viernes. 19.04.2024

Manuel Cayón sufrió cinco ictus consecutivos hace cuatro años. Esta situación hizo que perdiese la movilidad en la pierna y el brazo izquierdo, lo que le impide moverse con libertad por la ciudad. Pese a que muchos restaurantes y comercios han comenzado a asumir la legislatura europea adaptando a las sillas de ruedas sus espacios, algunos de los principales edificios públicos siguen poniendo barreras a los usuarios discapacitados.

“Uno de los mejores ejemplos que tenemos es el ambulatorio de la calle Castilla. Para entrar hay una doble puerta, y el ascensor tiene un pequeño escalón. Esto hace muy difícil el acceso. Yo tengo que levantarme con la ayuda de la persona que me acompaña, y doblar la silla para poder entrar, porque el ascensor es demasiado estrecho”. Este es sólo uno de los problemas que se encuentra para poder acudir al médico. “Si decido venir solo al médico, no puedo abrir la puerta. Si por casualidad, ese día está lloviendo, me calo hasta que alguien decide venir a ayudarme porque con este sistema me es imposible abrir la puerta por mí mismo”.

Manuel ha enviado ya doce instancias al registro y de momento reunirse con Íñigo de la Serna ha sido imposible. “Si tuviera delante al alcalde le preguntaría cuando me va a recibir. He solicitado en muchas ocasiones concertar una cita con él. Me gustaría explicarle cuáles son los problemas a los que nos enfrentamos las personas que vamos en silla de ruedas en Santander para que sepa a lo que nos enfrentamos cada día. Se hacen obras que no tienen en cuenta la accesibilidad”.

Desde el Ayuntamiento la solución que se le ofrece a Manuel es clara, que adquiera una nueva silla eléctrica. “Con el dinero que ingreso al mes me es imposible desembolsar 2.000 euros para hacerme con una silla eléctrica. Además, estoy perdiendo visión, lo que me impide poder utilizarla. Muchos de los ascensores, como el del Ayuntamiento, está adaptado a este tipo de silla, pero no todos la tenemos”.

El edificio de Correos es otro de los que presenta problemas de accesibilidad. “Yo vivo en la zona de la calle Castilla y no puedo acudir a la oficina principal de Correos porque no está adaptada. Eso me obliga a tener que coger el ascensor y andar media calle Alta para poder ir a la sede de Cuatro Caminos. Esta situación no es admisible”.

“Si echo la vista atrás y pienso en cómo era Santander hace cinco años, no noto demasiadas mejoras en materia de accesibilidad. Cada vez veo más gente en silla de ruedas  y algunos, como es mi caso, sufrimos sobrepeso. No se piensa en eso a la hora de crear espacios amplios y de fácil acceso para nosotros”.  Como ejemplo pone los pasos de cebra de cada calle. “La bajada que hay en muchos de ellos es criminal, la silla tiene un tope y si el que tira no sabe cómo manejarlo bien acabas en el medio de la calle”.

A sus 52 años Manuel lo tiene claro. El ejemplo a seguir es Guadalajara, una ciudad que en los últimos tiempos ha trabajado para garantizar la accesibilidad de todos sus vecinos. “Allí cuentan con cinco residencias para minusválidos y se pelea mucho por conseguir eliminar las barreras arquitectónicas”.

“Señor alcalde, ¿cuándo va usted a recibirme en el Ayuntamiento?”
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