tradiciones

Los mozucos de la foto

Picayos de San Mateo de la década de los 40

Las fiestas del pueblo de San Mateo afrontan su día más importante con el recuerdo a los picayos de la década de los años 40 y 50.

Tere, Angelines, Marquitos, Fabián y Ramiro son los protagonistas de la foto que ilustra el programa de las fiestas de 2017 de San Mateo. Solo los tres primeros continúan vivos y recibirán un homenaje hoy –domingo- en las fiestas de San Mateo. El reconocimiento a “los mozucos de la foto” es un recuerdo a todos los picayos de la década de los años 40 y 50 del pueblo. La foto data de 1945 y todos los miembros son primos y hermanos, pertenecientes a la familia Núñez- Fernández.

Por aquella época la vida en los pueblos era difícil: no había tele, ni grandes eventos. El ocio consistía en la radio, el cine y las fiestas del pueblo. Precisamente, las fiestas de San Mateo tenían dos verbenas: la de los viejos y la de los jóvenes.

“La verbena de los viejos”, que hoy continúa celebrándose, consistía en una pareja de piteros tocando constantemente, normalmente Martín y Bosio o los piteros de Anievas. “La verbena de los jóvenes”, precursora de las verbenas de hoy en día, estaba amenizada, primero, por “el ciego de Sierrapando” y después por las orquestas “Cubanacan” y “Brasil”.

Pero los propios mozos del pueblo participaban activamente en las fiestas, y así cubrían las horas de ocio que por aquella época tan difícil resultaba cumplimentar. Eran dos las actividades que, pueblo por pueblo, cubrían el tiempo libre de los mozos y las mozas: los bolos y los picayos.

Desde hace unos años el pueblo de San Mateo intenta recuperar su identidad y tradiciones

Los bolos con el objetivo de tener un equipo propio y para poder realizar un concurso –normalmente social- en las fiestas del pueblo; y los picayos para poder cantar y bailar al santo el día de la procesión, y si eran buenos poder ser contratados por otros pueblos.

Para aprender el noble juego de los bolos existía un autoaprendizaje. Los niños comenzaban “pinando” los bolos a los mayores, y cuando la bolera se quedaba vacía los más pequeños hacían sus propias partidas. Así, poco a poco iban aprendiendo y evolucionando en el deporte vernáculo.

Los picayos en San Mateo tenían un nombre propio: Eloy, un puesto que existía en todos los pueblos. Eloy era el encargado de enseñar a los mozos a bailar y de coordinar todo, incluso las vestimentas (pantalón, fajín, pañuelo, pañoleta, camiseta…).

Pero la televisión y la cultura de masas cambió todo. Aquellas viejas tradiciones no tuvieron continuidad con las generaciones que en la década de los 60 y 70 tenían que haber tomado el relevo. En el caso de San Mateo, a principios de los 70, los mozos que tenían que dar el relevo ensayaron, pero nunca actuaron. La televisión venció a aquella tradición; y es que el tiempo libre ya se empleaba en guateques, discotecas, televisión…

Desde entonces muchos pueblos han ido perdiendo sus tradiciones poco a poco, pero desde hace unos años el pueblo de San Mateo intenta recuperar su identidad y tradiciones. La escuela de bolos y de folclore son buena muestra de ello. Allí, niños, jóvenes y adultos comparten enseñanzas y momentos bajo el paraguas de lo tradicional, y mirando de reojo las fotos en blanco y negro que marcaron el inicio de todo.  Es por ello que rinden homenaje a los picayos de aquella época dentro del programa festivo.