miércoles. 24.04.2024

Menos rebeldes sin Johan

Escuece cada vez que nuestra maltrecha civilización pierde un referente, un mundo sin Johan, ¡¡cómo si abundarán!!  Estamos hasta el gorro de justas protestas sin respuesta, críticas flojeras y cotilleo de todo y sobre todos. Cuando oigo apelar a los valores que luego no se cumplen; cuando veo que las promesas se incumplen sin que pase nada; y cuando oigo el disco rayado de tanto palabrero de pose, es cuando más necesito creer en personajes con profunda raíz ética. No debemos abstraernos jamás de admirar el valor, el ejemplo y la fidelidad a uno mismo: Johan Cruyff (1947-2016).

Mientras los nacidos en España nos dedicamos a poner a parir de habitual a nuestro país, enamoramos a ingleses, alemanes, italianos o rusos, y paro aquí la lista de nacionalidades porque es demasiado extensa. El sueño imperante entre los españoles es que nos toque La Primitiva, y entretanto un noruego se conforma con, tras firmar la jubilación, venirse a Mallorca en busca de la luz que nunca tendrán por aquellos fríos fiordos. El holandés Johan Cruyff fue uno de los que arribaron, ya nunca se marchó, y me enseñó a respetar más mi origen y ese sentido de que los seres humanos, unos con otros, debemos de tener siempre las puertas abiertas. Guardiola y otros muchos hablan del fútbol total que nos ha legado, y está bien, pero no abundan - y más en los malos tiempos que corren, peor para unos que para otros- los referentes personales como para que la edad o las enfermedades nos los arrebaten.

No abundan las personas sensatas que no tragan con la palabrería

Antes de la crisis lo escuché reiteradamente: todo esto ha sucedido por un incumplimiento de los valores éticos financieros, empresariales, y especialmente personales. Después, si te he visto no me acuerdo. Nos guste o no, vivimos hoy en un mundo convulso, que no se siente a gusto con lo que tiene, cómo lo ha logrado, y que no cree que la Paz sea el bien más preciado a asegurar, visto lo visto siglos atrás, con dos guerras mundiales a nuestras espaldas. Por eso, cada vez que escuchamos hablar a una persona sensata, que se pronuncia contra lo que es injusto, que no traga con la palabrería de habitual, no podemos por menos que tenerla como una fuente de la que emanan más verdades de las que estamos acostumbrados a leer y escuchar.  A mí me ocurría con Johan Cruyff y a otros les sucederá con más nombres. Me viene también el uruguayo José Múgica, personas que hacen planteamientos valientes como preguntarse cómo se le pude dar el Premio Nobel de la Paz al presidente del país que más guerras tiene abiertas en todo el mundo. Para estos referentes de carne y hueso, una pregunta lleva a otra y a otra… ¿Es que ya no pasa nada con la crisis y sus consecuencias?; ¿es que la banca desahuciadora lo puede arreglar todo con cuatro anuncios?; ¿es que tenemos que acostumbrarnos a que el paro no tenga solución?; ¿es que los jóvenes han de pensar que son el problema cuando son lo mejor que tenemos? El inconformismo nunca ha estado bien visto, pero basta apreciarlo en alguien que ha alcanzado el éxito para que valga la pena no tirar la toalla respecto a cualquier causa. 

Europa ha elegido Turquía como su muro de la vergüenza

Causas justas hay tantas como problemas reconocibles existen. La falta de ideales conlleva también esta sequía de voces nuevas que traigan frescura a la hora de ofrecer soluciones, especialmente cuando se trata de frenar nuevos conflictos bélicos, nuevos atentados terroristas o de saber acoger humana y legalmente a unos refugiados. Cada tragedia está siempre abierta a que alguien ponga sensatez a tanto desconcierto. Donal Trump promete un mundo con nuevos muros de la vergüenza y Europa elige a Turquía como el suyo propio, para que no puedan saltarlo todos aquellos que quieren recobrar libertad y futuro en suelo seguro. Cuando menos, nos acaba de dejar un gran europeo, nacido en el norte para elegir años después vivir en el sur. Fue el balón el que le dio la fama y su gran personalidad esa reputación que traspasó fronteras. Un mundo sin “Johans” puede resultar cada vez más injusto, porque se van limitando las contestaciones contundentes al poder absoluto que muestran los que de verdad dirigen los poderes que mandan en todo.

 

Menos rebeldes sin Johan
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