jueves. 28.03.2024

En vez de hablar de banca en quiebra, mejor enumerar alegrías

Suele ocurrirme que cuando creo haber terminado un aceptable artículo, pasa inadvertido porque los lectores están hartos de que les demos tanto la brasa. Hemos pasado ya suficientes calamidades y toca ser felices, pese a que los gobernantes lo estén impidiendo debido a su mala gestión. Nos quieren hacer creer que todo ha cambiado, y que no pueden hacer nada al respecto. No es verdad, ni lo uno ni lo otro. El ciudadano anhela alegrías; a ellas contribuye el trabajo, la vivienda, llegar a fin de mes o una buena sanidad.  Precisamente, cuestiones que fallan.

Tengo en frente dos noticias y dos titulares diferentes. La primera habla de que el Banco Central Europeo abre la puerta a inyecciones de dinero a la banca. La segunda la protagoniza el presidente alemán, quien llama a la calma, al tiempo que asegura que el Deutsche Bank es un banco muy rentable.

Los mandatarios, máxime cuando se trata de hablar de economía, ya no tienen credibilidad. Les salva que la población está bastante indiferente ante los problemas existentes y otros que se ciernen. Hasta que sea demasiado tarde y formemos todos parte del coro de las lamentaciones, bautizado así por no actuar antes frente a esta sociedad nueva e injusta, tan basada en la mentira y restar importancia a crisis alguna, incluso cuando los mejores bancos del mundo quiebran y nadie sale a dar la cara sobre lo que pasa y a lo que nos enfrentamos con el dinero, el empleo y las perspectivas de futuro.

Yo observando los nubarrones que se posan sobre la banca, mientras algunos lectores me indican que les ha entretenido mi último artículo, titulado “55 años escribiendo ideas en Post-it, y la falta que hacen ahora”. Quieren que siga por ese camino. Que deje de lado otras opiniones sesudas sobre los problemas que tiene el mundo, España o Cantabria, de donde soy y donde vivo. Al menos en esta ocasión, me convencen.

Anhelo volver a publicar, aunque para los escritores siempre ha sido un gran misterio y sufrimiento encontrar una historia, contarla, gustar, y triunfar con ella, tan admirador como soy de los grandes maestros que escriben tanto, tan bien y tan continuado. Resulta inexplicable su secreto, dificilísimo de replicar con una obra de la que todos hablen y ni siquiera el paso de tiempo la entierre en el olvido.

Hoy, ¿qué le interesa a la gente, sea como preocupación o para evadirse de la monotonía cotidiana de despertar y esperar a completar un día de manera más o menos satisfactoria? A medida que te vas haciendo mayor, encuentras más explicaciones a muchas cuestiones que con anterioridad te podían preocupar. Con la diferencia generacional, evidentemente los anhelos no pueden ser iguales entre una juventud que empieza y una madurez que aspira a mantener buena salud, y cada vez está más mosqueada con lo mal que funciona la sanidad pública, a la que se ha sumado también la privada.  

“Los anhelos no pueden ser iguales entre una juventud que empieza y una madurez mosqueada con la sanidad pública”

Venga, pues. Fuera hablar de mociones de censura, de corrupción, de bancos que huelen a muerto, de una justicia cada vez más incomprensible, de independentistas que no quieren a España pero viven de ella a cuerpo de rey, de medios de comunicación que no hace honor al nombre porque desinforman, de Putin o de la Cumbre Iberoamericana que no va a servir para nada. ¡Alegría, alegría y alegría!

Dickens primero escribió libros como Oliver Twist, David Copperfield o Historia de dos ciudades. Sin dejar de crear títulos maravillosos, traducidos a todos los idiomas, un buen día llegó a la conclusión de que no existe nada en el mundo tan irresistiblemente contagioso como la risa y el buen humor. Ante la vieja pregunta de entonar deseos, aún se mantienen fuertes como respuestas inalterables lo de la salud, el dinero y amor.

Aunque hoy tener también talante parece tan difícil como encontrar trufas bajo la tierra. Los malos gobernantes se delatan cuando los ciudadanos a los que se representa viven encabronados. Hace tres años que no hacemos otra cosa que estar así. Y es más que comprensible que optemos por el cine, el teatro, la música, los conciertos, el deporte, la conversación, la lectura, la naturaleza, ir de bares con los amigos, los viajes, los fines de semana conociendo ciudades y pueblos, el motor y un largo etcétera de aficiones que no acaban en esto numerado. ¡Alegría, alegría y alegría!

No atino muy bien a comprender por qué el Covid y su mala gestión nos ha legado, al menos por el momento, esta sociedad tan tóxica. Cuando se dijo aquello de la vuelta a la normalidad (¡cuánto y de qué manera tan poco seria se ha jugado con las palabras!), no era lo que tenemos en la actualidad. A diario nos quieren aguar la fiesta, y por supuesto que es evidente que una abrasada población quiera antes diversión y mantenga firmes sus sueños, que estar a lo que le pasa al Deutsche Bank o lo que diga Christine Lagarde como presidenta del Banco Central Europeo.

Aburren. Eso, y que además se han situado en un espacio inaceptable al no decir la verdad ni al médico. Por lo tanto, además de ignorarlos, hay que ir por el camino de vivir lo mejor que podamos, disfrutando de aquello que tenemos y anhelando siempre un mayor y más seguro bienestar, donde no falte el trabajo, la educación, la cultura, la sanidad, y el acceso a una vivienda digna, que es en lo que más ponen acento nuestros jóvenes en busca de la misma independencia de la que antes gozaron sus padres.

“Hay que ir por el camino de vivir lo mejor que podamos, donde no falte trabajo, la educación, la cultura, la sanidad, y vivienda”

A la fuerza, les estamos desapegando de casi todo. Y también creando un escenario falso, porque no es cierto que la juventud no quiera trabajar porque ya tiene todo lo que necesita a costa del Estado, el gobierno que lo representa, y la familia. ¡Noo! Con esta falacia solo se excusa la inoperancia de los poderes que no hacen bien su trabajo, como crear empleos y salarios dignos. Veríamos cómo cambia el panorama de ser así.

Entonces no aparecerían noticias de que falta mucha mano de obra en sectores determinantes, algo que cuesta creer cuando se señalan puestos de trabajo en industrias punteras, con fama de asegurar a sus empleados toda una vida laboral. Necesitamos el regreso a la seriedad, y, al tiempo, a la alegría. Si juntamos las dos cosas alcanzamos la estabilidad. Y si encadenamos ahora las tres cuestiones veremos futuro. Y a nada que la sanidad pública empiece a funcionar como debe, ¡date!, ya rozamos la felicidad.

En vez de hablar de banca en quiebra, mejor enumerar alegrías
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