viernes. 19.04.2024

La adolescencia es un periodo complicado donde los jóvenes están expuestos a multitud de estímulos, lo que hace que en ocasiones se dejen llevar por lo que les rodea y acaben desarrollando algún tipo de adicción. En las adicciones siempre se ha puesto el foco en las sustancias, como pueden ser las drogas o el alcohol, elementos que generan un perjuicio que es evidente y manifiesto por el deterioro físico y mental que puede llegar a sufrir la persona adicta y los estragos que puede causar en su círculo cercano.

Pero en los últimos años se han puesto de manifiesto las llamadas ‘adicciones sin sustancia’, estas son las que sin tener un sustancia palpable pueden llegar a producir los mismos efectos en nuestro cerebro que las adicciones comunes, ya que hay determinados comportamientos y estímulos que llegan a las mismas áreas cerebrales. Una de estas adicciones sin sustancia son las redes sociales.

A pesar de ser algo etéreo, son capaces de enganchar a los más jóvenes durante horas e incluso pueden llegar a generar comportamientos y adicciones similares a los de las drogas, como la pérdida de control, la abstinencia o la tolerancia. La abstinencia y la tolerancia se manifiestan cuando un joven está irascible, angustiado o se encuentra vacío por no estar conectado. Por otro lado, estarían problemas como la pérdida de dinero, engañar a la familia, dejar actividades que te gustan, estar todo el rato conectado para disminuir la ansiedad, perder relaciones, etc.

La psicóloga especialista en adicciones en jóvenes, Carla Cabrejas, apunta a que pasar tanto tiempo en el mundo virtual “les influencia mucho en cómo les verán los demás o en la forma de comunicarse”. Una adicción que se ha visto acentuada por la pandemia de coronavirus y que ha hecho que a nivel clínico hayan aumentado estos casos y además cada vez en niños más pequeños.

Muchas veces se intenta impedir que los adolescentes sean arrojados prematuramente al mundo de internet, algo que tiene una contraparte, y es que postergar el acceso de los jóvenes al mundo virtual les puede llevar a quedarse excluidos de lo que “se lleva” entre sus amigos. Esto genera una disyuntiva en la cual no es fácil decidirse. Así, Cabrejas explica que “es una decisión muy compleja para los padres, pero creo que cuando antes lo tienen hay más riesgos, porque tienen menos capacidad para discernir que es bueno y que no. Es verdad que pueden sentirse fuera, entonces hay que ver de que forma puedes ayudar a tu hijo a que esté dentro, porque una cosa que si he visto en la pandemia es que se ha dejado más el móvil y la tablet a los niños. Pero pienso que se deben relacionar bien tenido límites en redes sociales”.

"Sería necesario enseñar a los niños y a los padres a saber que es un buen uso y que no"

Es evidente que sería bueno poner unas normas antes de dar el salto virtual, pero detrás de cada aplicación hay un equipo de ingenieros trabajando para engancharte a ellas. Para luchar contra ello, tal y como destaca Cabrejas, "sería necesario enseñar a los niños y a los padres a saber que es un buen uso y que no. También sería bueno que las autoridades participasen, que creo que están en ello”.

Sin lugar a dudas, cuando alguien está sumergido en ese mundo de apariencias, o como se diría en al argot juvenil, del “postureo”, puede encontrarse con conductas perjudiciales por parte de terceros. Al igual que en el mundo real, en las RR.SS. se producen abusos y chantajes, como el llamado “sexpreading” (que consiste en la difusión de fotografías y vídeos de carácter sexual sin el consentimiento de la persona que sale en dicho material).

Ante una situación así, la respuesta de la persona afectada “depende más de como responda el contexto de alrededor, si a esa persona se le ayuda a poder llevar eso y a poder relacionarse de forma distinta las siguientes veces”. Pero aquí la solución no radica solo en la persona afectada, sino también en quien ha llevado a cabo la extorsión. “Depende de si quien lo ha hecho también tiene una consecuencia, o por el contrario los demás se ríen de ti por haberlo hecho o si además le responsabilizas solo a él”, matiza Cabrejas.

Todo ello puede ser como un tsunami que arrolla a los más jóvenes y les deja noqueados, por lo que la educación en buenos hábitos, involucrar a padres y madres, profesores y unas leyes que protejan al menor en internet pueden hacer de las redes sociales una herramienta útil y productiva y no algo que cree una generación de adolescentes que puedan alejarse del mundo real.

Si un menor de edad cae en las garras de la redes su recuperación “dependerá del contexto que tenga a su alrededor

Por tanto, si un menor de edad cae en las garras de la redes su recuperación “dependerá del contexto que tenga a su alrededor y cómo se relacione con las redes sociales y con los demás. Creo que depende más de cada familia que haya y también del uso que se haga de las mismas, si lo hace desde la soledad, desde el aburrimiento o para mostrarse”, finaliza la psicóloga Carla Cabrejas.

Adolescentes y adicciones sin sustancias: la droga de las redes sociales
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