sábado. 20.04.2024

La primera curiosidad que rodea a estos mastodontes acostumbrados a rozarse con el cielo está en el nombre. En los países latinos su nomenclatura se inspira en la isla de Pharos, soporte del Faro de Alejandría. Se trata de una de las Siete Maravillas del Mundo. Erigido en el año 279 a.C., un devastador terremoto lo asoló allá por el siglo XIV. El temblor no logró abatir la leyenda de este hito de 134 metros de altura que, como curiosidad, llevaba impresa en sus sillares la rúbrica de su arquitecto, Sóstrato de Cnido.
En otros idiomas la referencia recurrente es la luz. Los países de habla inglesa lo denominan “lighthouse”, es decir, “casa de la luz”. En alemán se llaman “leuchtturm”, que podemos traducir por “torre de luz”. Y en euskera se les conoce como “itsasargi”, o “luz del mar”.

Interior del faro de Cabo Mayor, en Santander. Foto: Sevi López

Miles de años atrás, en un mundo que ahora nos cuesta imaginar, nadie osaba adentrarse en alta mar por la noche. Los fenicios impulsaron la navegación comercial y el ocaso comenzó a sorprender a aquellas expediciones. El dominio del mapa celeste resultaba imperativo para mantener firme el rumbo. Pero aquella navegación guiada por las estrellas dejaba de ser viable cuando el cielo estaba cubierto o las condiciones no eran óptimas. En este contexto, los puntos de luz artificialmente creados se convirtieron en una referencia imprescindible. He aquí la condición de los faros como punto de orientación. El geógrafo e historiador griego Estrabón menciona un faro, la Turris Caepionis, en la desembocadura del Guadalquivir. De aquella torre proviene el nombre de la actual Chipiona gaditana. En la época romana, en La Coruña emerge la Torre de Hércules, único faro declarado Patrimonio de la Humanidad. El más antiguo de los que en la actualidad siguen en funcionamiento.

Faro de Santa Ana, en Castro Urdiales. Foto: Sevi López

Faro de Cabo Mayor (Santander)

El Faro de Cabo Mayor preside la entrada a la Bahía de Santander. Privilegiado balcón al mar y a la ciudad, es hoy una de las construcciones más emblemáticas y sugerentes de la capital de Cantabria. El nuevo faro se encendió por primera vez la noche del 15 de agosto de 1839, elevándose en el lugar conocido como atalayón de Cabo Mayor donde, desde tiempos remotos, se hacían señales a los barcos, con banderas por el día y grandes fuegos por la noche. De forma cilíndrica y construida en piedra de sillería, dicha torre, cuyo plano focal se sitúa a 91 metros sobre el nivel medio del mar y a 30 metros sobre tierra, se asienta sobre un tambor octogonal, que originalmente fue habitáculo para el alojamiento de fareros, y que tras su rehabilitación ha sido acondicionado como espacio expositivo. Adosado a uno de sus laterales se sitúa, de forma escalonada, un conjunto de edificios de menor porte construidos en distintos momentos para albergar viviendas para los técnicos en señales marítimas y servicios auxiliares al faro. Estas edificaciones son las que han precisado de una mayor intervención en el proceso de adaptación del conjunto para museo, comunicándolas entre sí y adecuándolas para salas de exposiciones y usos complementarios. Hoy es un punto de encuentro clave entre las artes y el mar. En cuanto al ritmo de luz que produce su espectacular óptica giratoria (tallada a mano en París en el Siglo XIX), consta de 2 destellos cada 10 segundos, y es visible hasta las 21 millas.

Faro de Santa Ana, en Castro Urdiales. Foto: Sevi López

Faro de Santa Ana (Castro Urdiales)

Lo más peculiar de este faro es su ubicación, ya que se encuentra situado sobre el torreón sureste del castillo de Santa Ana. Fue encendido por primera vez el 19 de noviembre de 1853. El plano focal se encuentra situado a 49 metros sobre el nivel del mar y a 16,49 metros sobre el terreno. Inicialmente contó con un sistema de alumbrado basado en una lámpara de aceite con óptica catadióptrica fija, alrededor de la cual giraban dos lentes verticales con filtro rojo sobre un carro circular, accionado mediante una máquina de relojería. En febrero de 1919 se introdujo un sistema eléctrico. Desde 1953 cuenta una sirena de niebla compuesta de un único vibrador que emite la señal en código Morse de la letra “C” (-•-•), repetida cada 60 segundos.

Faro de Santa Ana, en Castro Urdiales. Foto: Sevi López

El resto de este y otros artículos se pueden encontrar en el primer número de la revista Cantabria lrd: https://issuu.com/lrdcantabria/docs/lrd_cantabria_n___3

Texto: Javi González.

Fotos: Sevi López.

Los faros del Cantábrico, centinelas del mar
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