MEDIO AMBIENTE

El oso pardo, un “activo económico” que puede ser un “complemento” para el turismo de Cantabria

La osa Molina, ejemplar de oso pardo cantábrico
La osa Molina, ejemplar de oso pardo cantábrico

El oso pardo, cuya población se ha recuperado en la Cordillera Cantábrica, aspira a la coexistencia con los habitantes de comarcas oseras y actividades tradicionales, como la ganadería extensiva, pero también a erigirse como un valor económico, vinculado a la imagen de esta especie emblemática.

Aspecto este último que se ha constatado en algunas zonas de Castilla y León y sobre todo de Asturias, en términos de ingresos y empleos, y que se pretende abordar ahora en Cantabria, en el marco de la Mesa de Coordinación recientemente constituida en torno al plantígrado, con participación de las administraciones -Gobierno regional y una quincena de alcaldes de Liébana, Polaciones, Cabuérniga y Campoo- y la Fundación Oso Pardo.

Su presidente, Guillermo Palomero, considera que estos ejemplares constituyen "un activo económico que hay que cuidar" pues puede ser "un complemento" para áreas turísticas como la lebaniega. "Entonces, ¿por qué lo vas a desdeñar?", se pregunta en declaraciones a Europa Press en las que aplaude la creación del citado órgano participativo, que se ha marcado como prioridad revisar y actualizar el plan de recuperación del oso, que lleva 34 años en vigor, y diseñar uno de coexistencia.

El primer documento se elaboró hace más de tres décadas, cuando la especie estaba en peligro "crítico" y "al borde" de la extinción: "se nos iba de las manos", recuerda Palomera, para apuntar que entonces había en la Cordillera Cantábrica entre 60 y 80 ejemplares repartidos en dos poblaciones, la oriental y la occidental, separadas y sin comunicación entre sí.

Ahora, tras el trabajo y las medidas llevadas a cabo desde entonces, se puede hablar de que el oso está "recuperado", en una única población que suma cerca de 370 ejemplares, según el último censo disponible, elaborado hace cuatro años por las comunidades autónomas a partir de estimaciones genéticas. Son aproximadamente medio centenar más que en el balance anterior (realizado entre 2017 y 2019 por la FOP, que constató unos 324 plantígrados).

La Fundación prevé que siga la tendencia alcista en el próximo censo, que se elaborará de cara al año que viene, toda vez que aprecia "un buen nivel de reproducción". Este crecimiento poblacional trae asociado lo que ha ocurrido en otros lugares de España y en diferentes países a medida que se ha ido recuperando la especie: movimientos expansivos y de exploración por parte de los osos y avistamientos por parte de los ciudadanos, que han pasado de ser algo puntual en Cantabria a más habitual. Según la Consejería de Desarrollo Rural, en lo que va de 2024 se han registrado dos, puntuales y de osos pequeños, sin que ninguno haya causado problemas. Se trata de algo por un lado "normal", según la FOP, pero que causa una "enorme alarma" social, que Palomero entiende "perfectamente", de ahí que abogue por trabajar y atajar este problema de manera urgente y evitar así que "se enquiste".

Así, otra de las prioridades de la Mesa es diseñar un plan de actuación de futuro que incluya medidas de información y divulgación sobre los osos y de coexistencia con los habitantes de zonas oseras -que suman más de mil kilómetros cuadrados de extensión- y sus actividades y con los visitantes, especialmente en áreas como Liébana, Polaciones, Campoo o Cabuérniga, en las que se ha desarrollado un modelo de turismo rural que conlleva más presencia humana durante todo el año.

El objetivo es poner en común todo lo relativo a esta especie en Cantabria, con la participación de las personas y entidades que viven y trabajan en áreas de la comunidad autónoma donde también habitan osos para coordinar acciones que faciliten la convivencia de todos.

PROTOCOLO DE INTERVENCIÓN

El presidente de la FOP ha explicado a esta agencia que ante los acercamientos de osos a núcleos de población, protagonizados fundamentalmente por machos de entre 3 y 5 años en busca de comida ("siempre nos han robado la fruta y la más rica está cerca de los pueblos", apunta), existe un protocolo de intervención para deshabituarlos de estas prácticas y evitar que se conviertan en "una fuente de problemas".

Así, cuando se trata de un episodio aislado lo que se hace es reparar el daño si es que ha causado alguno, pero cuando el ejemplar persiste en su actitud entonces hay que "actuar de inmediato". Lo primero es disparar balas de caucho para favorecer su dispersión y evitar que se quede en zonas pobladas y, llegado el caso, capturar al oso para hacer un seguimiento y control mediante un collar.

El objetivo es que cambie su comportamiento mediante diferentes medidas de aversión orientadas a que los osos puedan acostumbrarse a la presencia humana. "Suelen responder (a las mismas), pero no el 100 por cien", indica Palomero, para señalar que si no reacciona bien a las mismas, se da "el paso final", que es "retirarle de la población".

"No lo vamos a admitir, y menos en una población con tanta actividad humana como lo es la Cordillera Cantábrica. Tiene que haber 'cero osos' habituados" a zonas pobladas y para que así no se "cuestione la imagen positiva" de esta especie.

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