Historia de la Represión en Cantabria (parte Segunda)
En Cantabria teníamos a nuestros facciosos un tanto descafeinados, como es todo en nuestra tierra, pero no por ello menos activos ni violentos.
Durante los primeros años que se sucedieron a la muerte del dictador, se pusieron artefactos explosivos en diversos kioscos de la ciudad donde se vendían revistas con desnudos, como Interviú… considerada por ellos pornografía. También se pusieron artefactos en el cine Roxy y Mónaco por el mismo motivo ya que ambas salas se dedicaron a un tipo de cine prohibido hasta entonces, que había propiciado viajes a la vecina Perpignan. Los atentados contra librerías eran constantes. La regentada por José Ramón Saiz Viadero, recibía la visita de los terroristas con frecuencia, rotura de escaparates, cócteles Molotov que en algún caso afectaba a los vehículos aparcados cerca, como el destrozo ocasionado en el Dos Caballos, de la compañera de RamónViadero, Vera Fernandez de la Reguera. Por supuestos todos los atentados quedaban en total impunidad por la complacencia, si no, complicidad de las fuerzas de orden público con los atacantes. Pensemos que no se depuró en ningún momento. Los mismos policías y guardias civiles que habían estado en la dictadura se “adaptaron” al sistema democrático con pocas ganas.
Como ejemplo sirva lo ocurrido en el crimen de Almería. Este sangrante caso comienza a gestarse cuando tres jóvenes residentes en Cantabria emprenden viaje para asistir a la primera comunión del hermano de uno de ellos, Juan Mañas, en Pechinas, Almería. Ese mismo día ETA realiza un atentado estallando una bomba en el coche donde viajaban Joaquín Valenzuela, jefe del cuarto militar del Rey. A Juan Mañas, Luis Montes y Luis Cobo, los tres jóvenes viajeros, se les estropea el coche que conducen y deciden hacer una parada para arreglarlo y mientras marchan a tomar un café. El camarero que les sirve les confunde con los terroristas del atentado cuya foto ha salido en la televisión, avisa a la Guardia Civil que emprende la persecución de los jóvenes. Son detenidos en Roquetas de Mar y llevados a un cuartel abandonado en el Cabo de Gata. No tienen antecedentes, no van armados, no ofrecen resistencia. Lo que pasó entre los muros de ese cuartel lo guarda el silencio del horror, lo cierto es que los cuerpos de los jóvenes aparecen horas después acribillados, mutilados y abrasados en un descampado de la carretera. En los cuarteles de toda España, a las pocas horas de presentada por radio la requisitoria de la detención de los muchachos, se lanza otra consignando que era un error, asegurando que los jóvenes de Cantabria no eran los etarras buscados…pero ya debía de ser tarde porque el furor de violencia y la borrachera de odio había acabado con la vida de los tres jóvenes.
Las explicaciones que dio el ministro Juan José Rosón fueron confusas, desde el primer momento todo suena a falso, a ocultación de pruebas. Fue el tesón de la prensa y del abogado de la familia (Darío Fernández, tuvo que vivir más de un año escondido por las amenazas de muerte que recibía) los que consiguieron llevar a juicio a once guardias civiles. Se condenó a tres de ellos, el Coronel Carlos Castillo Quero, jefe del operativo, que se le condenó a 24 años de los que cumplió apenas ocho en una cárcel privilegiada. El teniente Manuel Gómez Torres, a seis años, y el guardia Manuel Fernández Llamas, a cuatro. Se les condenó por homicidio con el eximente y atenuante de cumplimiento del deber y obediencia debida. Años después en 1999, el País publicó que durante años se les había pagado a los tres condenados con fondos reservados. Ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez han contestado jamás a las preguntas sobre si ese hecho es cierto.
Han pasado cuarenta años, nadie ha reconocido lo ocurrido, ni repuesto el honor de los asesinados. Juan Mañas, tiene un pequeño monolito en su pueblo, y una plaza con su nombre…Hace tres años el Parlamento de Cantabria rindió sentido homenaje a los tres jóvenes.
A estos cachorros del fascio, se les empezó a tomar en serio cuando explosionaron un artefacto consistente en la sede del PCE de Santander, con motivo de la visita de Santiago Carrillo a la ciudad. Fue una bomba de considerables proporciones que destrozó la sede y afectó al edificio donde se asentaba, en la calle Alcázar de Toledo. La policía detuvo a los integrantes de los comandos negros que habían campado por la ciudad a su antojo con la complicidad de las mismas fuerzas del orden.
