viernes. 19.04.2024

El iceberg “partío”

¡Qué más da un iceberg más que un iceberg menos en la Antártida! A fin de cuentas, nuestra larga lista de barbaridades va desde Chernóbil a Fukushima, y nos trae al pairo hasta el mismísimo término Apocalipsis o que ha llegado el fin del mundo. El cambio climático va en serio, pero no ocurre lo mismo con el Pacto sobre el Clima, un nuevo camelo destinado solo a ganar tiempo, hasta que sea demasiado tarde.

Coincidiendo con los 20 años de “Corazón partío”, la famosa canción de Alejandro Sanz, la misma suerte acaba de correr un gigantesco iceberg de la Antártida, partido por la mitad. La noticia se ha contado en España comparando la extensión rota de aquel territorio gélido como similar a la de  Cantabria. Se trata de una reflexión de mal gusto, si catástrofe natural tan grave se queda en la anécdota de comparar esta inmensa masa de hielo con la “Tierra Infinita” cantábrica, que ahora está en pleno Año Jubilar. Las alarmas sobre el avance a peor del cambio climático se han disparado lo justo, porque se hecha en falta una declaración científica formal, de tal calado que no se pueda cuestionar por un minuto más el deterioro que sufre el planeta que nos da comida, cama y porvenir. Que ciencia e investigación estén tan subvencionadas por gobiernos y multinacionales tiene sus inconvenientes, porque antes de cumbres y pactos del clima en manos políticas debería existir ese manifiesto científico que sea el que realmente nos obligue a cambiar el ADN destructivo que tenemos los seres humanos hacia todo lo que miramos, tocamos y poseemos.

Es tan escaso el interés que nos suscita lo poco que queda limpio en el mundo, que el iceberg partido se denomina A68, como si fuera una simple autovía. La conciencia ecológica y medioambiental tiene en la actualidad más de marketing interesado que de realidad conseguida. Desmotiva que el avance generacional esté más interesado en lo tecnológico a la vez que  contaminante, que en reconducir el pésimo estado de los mares, ahogados en toneladas de plástico que mata a las especies marinas que no subsisten ante semejante trampa mortal. Tenemos asumido como si nada que la humanidad se ha cargado ya la mitad de los árboles, la mitad de las especies o la mitad de los ríos. Es como si no hubiera hecatombe que nos asuste, al pensar que el planeta es indestructible, de ahí que primero sea siempre el avance industrial  (y con él la polución), bajo el chantaje de ser la única manera de alcanzar el suficiente nivel de empleo. La letra pequeña del tratado para el cambio climático es en sí misma autodestructiva. Se trata de que los países más ricos e industrializados paguen a los pequeños e incipientes, para que no acometan los mismos errores medioambientales que nos han llevado a esta situación de un planeta gravemente enfermo.

Tenemos asumido que la humanidad se ha cargado la mitad de los árboles, las especies y los ríos

Hay gobernantes como Donald Trump que niegan la evidencia, y si pueden mentir sin sonrojarse sobre el cambio climático, es porque la ciudadanía mundial no demanda suficientemente la verdad sobre la salud de la Tierra. Porque si el cambio climático es un cambio en la distribución estadística de los patrones meteorológicos durante un periodo prolongado de tiempo, ¿ya pasa, verdad?. O los fenómenos meteorológicos extremos, ¿ocurren también, no?. Y si de manera drástica provoca las perforaciones de núcleos removidos de profundas acumulaciones de hielo, ¡ahí está el A68 como mejor demostración! Entonces, ¿por qué se cuestiona el cambio climático? Pues por lo de siempre, por intereses nacionales que se ponen de manifiesto en los  patrimonios de grandes corporaciones y personajes con nombre y apellidos de magnate. Con su poder, frenan las decisiones que hay que tomar. Esto es, ni más ni menos, lo que hace Trump, un multimillonario industrial que ha llegado a la Casa Blanca, y que nos quiere hacer creer que la Tierra lo aguanta todo, cuando se aprecia claramente, incluido el iceberg A68,  que no es así.

El cambio climático se cuestiona por intereses de grandes corporaciones y magnates

No nos engañemos: no va a cambiar nada hasta que no suceda algo realmente terrible y horroroso. La raza humana, y ha quedado demostrado suficientemente a lo largo de la historia, no escarmienta jamás. No lo hacemos con las guerras, ni tampoco con la energía nuclear que ha provocado las hecatombes de Chernóbil y Fukushima. Sobre este último lugar, nunca se sabrá la verdad, y cabe recordar que en las primera horas del tsunami que se llevó por delante la central nuclear japonesa, se habló de un Apocalipsis total. Si de estas dos tragedias no se han sacado consecuencias ni tomado decisiones, la esperanza de éxito de las cumbres climáticas políticas es cero, bajo la excusa falsa de que está todo controlado y no se ha “partío” nada más. 

El iceberg “partío”
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