sábado. 20.04.2024

A pesar de que Cantabria es conocida, especialmente, por los paisajes de sus costas e imponentes parajes montañosos fruto de la presencia de una de las principales cordilleras del país, no sólo de la naturaleza vive la Comunidad. Las construcciones creadas por el hombre también juegan un papel clave dentro del patrimonio de la región, y uno de sus elementos más desconocidos son las fortalezas. Aunque la cantidad de castillos es más bien simbólica, pues desde los primeros pasos de la Reconquista la frontera se desplazó hacia el sur, limitando la presencia de estas fortificaciones a la costa con el fin de defender la misma, ‘La Tierruca’ puede presumir de contar con algunas construcciones que suponen la excusa perfecta para visitar la región y, de paso, hacer un viaje en el tiempo hasta la Edad Media.

Es imposible comenzar este recuento sin mencionar el Castillo del Rey. Construido en 1210 sobre una antigua fortificación del siglo VIII, es el elemento distintivo de la localidad de San Vicente de la Barquera, uno de los municipios más bonitos de Cantabria frecuentado por turistas de todo el país, así como la construcción de estas características más visitada de la Comunidad. Su inmejorable posición geográfica, a los pies de los Picos de Europa en lo alto de un espolón rocoso que domina la bahía, lo convirtió rápidamente en una de las fortalezas más importantes de la zona, siendo utilizada por monarcas como los Reyes Católicos que, a sabiendas de su incalculable valor, invirtieron grandes sumas de dinero para su rehabilitación. Actualmente alberga un museo con una exposición permanente sobre la historia del pueblo.

Aún en la zona más occidental de Cantabria, aunque ya en el sur, se encuentra uno de los castillos más conocidos del lugar: el de San Vicente de Argüeso. Ubicado en la Hermandad de Campoo de Suso, fue construido casi simultáneamente en el tiempo con su homónimo costero en lo alto de un cerro desde el que se divisa el paso natural hacia la Meseta desde la costa, lo que le convirtió rápidamente en una de las principales fortalezas de la región. De estilo gótico militar, fue erigido sobre una antigua ermita del siglo IX, aunque no fue hasta el siglo XV cuando se añadieron las torres y la muralla. Fue una de las propiedades más destacadas de los Mendoza, habitada incluso por Leonor De la Vega -la leona de Castilla-, madre del famoso Marqués de Santillana. Su actual estado es el resultado de una cuidadosa restauración, llevada a cabo en la segunda mitad del siglo pasado, que lo ha convertido en un centro turístico-cultural que alberga desde exposiciones hasta conciertos y recreaciones medievales.

Castillo de Argüeso, Hermandad de Campoo de Suso
Castillo de Argüeso, Hermandad de Campoo de Suso

En la zona oriental es imposible pasar por alto el Castillo-Faro de Santa Ana, en la bahía de Castro Urdiales. Se trata del último ejemplo de este tipo de fortificación antes de la frontera con el País Vasco. Data de 1162 y, a pesar de su nombre, no se comenzó a utilizar como faro hasta más de siete siglos después, concretamente en 1853. De hecho, fue la construcción del faro lo que propició la conservación de la fortaleza, que se encontraba en un estado cercano al ruinoso. Esta joya monumental se encuentra en lo alto de un promontorio rocoso en una península que también alberga la Iglesia de Santa María de la Asunción, lugares emblemáticos de la villa. El castillo fue protagonista de la defensa de la localidad durante su toma por las tropas napoleónicas en 1813, al ser el lugar donde se refugió la población y desde el cual se arrojaron los cañones al mar para que no fueran tomados por los franceses. Asimismo, también sirvió de prisión durante la Guerra Civil. Actualmente se ha convertido en un centro turístico-cultural.

Castillo-Faro de Santa Ana, Castro Urdiales
Castillo-Faro de Santa Ana, Castro Urdiales

Por último, pero no menos importante, se encuentra otra fortaleza que, a pesar de no ser un castillo en el pleno sentido de la palabra, cumplió su cometido de proteger su localidad del invasor. Se trata del Fuerte de San Carlos de Santoña, levantado en 1668 sobre el antiguo Castillo de Torrecilla, convirtiéndose así en el primer edificio defensivo de la villa trasmerana. Situado en las faldas del Monte Buciero, supuso, asimismo, la primera línea de defensa de la bahía, que se complementaría con el Fuerte de San Martín ubicado en las proximidades del pueblo. San Carlos fue edificado durante el reinado del último rey de la Casa de Austria, Carlos II ‘el Hechizado’, del que tomó su nombre, y vivió sus años de mayor esplendor durante la Guerra de Independencia (1808-1814), época en la que se convirtió en bastión inexpugnable del ejército napoleónico que rebautizó la villa como “el Gibraltar del norte”. Actualmente, y a diferencia de las otras construcciones mencionadas, se encuentra en estado de abandono pues pertenece a manos privadas desde 1963. A pesar de que el Ayuntamiento de Santoña ha intentado en varias ocasiones hacerse con este trozo de patrimonio de la localidad desafortunadamente aún no ha sido posible.

Fuerte de San Carlos, Santoña
Fuerte de San Carlos, Santoña

Castillos de Cantabria con los que retroceder en el tiempo
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