Los principales cabecillas de los atentados fueron, Miguel Fuentes, que regentaba una tienda de electrónica en la calle Cisneros y mantenía lazos fraternos con Blas Piñar, tanto que este le apadrinó su sexto hijo, así como también era amigo personal de Emilio Hellín Moro, el asesino de Yolanda Gonzálezy posterior asesor policial, cuyo caso mediático recordamos, colaborando con el abogado de Cristina Cifuentes.
Miguel Fuentes, fue detenido con motivo del atentado al PCE aunque su militancia violenta era bien conocida en la ciudad. En 1989 le asesinaron en Medellín los capos de la droga. En la prisión santanderina coincidió con uno de ellos trazando relaciones comerciales con el mismo. Miguel Fuentes viajó repetidas veces a Colombia para realizar trabajos de electrónica a fin de que los capos se comunicaran entre si y mantuvieran el control de los alijos. Fue tiroteado debido a que se le suponía confidente de la policía española. Su hermano se trasladó a Medellín para repatriar el cadáver pero nadie le pudo aclarar lo sucedido. Es altamente probable su colaboración con la policía incluso mucho antes de la entrada en prisión. Las camadas fascistas de la época, además de su conducta violenta contra cualquier izquierdismo, eran en su mayoría soplones de la BPS, colaboraban estrechamente con ellos. La doble vara con que se castigaba al terrorismo de izquierdas o de derechas queda trasparentada por la situación de privilegio y total impunidad con que operaban estos radicales de la ultraderecha.
Fueron detenidos también por el atentado a la sede comunista, José Manuel Mochales Oria, José Benito Gutiérrez Aja, y Mariano Casal Calvo, desconozco la trayectoria de estos últimos.
Hubo más destacados ultraderechistas en nuestra tierra. Se habló en los mentideros políticos de un personaje que llegó a ser alcalde santanderino… En los años setenta su padre tuvo que enviarle rápidamente a Londres, debido al carácter violento y al gusto que tenía de lanzar cadenazos a los manifestantes debajo de las siglas de los Guerrilleros de Cristo Rey. Militó y milita (hoy es senador) en ese partido político que ustedes saben y que suele llenar titulares hablando de terrorismo…Hace pocos tiempo, su cachorro, fiel a la tradición familiar increpaba y escracheaba a Miguel Ángel Revilla cuando salía de comer en un restaurante de Castelar, puro en mano.
Hagamos, de nuevo, un poco de historia nacional. Roberto Conesa entró en la Policía en 1939, fue preparado profesionalmente por la Gestapo. José Carlos Clemente cuenta lo siguiente en sus
Todo esto lo narra con detalle también, Antoni Batista en su obra La carta: historia de un comisario antifranquista, lectura muy recomendable para conocer el origen de la psicopática policía de la Dictadura.
En las dependencias de la policía, la temida BPS, se torturaba de forma sistemática a los detenidos. Nuestros Billy el Niño o Conesa nativos los he nombrado anteriormente entre ellos estaba el sádico inspector Solar. He escuchado horrores y también la forma ridícula en que pasó los últimos años de su vida, ya jubilado. Poco menos que se convirtió en un esperpéntico personaje santanderino. Insisto en la “simpatía” con que eran tratados los conocidos ultraderechistas santanderinos. A los que se utilizaba para “limpiar” las calles y apalizar a manifestantes, pero nunca fueron molestados hasta el momento del atentado del PCE, citado.
Era motorista de Tráfico, un tipo con gran atractivo físico y compostura importante. En los garajes que el destacamento de la Guardia Civil
Analizando el comportamiento de estos torturadores los creo psicópatas patológicos y no tan culpables como los mandos que autorizaban y espoleaban sus instintos asesinos, para como les dije, colgarse medallas. Habría mucho que contar de la propia Guardia Civil, de cómo se trataba a los jóvenes recién llegados al cuerpo cuando eran destinados a Euskadi, utilizados como cebo del terrorismo. Si ustedes preguntan a cualquier número joven, que estuviera destinado en Intxaurrondo, por Galindo, verán que le odian con más fuerza que al mismísimo Argala. Les aseguro que les he oído decir que el coronel Galindo produjo más víctimas entre los guardias que la propia ETA. Saquen ustedes conclusiones.
Continuará…