viernes. 29.03.2024

Tengo que ir a abrirle la puerta al gásfiter

Tuvo lugar la semana pasada en Cádiz (entre los días 27 y 30 de Marzo) el IX Congreso Internacional de la Lengua Española, y como fruto de tal efeméride y balance (acudieron más de cinco mil personas) resulta obligado y necesario el mostrar el presente artículo, sobre todo a cuentas de que no ha habido un solo día en el cual no se haya mostrado a la opinión pública las “excelencias” y las “bondades” que posee el rico bagaje cultural y lingüístico que atesora el “habla de Cádiz”, habiéndose promocionado y alabado su “modalidad lingüística” a diestro y siniestro por  y en marquesinas, prensa, televisión… un día sí u otro también.

Y es que al “bastinazo” (cuando algo gusta mucho), se le pueden añadir otras palabras y expresiones como “no ni ná” (tres negaciones para decir una afirmación”), “malaje” (persona sin ángel, antipática), y así hasta por ejemplo 57 vocablos más que forman parte de la exposición callejera “Palabra de Cádiz”, que estos días atrás han estado diseminadas por toda la ciudad. Y es que como dicen algunos y algunas desde las instituciones: “Lo nuestro es un lenguaje culto y abreviado”.

Un acontecimiento éste que ha coincidido en tiempo y forma con el anuncio que se hacía por parte de desarrolladores tecnológicos andaluces por querer dar forma y desarrollo a un traductor con ortografía andaluza.

O si se prefiere, un transcriptor y pluggins para poder acceder a todo el contenido de la red en lenguaje EPA, que no es sino una escuela para aprender a escribir correctamente en “andalûh”. O dicho de otra forma y en andaluz: “Andaluheeks, una comunidá cooperatiba que pone el 'andalûh' al arcançe de cuarquiera”.

“Lo nuestro es un lenguaje culto y abreviado”

En castellano, a la persona que arregla tuberías se le denomina “fontanero”, que al cántabru da “fontaneru”. A las personas a las cuales en Cantabria les parece “horrible”, o si se prefiere, “improcedente”, “propia de paletos”, y así otros epítetos gloriosos y parecidos, acabar las palabras con “u”; a lo mejor les parece que es más adecuado y correcto decir: “gásfiter”.

Palabra que según lo que marca y estipula la Academia Chilena de la Lengua (que es una de las veintitrés academias correspondientes de la Real Academia Española), es un operario cuyo oficio es reparar cañerías y artefactos sanitarios de casas o fábricas.

Quizá se escandalizan menos cuando oyen esta palabra (gásfiter), a cuando escuchan en su propia tierra la palabra: “fontaneru”. ¿Y por qué? Pues es muy sencillo. Estas personas han sido anuladas total y completamente, o si se prefiere, han sido lobotomizadas (como sinónimo de tener escasas luces o de estar alienado) de una manera exageradamente brutal y violenta (y sin ser conscientes de ello), a fin de así poder aceptar sin rechistar lo que les viene de fuera; al tiempo que son absolutamente incapaces de valorar y reconocer lo que les es propio y singular.

Pero, sin embargo, estas mismas personas se ponen “nerviosas” cuando alguien (que solo se limita a hablar su propia lengua autóctona y personal en su propia tierra) se expresa en la lengua que le es singular y originaria de quienes antes le precedieron.

Al igual que sucede con la palabra “gásfiter”, hay muchas otras palabras que el español ha tomado del inglés, y que luego las ha adaptado (o deformado) según la cultura concreta del territorio y el lugar. Unas palabras que no son necesariamente anglicismos (como son, por ejemplo, “cool”, “closet”, “clip”, “link” o “mouse”, palabras inglesas que hoy ocupan los hispanoparlantes por las diferentes partes del mundo), sino más bien expresiones que de forma espontánea han sido tomadas por las distintas sociedades que hablan español, y que luego han sido deformadas según la pronunciación; la mayoría de las veces sin importar lo más mínimo cómo se escriben en la lengua original.

El omnipresente inglés ha influenciado a miles de lenguas alrededor del mundo, sin embargo, la cercanía de la América hispano hablante con Estados Unidos hace que este fenómeno sea en esos territorios aún si cabe más que evidente.

Para el lingüista chileno Carlos González Vergara (experto en morfología y sintaxis del español), esto es “un fenómeno muy normal cuando los hablantes de una lengua quieren traerse una palabra de otra lengua, siendo lo más habitual que la pronunciación, y luego su escritura, se adapta a la lengua de llegada, siguiendo sus moldes”.

El omnipresente inglés ha influenciado a miles de lenguas alrededor del mundo

Estas personas (las que repudian al cántabru, siendo muchas de ellas cántabras) no “rechistarán” cuando se diga, por ejemplo: “bichicome”, en vez de la palabra cántabra: “endigenti”. “Bistec”, en vez de la palabra cántabra: “chumarru”, para referirse al filete de cerdo de la matanza. O, por ejemplo: “guachimán”, en vez de la palabra cántabra: “mesqueru”, que daría al castellano: “vigilante”.

“Bichicome”, es en Uruguay una persona indigente que carece de un hogar. Se cree que su origen viene del inglés “the beachcombers”, la cual es una palabra muy utilizada en lugares como California (EE.UU.) para referirse a las personas que caminan por la playa a la búsqueda siempre de distintos objetos que puedan ser útiles para luego venderlos o bien reutilizarlos para su propio provecho.

“Bistec”, que es una palabra muy empleada en todo el mundo (y no solo en Suramérica), es simplemente un filete de carne de vacuno. Viene del inglés “beef” (carne) y de “steak” (tajada o lonja).

“Guachimán”, es en muchas partes de Suramérica un vigilante, un guardián de barcos o un rescatista. La palabra proviene del inglés “watchman”.

Normalmente la expresión, o bien la exteriorización de las personas que habitualmente repudian el cántabru, cuando ellas escuchan estos préstamos provenientes de América es, por ejemplo: “indagación” y “curiosidad”, interés” y “asombro”, “inclinación” y “atención”. Sentimientos que son diametralmente opuestos a cuando algunas personas (afortunadamente cada vez menos) escuchan las mismas palabras (o parecidas) en la lengua que es la propia y la legítima de Cantabria.

Tengo que ir a abrirle la puerta al gásfiter
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