para la observación de aves.

Las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel
Las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel

Prácticamente en el ecuador de las etapas cántabras se llega a Santander. Una de las zonas más bonitas de la capital es la Península de la Magdalena, con unas vistas espectaculares a la bahía de Santander rodeadas de jardines y donde se encuentra un icono de la ciudad como es el Palacio de la Magdalena, escenario de películas y series como 'Gran Hotel' y uno de los lugares donde todo turista quiere una foto. La playa de El Sardinero es uno de los arenales de obligada visita, de casi 2 kilómetros de fina arena fue durante mucho tiempo caladero de sardinas, de ahí proviene el nombre de El Sardinero. Está situado entre la Península de la Magdalena y cabo Menor. Presidiendo la bahía de Santander se encuentra el faro de cabo mayor a donde se puede llegar andando por un camino donde ir descubriendo acantilados, parques y playas de gran belleza como la de Mataleñas, una pequeña cala al abrigo de altos acantilados. Otros de los lugares recomendables en su parada en la capital es la Catedral, de estructura principalmente gótica, y el Centro Botín.

El Palacio de la Magdalena en Santander
El Palacio de la Magdalena en Santander

La sexta etapa une Santander con Santillana del Mar, conocida también por la villa de las tres mentiras (no es santa, ni llana, ni tiene mar) y localidad ideal para hacer el descanso después de 40 kilómetros. Caracterizada por sus empedradas calles medievales donde encontrar múltiples talleres artesanos y sabrosa gastronomía, en ella destaca la famosa Cueva de Altamira, Patrimonio de la Humanidad y considerada la Capilla Sixtina del arte rupestre. Pero, no queda ahí su riqueza patrimonial pues es uno de los pueblos de mayor valor histórico-artístico de España, con la Colegiata de Santa Juliana y las torres de Merino y Don Borja como otros de sus atractivos. Y, aunque la localidad no tenga mar, en el municipio descansa la Playa de Santa Justa, junto al pueblo de Ubiarco, y en cuyas inmediaciones existe una antigua ermita ubicada en una cavidad.

Santillana del Mar es uno de los principales punto turísticos de Cantabria
Santillana del Mar 

La etapa siete finaliza en Comillas, uno de los rincones más bonitos de la región. La conocida como la "Villa de los Arzobispos" porque fue localidad natal de numerosos obispos y arzobispos, cuenta con historia propia e importantes monumentos arquitectónicos como el Capricho de Gaudí, el Palacio de Sobrellano o la Universidad Pontificia.

El Capricho de Gaudi, en Comillas | Foto: Pixabay
El Capricho de Gaudi, en Comillas | Foto: Pixabay

Y de Comillas a San Vicente de la Barquera a través de un recorrido junto al Mar Cantábrico. En esta localidad marinera, punto de partida del Camino Lebaniego, destacan el Castillo del Rey; el convento de San Luis donde se hospedó Carlos V en 1517 para ser coronado rey; el Puente de la Maza; y el Santuario de la Barquera. Aquí, una de las visitas imprescindibles es el Parque Natural de Oyambre, espacio protegido que comprende los estuarios de la ría de San Vicente y la ría de  la Rabia y su entorno, ofreciendo acantilados, playas, dunas, rías y marismas arenosas de gran belleza.

Parque Natural de Oyambre
Parque Natural de Oyambre

La última etapa en territorio cántabro circula desde San Vicente hasta Unquera y qué mejor manera de despedirse de la ‘tierra verde’ que degustando uno de sus postres más típicos como son las corbatas de Unquera, pastel de hojaldre con forma de corbata o pajarita elaborado con mantequilla, azúcar, huevos, harina y almendras, además de la capa que recubre todo el dulce, a base de azúcar con almendras y, por qué no, hacer acopio de ellas para el resto del camino hasta la capital gallega.

Tesoros junto al mar para detenerse en el Camino del Norte a su paso por Cantabria
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