jueves. 28.03.2024

100 años de la BBC como tv referente y, las de aquí, no aprenden

La BBC cumple 100 años y la cadena británica lo conmemora sacando en pantalla las mayores pifias de sus presentadores. Esto no se haría nunca en España, debido, creo yo, más que nada, a la arrogancia. Pero también es imposible sentir aquí, no porque no lo queramos, lo que los ingleses valoran de su televisión pública, en el sentido de que representa sus valores, y no es un medio propiedad del gobierno, sino del pueblo. Lo dicho: lo de Reino Unido, no es lo que hay en España, y no será por las veces que se ha pedido independencia y libertad de información. La pelota está en el tejado de recuperar el periodismo serio, de servicio público.   

Me he pasado la profesión de periodista, camino de cuarenta años, oyendo lo de la necesidad de igualar la televisión pública española al formato de la BBC inglesa. ¿Qué tiene el modelo británico? Rebusco en la hemeroteca y me topo con una amplia y muy precisa definición de lo que es aquella televisión: “Para los británicos, la BBC somos nosotros, es una expresión de nuestro sentido del humor, nuestros intereses, nuestros valores. No es propiedad del gobierno, no es propiedad de una empresa privada, es nuestra propiedad”. Son palabras de un profesor de historia de la comunicación de la Universidad de Westminster llamado Jean Seaton. Cuando he llegado a la parte de propiedad del gobierno, al saber este detalle, me ha entrado auténtica desazón de lo destrozada que está la tv española, y así interesa que sea, y así interesa que siga.

Imagínense cómo se comportarían las cadenas españolas, si ocurriera aquí lo que pasa ahora en Reino Unido, con tanto primer ministro cesando y saliendo de la residencia oficial de Downing Street. No quieran ni pensarlo, porque ya tenemos de ejemplo lo que fueron todos los disparates, paparruchadas, y manifestaciones (hablar sin saber), que se pudieron emitir en nuestro país con motivo del fallecimiento de la Reina Isabel II, fuera en canales públicos, lo más grave, como en privados.

Es un hecho constatable: los telespectadores españoles huyen cada vez más de las programaciones de las conocidas como televisiones de ámbito nacional. Desconozco lo que sucede en el ámbito autonómico, a excepción del bochorno de que exista, por como actúa tan sesgadamente, una televisión como TV3.  Sobre el distanciamiento hacia la televisión en España, aunque sigue siendo un medio muy poderoso, razones hay muchas, pero, sin retroceder demasiado en el tiempo, y ciñéndome exclusivamente a estos últimos años de crisis económicas, hay a mi juicio tres causas principales.  

“La BBC no es propiedad del gobierno. Al saber este detalle, me ha entrado desazón de lo destrozada que está la tv española, y así interesa que siga”

La primera es que durante la pandemia de Covid, especialmente en los peores momentos, los medios, y en concreto las televisiones, no han estado a la altura de las circunstancias de lo que se dilucidaba en España y en el mundo en ese momento. Fueron innumerables los informativos diarios que se ponían de perfil ante los datos alterados, de lo que realmente ocurría, y de los fallos gubernamentales para aplacar los miles de muertos habidos por el virus, con familias muy agraviadas que aún esperan respuestas. Las cadenas preferían mostrarnos los muertos de Nueva York, obviando que aquí pasaba lo mismo, o peor. Pero no había imágenes que mostrar. Mientras, los ciudadanos en cuarentena, tenían como mejor medio de información y entretenimiento la televisión, pero veían esto que digo. Así, empezó a cuajarse la desafección del televidente con el mensaje distorsionado que se les presentaba.

Una segunda cuestión, muy relacionada con la anterior, es que la reputación de los telediarios y programas informativos, con tertulianos muy concretos, se ha ido al garete. La cita diaria de muchos españoles con estos espacios informativos era costumbre poco menos que sagrada. Ahora ya no lo es, por la falta de confianza en la propiedad real de los medios, los hilos del poder que los mueven, y no saber discernir ya entre información veraz o interesada. No digamos la riada de noticias falsas en que nos vemos inmersos. La dependencia, además, que tienen ya los medios de las redes sociales, de las que sacan mucha de su información diaria (chismes, sobre todo) abona aún más este campo de confusión y desinformación que aburre y distancia a los ciudadanos, antes bien informados y ahora, a esa pregunta, contestan todo lo contrario.

El control de los medios siempre ha estado en el ojo y la ambición de los poderes políticos. De ahí que una tercera cuestión de la desazón es que la irrupción de nuevas formaciones que cambiaran viejas costumbres se tornó finalmente en gran decepción. A semejanza de cómo piensan los británicos acerca de su BBC, opino que los españoles no sentimos que los medios informativos públicos nos representen realmente, o sean expresión de nuestro sentido de humor, nuestros intereses y nuestros valores. Ese no sentir aumenta con respecto a la influencia decisiva que aquí tiene el gobierno sobre el devenir diario informativo de los medios públicos.

“La profesión tiene que revisar en qué consiste nuestra labor de periodistas. De problemas y falta de denuncias, nos hacen participes”

Los periodistas solemos señalar la falta de autocrítica que existe dentro de gobiernos y las administraciones, y la gestión que llevan a cabo sobre las necesidades prioritarias de la sociedad. Cuestión bien distinta es hacerlo nosotros mismos, con el retroceso que se ha producido en España con respecto al más grande de nuestros pilares como es el de la libertad de información. Estamos aplazando demasiado el debate de lo que las tecnologías han cambiado la forma de hacer periodismo serio. Lo mismo puedo decir de la separación de información y publicidad. Y no digamos todo lo que tenemos que hablar de las redes sociales, y su invasión de las redacciones, lo que muchas veces lleva a atender más las peleas que ciertos personajes tienen en Twitter, que reproducir, al modo de que como se nos ha enseñado a hacer periodismo, las noticias de verdad que acontecen a diario. Sí, lo sé. Aquí entran los gustos de los telespectadores, de lectores, de anunciantes y un largo etcétera. Por eso precisamente la profesión tiene que revisar en qué consiste nuestra labor de periodistas, y lo que esperan los ciudadanos de nosotros. Sinceramente, esta confianza está ahora seriamente deteriorada, porque de muchas de las cuestiones y problemas que surgen, de la falta de denuncias, de profundizar en los temas raros, de buscar responsabilidades, de hacer que los que se comportan al margen de la ley dimitan y lo paguen, de todo esto, nos hacen también, hoy, partícipes.  

 

100 años de la BBC como tv referente y, las de aquí, no aprenden
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