sábado. 20.04.2024

Jesús Quintero, cuando la colina se queda sin locos geniales

Echaré de menos saber de Jesús Quintero (1940-2022). Le añoraré por lo que ha representado en mi vida personal y profesional. Los valores hoy no suman, pese a tanto anuncio televisivo de igualdad, cuidado del planeta y de las personas que lo habitan. Hay más camelo que otra cosa. Pero cuando una persona pasa por este mundo tan bruto, con una trayectoria vital como la del loco de la colina, hay que resaltarlo y enseñar a no olvidar. Este país es nefasto en el trato y recuerdo debidos hacia los que han dejado huella. ¡Cómo si fuera fácil destacar entre 8.000 millones de seres humanos que somos, y ahora sin rumbo! El loco genial lo logró. De corazón, ¡gracias, Jesús!

En casi todas las películas de cine bélico hay que tomar una colina, fuertemente defendida por la artillería del bando contrario. Es curioso el significado, aparentemente tan contrapuesto, de lo que significa una colina y lo que es un loco. Hoy las colinas están mayormente arrasadas por nuestras destructivas acciones contra el planeta que nos da todo, y los locos geniales parecen extinguidos, precisamente en tan precarios tiempos, propicios para sus ideas y soluciones, que los actuales mandatarios jamás nos ofrecerán porque carecen de ese don.

Allá por los años 80, cuando estudiaba primero en Barcelona y después en Madrid, el Jesús Quintero de la radio era cada noche mi opción preferida. Lo voy a expresar mejor: mi referente. Y es que no tengo duda alguna de que el loco de la colina, con su forma de ser, de pensar, de hablar y de comunicar, formó parte de mi instrucción, en lo que posteriormente he sido un periodista que anhela respetar las reglas, algo muy difícil de aseverar en la actualidad, donde ya no hay línea divisoria, visible, entre política y periodismo.

Sobre la vida, el amor, la amistad, la enfermedad, la guerra, el odio, la envidia, los políticos, la discriminación, el racismo, la libertad sexual, la corrupción, los mayores, el abandono, la naturaleza, los animales, la convivencia, la salud mental, el hambre, prestar ayuda, escuchar, arrimar el hombro, la necesaria educación, apostar siempre por la cultura como la única arma a empuñar… Todo esto y más es, en el recuerdo, Jesús Quintero. Sabía cautivar como nadie, emocionar también, algo que muy pocos comunicadores ejercen y transmiten, instalados muchos como están en la cizaña, el posicionamiento ideológico y el tú más. El loco genial quiso aportar a este país, porque así se construye una sociedad libre, justa y preparada mediante el saber, pero también vivió su gran decadencia, la de España, como igualmente nos ocurre ahora a los demás.

La radio y la televisión no son distintas, porque lo que se emite se haga dentro de un nuevo siglo y hayan irrumpido muchas tecnologías nuevas, que antaño no había. A otro perro con ese hueso. La radio y la televisión son, sencillamente, peores. La soberbia, algo de lo que juraría oí también reflexionar en ocasiones a Quintero, no deja ver que cada vez los ciudadanos estamos más cansados de que se nos engañe, y que en esa mentira colectiva participen de lleno los medios de comunicación. Hoy no es raro escuchar: ¡Cuánto ha cambiado el periódico que me gustaba, ya no hay quien lo lea! O esa otra afirmación de que muchos espectadores prefieren ver antes una televisión que emita en inglés o ucraniano, que cualquier otra de las denominadas nacionales.

La radio y la televisión no son distintas porque lo que emite se haga dentro de un nuevo siglo. La radio y la televisión son, sencillamente, peores

La entrevista, máxime quién sea el protagonista al que se la haces, es el género periodístico más complicado. Jesús Quintero lo bordó. Nadie lo ha vuelto a hacer, siquiera parecido a él. Sacaba todo de sus invitados, creando auténtico interés en los espectadores, a la espera de un nuevo programa en el que reeditar la admiración por el trabajo de este comunicador único. Tras una nueva intervención del loco, era fácil que surgiera dentro de una conversación lo que había dicho tal o cual entrevistado, nunca antes conocido pero sacado a la luz por el sagaz periodista. Quiero repetirlo: conversación. Ya no hablamos entre nosotros. Ahora lo hacemos con el móvil. Y lo medios, se trate del que se trate, reproducen la última tontería dicha por los tertulianos de turno de estos programas barriobajeros de la televisión española que, pese que a mí no me gusten, cuentan con una buena audiencia asegurada. Jesús Quintero nunca pudo imaginar que tras poner su nombre en Google aparecerían cientos de reseñas sobre su muerte, su vida, su familia, sus últimos años e incluso sus problemas económicos. Tampoco hubiera dado un duro (él lo diría así) porque las redes sociales le despidieran como lo han hecho, aunque los jóvenes no conocen de nada al loco de la colina, y nunca sabrán lo que se han perdido.    

Vivió una época esplendorosa. Se resistía a doblar la rodilla como tantos han hecho. Ya no critican la guerra ni los desmanes gubernamentales

Jesús Quintero murió el 3 de octubre de 2022, un lunes, en su amada Andalucía (nadie tampoco la universalizó como él). El día de su adiós hubo, claro, otras noticias. He aquí algunas. “La vendimia tras el verano más caluroso: No sé si podremos adaptarnos al cambio climático”, “Yo soy Fidel: las brigadas de respuesta rápida salen a las calles de La Habana para detener las protestas”; “La OTAN alerta de la movilización del submarino ruso Belgorod, portador del Arma del Apocalipsis”; España: “Tiroteo con un muerto y tres heridos en una posible vendetta entre bandas latinas”. Pacifista, hombre tranquilo, con sus problemas de salud, como todos, vivió y trabajó intensamente en una época esplendorosa para el mundo, como fueron los años 70 a 90. Luego, en el 2000, ya se jorobó todo, por la avaricia y la ambición de cuatro sobre todos los demás. El mundo no tiene solución, pero el loco se resistía a doblar la rodilla, como tantos han hecho ahora. Ya no critican ni la guerra, ni los desmanes gubernamentales, ni la propagada de los Telediarios, ni la concentración de riqueza en cada vez más pocos para ruina de muchos. La cultura, su gran pasión, tampoco es ya lo que era, al igual que la educación. Así las cosas, no es extraño tener ganas ya de irse. ¡Que encuentres en el más allá la paz que te mereces, de la que siempre hiciste gala, y que tanto necesita ahora este mundo inmerso en conflictos permanentes, creados para autodestruirnos!

Jesús Quintero, cuando la colina se queda sin locos geniales
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