jueves. 28.03.2024

De la cena de la poesía a “en julio es primavera”

Desde luego, en Julio Sanz Saiz, se dan todas las características  que el pintor Paul Kleen consideraba que  todo artista debiera  ser:  poeta, explorador de la naturaleza y filósofo...

Recientemente se ha hecho, avalado por la concejalía de Cultura, un homenaje al poeta y pintor Julio  Sanz  Saiz, fallecido  el mes de febrero pasado. El acto tuvo lugar en el Centro Nacional de Fotografía Manuel Rotella de Torrelavega, donde bajo el lema “En Julio es primavera!, no faltaron durante el evento,  músicos, poetas, rapsodas y lectores de su obra narrativa y poética.  Sobran los motivos, para homenajear a tan ilustre personaje del mundo de la Cultura en la ciudad de la que formó parte.

Conocí a Julio Sanz Saiz en el año 1993. Estábamos la Asociación Sociocultural Polanco organizando las fiestas patronales y habíamos decidido incorporar en el programa de fiestas un homenaje a todas las personas que nos habían precedido en el tiempo; aquellas personas que con sus trabajos, luchas, sacrificios, alegrías y sus tristezas habían ido configurando la esencia de nuestro pueblo; deseábamos personalizarlo en las personas mayores de 90 años que a la sazón no eran muchas, apenas superaban la docena.

Naturalmente, un homenaje de esta índole debía tener carácter popular, contando con la representación máxima de instituciones, sin ser patrimonializado por ninguna en exclusiva. De ahí que se recurrió al ayuntamiento, a la parroquia y al Consejo Municipal de la 3ª Edad que junto  a la Asociación Sociocultural, eran las únicas asociaciones vigentes en el municipio.  Se contó con el grupo de danzas  local, “El sabor de la tierruca” que honró a los mayores con su pase bajo los arcos floridos y  exhibiendo al final de acto una serie de bailes propios de nuestra región; se contó con el Coro “Voces de la Paz”,  y nos faltaba un bardo  que ofreciese cierto lirismo al evento. Alguien, no recuerdo quién, probablemente fuese el párroco cuyo destino anterior había sido Barcenaciones,  me recomendó a Julio Sanz Saiz, residente en dicha localidad y al que personalmente no conocía. Conseguí hacerme  de su teléfono, le llamé, le expliqué y sin titubeo alguno confirmó su asistencia. El evento un  rotundo éxito, muy emotivo; Julio, magistral, sus palabras afectuosas iban acompañadas de un enternecedor poema para los homenajeados.  Ahí, en esa mañana, comencé a descubrir que me encontraba ante una excelente y singular persona.

Posteriormente se fue revelando ante mí su enorme obra como poeta, pintor y escultor. Un artista polifacético de amplia diversidad temática que inunda de lirismo, con su pluma y pincel, numerosos rincones de Cantabria y deja retratados a un amplio número de celebridades regionales. Una obra que conmueve, emociona y  nos resulta difícil determinar qué cualidad artística se eleva sobre la otra. Ambas se imbrican, unidas a su faceta humana y todas salen reforzadas. El propio Julio nos resuelve la duda autodefiniéndose como un poeta que pinta. Su propio amigo, Mauro Muriedas, decía de él:   como pintor tiene un sentimiento poético del paisaje, bien expresado y rimado a través de su conocimiento de la técnica de la aguada.

Dentro de la gran variedad de temas que aborda en su obra, los que más contenido ocupan son aquellos que giran en torno a la Naturaleza, con la que se compromete, recrea y sublima hasta lograr cierta cota de misticismo. Con ello, consigue otorgar, a la función estética de su obra -quizá sin proponérselo- un mensaje didáctico, creando una conciencia ecológica y cultivando una sensibilidad medioambiental.

Desde luego, en Julio Sanz Saiz, se dan todas las características  que el pintor Paul Kleen consideraba que  todo artista debiera  ser:  poeta, explorador de la naturaleza y filósofo...

Y, vaya que, de las tres tenía nuestro Julio...  En Julio, se ha dado otra característica que cabe subrayar y que, desde luego, denota el carácter de su personalidad, su tesón,  constancia y compromiso. Durante más de sesenta años, todos los 21 de marzo, a las veintiún horas, concitaban a poetas y simpatizantes de la Cultura en torno a la denominada “Cena de la Poesía”. Fíjense que estamos hablando de un año sobre otro, durante sesenta y dos años  consecutivos, en el mismo mes y día, organizado por la misma persona… Vértigo, produce.

Y para cerrar y no hacerme más extenso, concluyo con otra característica que resalta la bonhomía de Julio, su generosidad. Persona sumamente generosa.

Me percaté de su grandeza tras las primeras palabras que mantuve con él por teléfono en aquél día de verano de 1993. Le estaba pidiendo una colaboración altruista, una persona que no conocía de nada, en nombre de una asociación que, en aquellos momentos, fuera del pueblo, resultaba insignificante debido a su incipiente creación, y no tuvo el menor titubeo para colaborar, traer su poema y verse como pez en el agua junto aquellos testigos presenciales de tantos  años de historia.

Esa fue la primera vez, después vinieron muchas  más, ya desde el Ayuntamiento y siempre con carácter altruista, estuvo de pregonero, de jurado del Concurso de pintura, nos gratificó con varios recitales poéticos y alguna exposición pictórica. Tanto por  requerimiento como por propio deseo, su presencia resultó sumamente grata en este pueblo perediano, al que en diversas ocasiones  se había acercado para visitar junto a otros adalides de la cultura comarcal  como Otero, Mauro Muriedas, Laguillo… a su buen amigo, Jesús Cancio, el Poeta del Mar que pasaba junto a su primo Luis Corona, los periodos estivales en Polanco.

Si fue generoso con Polanco, no cabe la menor duda, lo fue con otros lugares y personas, porque generoso lo fue a raudales, y como decía Aristóteles: de las diversas variedades de la virtud, la generosidad es la más estimada.

Hombres como Julio que hoy se encuentran en el Olimpo que acoge a grandes personalidades que han contribuido a dar lustre y grandeza a la ciudad de Torrelavega y región de Cantabria, por siempre estarán en el recuerdo.

 ¡En Julio es primavera! Esperemos que la cita en su nombre continúe en el tiempo y la animosidad de  su vástago, de mismo nombre, no decaiga.

                                                                     

De la cena de la poesía a “en julio es primavera”
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