jueves. 28.03.2024

¿2020?

Todo fue real, aunque cuando todo pasó, la gente siguió riendo y saliendo y juntándose como si nunca hubiera pasado nada.

Cuenta la leyenda...

... Que 2020 fue un año de mierda que se llevó por delante a mucha gente, cifras indecentemente inasumibles de personas, miles de mayores que se fueron estando solos en ese desamparo en el que los dejamos cuando pensamos que nuestra vida es más importante que la suya solamente por el hecho de que ellos casi lo han vivido todo y a nosotros nos queda un huevo por vivir.

... Que a principios de 2020 nos estuvimos riendo del virus a mandíbula batiente, cuando andaba ya metido en casa pero no se le notaba, por la simpleza de que fue a los chinos a los que les había tocado en suerte ser los primeros en sufrirlo, esos chinos que siempre son blanco fácil de mofas porque no somos capaces, ni lo intentamos, de entender su cultura, su historia y sus tradiciones.

Todo el verano de 2020 fue jauja, y salimos, y viajamos, y nos juntamos, y seguimos pasando de todo

... Que cuando en 2020 el virus empezó a atizarnos con fuerza y sin compasión a razón de mil muertos diarios y nos encerraron en casa, todavía nos lo pasábamos pipa y salíamos a aplaudir y a cantar y a bailar en los balcones dando las gracias a los sanitarios, pero que cuando nos soltaron dos meses después, enseguida se nos pasó la tontería y volvimos a ser las insolidarias hienas de siempre.

... Que cuando a mediados de 2020 nos dijeron que ya habíamos alcanzado una nueva normalidad, que resultó ser más calamitosa y peor de llevar que los tiempos del confinamiento, creímos que ya estaba todo en su sitio, y volvimos a las andadas de hacer lo que nos da la gana meándonos en la pata de los que nos dicen lo que es prudente y lo que no lo es, y así nos pintó el pelo.

... Que todo el verano de 2020 fue jauja, y salimos, y viajamos, y nos juntamos, y seguimos pasando de todo como si todo lo anterior hubiera sido una serie de Tele5 de las que no renuevan, y dejamos de aplaudir a los sanitarios porque total estaban haciendo su trabajo mientras nosotros seguíamos sin volver a los nuestros por si acaso y porque trabajar desde casa es mucho más cómodo, que nos deja más tiempo para salir y para viajar y para juntarnos.

Somos una sociedad sin más conciencia que la del fútbol, sin más perspectiva que la de la tapa del bar tomando vermut y cervezas

... Que en octubre de 2020 la cosa se puso tan fea que volvió a sonar la canción del confinamiento, y que preocupados por las Navidades y la posibilidad de que no nos dejaran volvernos locos y organizar cenas de amigos, de trabajo y de familia con todos los amigos, todos los compañeros y toda la familia, seguimos haciendo lo que nos diera la real gana y saliendo en los puentes de noviembre y de diciembre de fiesta, que es la realidad en la que mejor nos hemos movido siempre.

... Que somos una sociedad sin más conciencia que la del fútbol, sin más perspectiva que la de la tapa del bar tomando vermut y cervezas, sin más solidaridad que la de los intermitentes cuando aparcamos en doble fila, sin más inteligencia que la de los chistes de taberna, sin más sentido común que las de una ración de almejas con limón.

Cuenta la leyenda...

... Que la desgracia de políticos desgraciados que tenemos convirtió 2020, a pesar de la pandemia, de los contagios y de los muertos, sobre todo de los muertos, un espacio más del partidismo más ruin y del peor sentido de Estado, yendo cada uno a lo suyo sin más horizonte que los votos de los suyos, jaleando la confrontación con la salud de los españoles como rehenes, y poniendo la parte por encima del todo, como siempre.

La clase política quedó a la altura del betún, aunque los ciudadanos tampoco anduvimos a ratos mucho más arriba

... Que las discusiones sobre qué hacer con nosotros durante el confinamiento, y después del confinamiento, fueron un desatino bochornoso en el que unos y otros demostraron que les importamos un pimiento, y que por quedar por encima unos de otros, también unos y otros fueron capaces de cualquier cosa sin vergüenza ninguna, y con el mismo desparpajo y canallería con el que se resuelven entre elección y elección.

... Que la clase política quedó a la altura del betún, aunque los ciudadanos tampoco anduvimos a ratos mucho más arriba, y que acabamos hartos de su falta de miras y de sus excesos estratégicos, cansados de la miseria de sus peleas de salón democrático, y superados por su bajura de miras, aunque tampoco todos porque hubo quienes les siguieron en sus simplezas intelectuales.

... Que España se convirtió, como siempre, en un ring de boxeo ideológico donde lo de menos fue la salud de los ciudadanos y lo de más el rédito electoral en las encuestas, donde se exacerbaron las diferencias y no se buscaron las confluencias, donde los españoles fuimos moneda de cambio, el sistema sanitario un arma arrojadiza, y la dignidad y el respeto de los servidores públicos una impostura y un arma arrojadiza.

Cuenta la leyenda...

... Que todo fue real, aunque cuando todo pasó, la gente siguió riendo y saliendo y juntándose como si nunca hubiera pasado nada...

¿2020?
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