28 de Juliu

Las combinaciones aquí pueden ser variadas y múltiples, pero siempre deberían de llevar su frase o texto en cántabru, y luego su correspondiente traducción al castellano

Una fecha tan señalada como lo es en el reportoriu (calendario) el 28 de Juliu, el Día Nacional de Cantabria, debería sin lugar a duda de llevar (al menos por la parte que le corresponde al Gobierno de Cantabria) también su correspondiente denominación en cántabru, para así quedar, por ejemplo, de la siguiente manera: 28 de Juliu, Díya’ las Estitucionis (28 de Julio, Día de las Instituciones). Las combinaciones aquí pueden ser variadas y múltiples, pero siempre deberían de llevar su frase o texto en cántabru (en la parte más visible y reseñable), y luego su correspondiente traducción al castellano.

Tres siglos después la historia persiste y sigue repitiéndose en contra de los pueblos y las culturas, de las identidades y de las particularidades nacionales

Y no solo porque esto es así en todos los lugares del mundo en donde aún se mantiene una o más lenguas nacionales, sino porque además, es un acto de justicia y de reparación hacia aquellos territorios que deseando ser cántabros (y aún hablando cántabru), a día de hoy son y siguen estando privados de la enseñanza y del conocimiento de su lengua; así como el de su realidad cultural cántabra más inmediata y cercana.

Cuando en 1789 se reúnen las Cortes en San Jerónimo El Real (Madrid) y encargan al pintor Luis Paret y Álcazar la inmortalización de tal evento, las lenguas de las Españas (que es así como aún se dominaba entonces al Reino de España), o si lo preferimos, las lenguas regionales, no eran por aquel entonces ni sinónimo de separatismo, ni tampoco motivo de pelea o de lucha entre distintos bandos y familias, grupos y/o intereses contrapuestos. 

Las guerras carlistas (1833-1876) en parte fueron, o serían ciertamente, un contrapeso a esa acción decidida por parte de la entonces monarquía absolutista (la borbónica que finalmente terminaría venciendo a los carlistas) de querer ir poco a poco centralizando el poder y el “mando unificando”, a fin de no solo ir acabando con las particularidades nacionales y culturales propias de los territorios, sino también de someter política y económicamente a los “nuevos súbditos” (los pueblos de la Península Ibérica) al incipiente orden institucional que pronto comenzaría a ejecutarse, empleando para ello fundamental, y principalmente, la lengua castellana para tales fines. Tres siglos después (y de una manera continuada y perversa) la historia persiste y sigue repitiéndose en contra de los pueblos y las culturas, de las identidades y de las particularidades nacionales.

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