Jubiladas y jubilados que trebajan pola lengua

Pocas personas conocen acerca de la revitalización de la lengua normanda en el continente europeo, sin embargo esta realidad ha sido posible gracias a la labor desinteresada de muchas personas retiradas (algunas incluso de fuera de Normandía, pero casi todas “francesas”), y fundamentalmente jubiladas, quienes fundamentalmente en la última década han colaborado con gran ilusión y entusiasmo en favor de su vigencia y actualización, lo cual ha hecho posible que esta lengua romance a punto de desaparecer cuente ahora con cada vez más seguidores y defensores.

Como homenaje a estas personas, y a todas las personas ya retiradas en la vida laboral, pero que trabajan intensamente por la revitalización de sus lenguas nativas y/o maternas, hoy este artículo, pues este Viernes se celebra en todo el mundo el “Día del Jubilado”.

Y es que a medida que aumenta nuestra esperanza de vida algunos tópicos que nos han acompañado durante generaciones empiezan a chirriar, pues ya no es solo que vivimos más años que antes, sino que los disfrutamos con mejor salud y con cada vez mayor capacidad para trabajar y participar de forma activa en la sociedad y en la cultura que nos abarca y nos rodea por todas partes a través de sus muchas y variadas manifestaciones. Solo hay que tener en cuenta que la esperanza de vida en el Estado español es de 84 años, la segunda mayor del mundo tan solo por detrás de Japón. Y es que el talento no se agota con la edad, y es por ello y por esto por lo que los “silver” (plateados) predican con lo mejor que tienen para demostrarlo: el ejemplo y la voz de su experiencia.

Que la jubilación es la etapa idónea para hacer cosas nuevas, aquellas a las que uno siempre quiso dedicarse y no pudo por falta de tiempo, es algo que todo el mundo acepta. Otra cosa es que cuando podemos hacerlas las hagamos de verdad. Las encuestas en Europa (y de una manera general,) nos recuerdan que ocho de cada diez personas mayores de 65 años así lo cree, pues están convencidos de que la edad no es un obstáculo para emprender nuevas actividades y aventuras. Sin embargo, no son muchos los que actúan en consecuencia a tenor de esos mismos datos estadísticos.

En Cantabria si se creasen las iniciativas y las condiciones más adecuadas y oportunas de favorización del idioma propio, es seguro que esta realidad alcanzaría a muchas más personas, pues las personas jubiladas disponen de un tiempo valioso que, sin embargo, otras (por obligaciones familiares, trabajo, etc.) no tienen. Por lo que si este tiempo se empleara durante unas horas a la semana para favorecer el cántabru, al menos su publicidad estaría ya más que garantizada. Por ejemplo: haciendo fotocopias y dejándolas en los comercios, poniendo hojas informativas en los portales, en las iglesias, en los mercados, haciendo murales y pintadas, enseñando en escuelas, centros de trabajo, etc. Las posibilidades son aquí infinitas y abiertas a la imaginación de cada cual.

Que las “últimas etapas” de la vida laboral oficial son infinitas y llenas de posibilidades nos lo demuestra con maestría el doctor ecuatoriano Manuel Posso Zumárraga, creador del término “sexalescencia”, y que a la postre es un especialista en políticas públicas y de seguridad social con más de 20 años de experiencia en Ecuador y en buena parte de Sudamérica. Para este doctor existen hombres y mujeres muy válidos que con más de 60 años “no tienen planes de envejecer”. Y es así como describe a “hombres y mujeres que manejan las nuevas tecnologías, modernos, progresistas, con ganas de disfrutar de la vida, aprender, colaborar con la sociedad, viajar, conocer gente nueva, y ser dueños de su destino, renunciando a la ubicación como personas de la tercera edad”.

Y celebra que “es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra “sexagenario”, porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales la posibilidad de envejecer. Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición, en su momento, de la “adolescencia”, que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del Siglo XX”.

Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta o setenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura le dio durante décadas al concepto del trabajo.

Lejos de las tristes oficinas, muchos de ellos buscaron y encontraron hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganan la vida con eso.

Debe ser por esto que se sienten plenos, algunos ni sueñan con jubilarse. Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad. Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía.

La mujer sexalescente pudo sobrevivir al deseo de poder que le dio el feminismo de los 60 y pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido masculinas, algunas estudiaron una carrera universitaria junto con la de sus hijos, otras eligieron tener hijos a temprana edad, fueron periodistas, atletas o crearon su propio “yo”.

Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo, que no son personas detenidas en el tiempo, la gente de “sesenta o setenta”, hombres y mujeres, manejan la compu como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escriben, y se ven, con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos. Por lo general están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se preocupan por cambiarlo.

A diferencia de los jóvenes, los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: solo reflexiona, toma nota, cultivan su propio estilo… Ellos no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, ni ellas sueñan con tener la figura de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia. Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía no tiene nombre, antes los de esa edad eran viejos, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias y ellos lo saben.

La gente de 60 y 70 de hoy celebra el Sol cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo, hacen planes con su propia vida, no con la de los demás.

Como colofón a este artículo sobre la jubilación y sus infinitas posibilidades, que mejor que cerrar esta reflexión acerca del cántabru con esta belleza del poeta, dramaturgo y novelista romántico francés Víctor Hugo (1802-1885) que enaltece nuestra condición humana, y que a la postre con el título, “¿Poniéndome viejo?” reza así:

Te estás volviendo viejo, me dijeron, y has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario.

No, respondí, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio.

He dejado de ser lo que a otros agrada para convertirme en lo que a mí me agrada ser, he dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo, he dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan sin piedad.

No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, personas, costumbres e ideologías.

He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas, y corazones, no es por amargura es simplemente por salud.

Dejé las noches de fiesta por insomnios de aprendizaje, dejé de vivir historias y comencé a escribirlas, hice a un lado los estereotipos impuestos, dejé de usar maquillaje para ocultar mis heridas, ahora llevo un libro que embellece mi mente.

Cambié las copas de vino por tazas de café, me olvidé de idealizar la vida y comencé a vivirla.

No, no me estoy poniendo viejo, llevo en el alma lozanía y en el corazón la inocencia de quien a diario se descubre.

Llevo en las manos la ternura de un capullo que al abrirse expandirá sus alas a otros sitios inalcanzables para aquellos que solo buscan la frivolidad de lo material.

Llevo en mi rostro la sonrisa que se escapa traviesa al observar la simplicidad de la naturaleza, llevo en mis oídos el trinar de las aves alegrando mi andar.

No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo selectivo, apostando mi tiempo a lo intangible, reescribiendo el cuento que alguna vez me contaron, redescubriendo mundos, rescatando aquellos viejos libros que a medias páginas había olvidado.

Me estoy volviendo más prudente, he dejado los arrebatos que nada enseñan, estoy aprendiendo a hablar de cosas trascendentes, estoy aprendiendo a cultivar conocimientos, estoy sembrando ideales y forjando mi destino.

No, no es que me esté volviendo viejo por dormir temprano los sábados, es que también los domingos hay que despertar temprano, disfrutar el café sin prisa y leer con calma un poemario.

No es por vejez por lo que se camina lento, es para observar la torpeza de los que a prisa andan y tropiezan con el descontento.

No es por vejez por lo que a veces se guarda silencio, es simplemente porque no a toda palabra hay que hacerle eco.

No, no me estoy poniendo viejo, estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa.

 

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