viernes. 17.05.2024

Almeida, José Luis

José Luis es el típico gestor de derechas con estudios superiores y una oposición de postín, dedicado a la política porque le sale de natural

Si hay algo que sea netamente español, además de la tortilla de patata y hablar a gritos en los museos, eso es llamarse José Luis. También Francisco, José Antonio, Carmen o María Dolores, esos nombres con regusto antiguo, de santo del día, heredados de un padre, de un abuelo o de un tío que se murió en la guerra. El alcalde de Madrid tiene nombre de rancio español, como debe ser entre los suyos, que son esos miembros de la derecha bien, la de toda la vida, camisas viejas y abolengo, encamados con el resto de representantes del Régimen en el nuevo Movimiento Nacional que es el PP. Almeida, que por la talla podría pasar por Jefe del Estado en vez de alcalde, lo es hoy como lo hubiera sido en 1912. Por la gente con sus construcciones ideológicas no pasa el tiempo, por más moho que acumulen en los blasones.

Si de algo saben los de su linaje es de hacer la pelota para no acabar en una esquina de la mesa y poder seguir comiendo con los mayores

José Luis es el típico gestor de derechas con estudios superiores y una oposición de postín, dedicado a la política porque le sale de natural. Sin relumbrón ni apoyos suficientes para ser jefe provincial de su partido, ha sabido irse moviendo del sol a la sombra, de árbol en árbol, sin levantar más polvo que el necesario para consolidarse en un puesto que le llegó de regalado. En el statu quo de 2019, estoy seguro de que los peperos de Casado no esperaban que Carmena pudiera perder la alcaldía, y colocaron al bueno de José Luis de cabeza de lista porque había que poner a alguien. Y a partir de ahí, Pepito que le llaman sus sobrinos, ha hecho lo que cualquier hijo segundogénito en ausencia del mayor: pasarle la mano por la chepa al padre dándole jabón para seguir disfrutando de la herencia. Si de algo saben los de su linaje es de hacer la pelota para no acabar en una esquina de la mesa y poder seguir comiendo con los mayores. 

Ahora que ha emparentado con la Casa Real española y la de las Dos Sicilias, una sandez sin más sustento que la necesidad de las alcurnias de medio pelo de hacer creer que forman parte de la aristocracia, Almeida ha puesto la alcaldía a los niveles del relumbrón en los que Ana Botella, que por ser esposa del imbécil de su marido se creía Carmen Polo pero en inteligente, pensaba seriamente que la tenía. José Luis no es de promocionar el café con leche in the Plaza Mayor, probablemente porque tiene más ajustado el umbral del sentido del ridículo, pero no siempre que abre la boca es para no caer en la insensatez. Desde que dejó tirado a su anterior jefe, saliendo por patas del aquelarre que le montó la inestable de Ayuso y su achispado jefe de gabinete, tiene menos querencia al debate nacional. Pero no pierde ocasión de poner a escurrir al gobierno de España. Centrarse en cumplir con sus tareas sin meterse en jardines ajenos no es tarea fácil para las derechas que sienten que la izquierda les roba el poder que es siempre y solamente suyo.

Almeida no es mal alcalde. Tampoco es bueno. Al final, un ayuntamiento como el de Madrid, tan grande, va solo. Por eso puede dirigirlo un señoro que ni fu ni fa, que se ha criado entre olor a cuero, puros e inciensos, en una familia cómodamente instalada en su época y sin más preocupaciones que obedecer y sacar buenas notas. José Luis no tiene nada que le haga especial como para que su paso por el consistorio vaya a resaltar en la historia de la ciudad. Si acaso porque gobernó unos años con el apoyo de la ultraderecha, pero eso tampoco es un mérito para quien milita en el partido del posfranquismo. A los iguales se les presuponen buenas relaciones y cercanía. Así que Pepito acabará su carrera de funcionario, sumando los trienios por haber sido alcalde, con el aplauso de sus hermanos y de la familia noble de su esposa, alguna rotonda con su nombre y el dudoso honor de haber sobrevivido al paredón en el que, entre los suyos, acabaron con un presidente de su partido del que él mismo fue portavoz. Supervivencia, buena sombra y estirpe.

Almeida, José Luis
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