jueves. 28.03.2024

La guerra en Ucrania y el clima belicista que recorre Europa

Estoy convencido de una cosa: a pesar de que la ocupación pueda estar resultando más compleja de lo pensado, Rusia permanecerá en Ucrania hasta que se esta declare como país neutral.

Hace una semana comenzó la ocupación militar de Ucrania por parte de Rusia. Lo que muchos pensábamos que se reduciría al reconocimiento de las Repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, acabó extendiéndose a la entrada de las fuerzas rusas en varias zonas del país vecino. Digo que hace una semana comenzó la ocupación rusa porque la guerra, aunque en formas de baja intensidad, lleva años abierta. En Ucrania, fundamentalmente desde los sucesos de 2014. En general, desde que hace ya más de veinte años la OTAN decidiera extenderse hacia el este ignorando las promesas hechas a Gorbachov años antes.

Centrándonos en esta ocupación,  hay varios desencadenantes. Principalmente son dos y me limitaré a mencionarlos. Uno, el principal, la voluntad de Vladimir Putin, responsable máximo de lo que en estos días está sucediendo. El dirigente ruso dejó claro en su discurso del día 21 de febrero -en el que reconoció como Estados independientes a las dos Repúblicas del Donbass mencionadas anteriormente- que es un autócrata nacionalchovinista y profundamente anticomunista con una visión historicista y esencialista de Rusia que implica ambiciones imperiales.

Eso sí, a partir de ahí, es necesario señalar  por qué ha decidido empezar a cumplirlas ahora. Y ahí entra el segundo factor ya mencionado: el cerco al que las fuerzas atlantistas han sometido a Rusia durante las últimas décadas, con la Unión Europea ejerciendo como departamento de EE.UU., que ha llegado hasta las puertas de la propia Rusia en Ucrania, el país que la visión imperial de Putin siente como la cuna de su Imperio. Rusia sintió que necesitaba garantizar su seguridad asegurándose que Ucrania ejerciera el rol de país neutral, pero tanto la UE como la OTAN negaron dicha posibilidad.

Ahora, entre las ambiciones expansionistas de Putin y las del bloque atlantista, nos encontramos con Ucrania ocupada militarmente por Rusia y utilizada como pieza de ajedrez en el tablero geopolítico mundial por parte de EE.UU. Con su pueblo sufriendo las consecuencias.

Llegados a este punto, tras una semana de ocupación militar, mi sensación es que Putin creía que con su acción el bloque occidental se iba a quebrar, lo que no está sucediendo, más bien al contrario.  También que pensaba que la resistencia en Ucrania sería menor de lo que está siendo y  la guerra relámpago llevaría a una victoria muy rápida para negociar un "Minsk III" en una posición de fuerza. Como no está siendo así, ha sentido la necesidad de mostrar esa fuerza de cara a la negociación con Ucrania (ya en marcha en Bielorrusia) de otra forma: mediante la amenaza nuclear.

Una vez aquí, me parece fundamental comprender que al gran oso ruso hay que dejarle una salida. Si no, atacará. Y creo que aplicar las sanciones más duras posibles y entrar en una escalada armamentística global (el anuncio de Alemania en este sentido fue tristemente revelador) no es darle salidas, sino hacerle sentirse cada vez más acorralado.

Otro problema que quizás Putin no midió bien fue la apertura del frente interno. La decisión de pasar de reconocer a las Repúblicas del Donbass y entrar a su territorio para garantizar la seguridad de su población a hacerlo en toda Ucrania, no tiene apoyo masivo en Rusia. Y lo ha hecho precisamente en un momento en el que su popularidad estaba a la baja en su país. Esto puede hacer que aún se sienta más acorralado, aunque sea por sus propios errores. Porque a medio plazo puede sentir un peligro que antes no existía.

Problemas internos y problemas en su plan externo unido a las medidas de occidente que ellos sienten como amenazas existenciales es una combinación que puede ser letal.

Evidentemente no tengo claro cuáles pueden ser esas salidas. Pero diría que ninguna que no pase al menos por la garantía de la neutralidad ucraniana y alguna fórmula de reconocimiento y respeto a las Repúblicas populares de Donetsk y Lugansk servirá de nada. Y estoy convencido de una cosa: a pesar de que la ocupación pueda estar resultando más compleja de lo pensado, Rusia permanecerá en Ucrania hasta que se esta declare como país neutral.

En lo relativo a las sociedades europeas y a la española en particular, tengo la impresión de que no estamos entendiendo lo suficiente que la única alternativa a darle una salida al oso ruso en la mesa de negociación es que los países miembros de la OTAN acaben mandando soldados a luchar a Ucrania en lo que podría acabar transformándose en una Guerra global en la que estarían involucradas cuatro potencias nucleares (Rusia en un lado y EE.UU, Gran Bretaña y Francia en el otro). Porque quien crea que con las sanciones y con mandarle armas al ejército y a la población civil va a hacer que los ucranianos puedan expulsar al ejército ruso de su país creo que se equivoca.

Sin embargo, estamos asistiendo a un momento de ascensión y extensión del clima belicista por nuestra(s) sociedad(es) creado y expandido desde buena parte del establishment político y mediático que no puede traernos nada bueno. Puede que a quienes están instigando este clima, el escenario de confrontación global anteriormente expuesto les parezca un escenario deseable. A mí, y estoy convencido de que a una gran parte de nuestra sociedad, desde luego, no.

Dentro de este clima, se están justificando medidas muy peligrosas, como la censura de medios de comunicación. La Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, anuncio el cierre de RT, Sputnik y otros medios rusos. Algo que resulta curioso, poorque los países occidentales, incluyendo el nuestro, están basando gran parte de sus posiciones en torno a Rusia en la defensa de la democracia liberal como sistema político superior a la "autocracia de Putin". Sin embargo, tan solo tardaron unos pocos días en censurar medios de comunicación rusos sin siquiera estar en guerra (al menos declarada) con Rusia.

Decisión esta que, a mi juicio, sienta un peligroso precedente y entierra bajo sus pies la argumentación ético-politica de su posición (sobre la que llevan a cabo las sanciones a Rusia en múltiples formas, por ejemplo) entrando en el supuesto terreno del adversario al que combaten ideológicamente. Estamos viendo que, al final, parece que el liberalismo europeo se reduce a reclamar el monopolio de la (des)información.

Además, también se ha anunciado que por primera vez Europa activará la norma de acogida ilimitada de refugiados. No ha sucedido esto nunca antes y es también curioso que ocurra cuando los refugiados son Europeos y, como varios medios de comunicación occidentales se han encargado de recordarnos estos días, “blancos, rubios y de ojos azules”, en unas sentencias de un carácter racista que nunca ha acabado de abandonar del todo la construcción europea.

Mientras tanto, en este clima en el que se jalean las sanciones contra el pueblo ruso, el envío de armas a Ucrania y la escalada armamentística en Europa (aumentando los presupuestos de defensa sin contarnos en base reducirlos en qué otras partidas, aunque no es difícil imaginar en cuáles serán), se comienza a señalar a quienes nos situamos en posiciones divergentes.

Comienzan a acusar de complicidad con la agresión rusa a Ucrania a quienes nos oponemos al marco de “ir con todo contra Putin” y apostamos por la diplomacia y la negociación como forma de intentar acabar con la Guerra ya abierta y de evitar que esta se transforme en un conflicto global con el peligro de conflagración nuclear sobre la mesa. Son quienes hacen esto los que sí están ejerciendo de cómplices del clima belicista que recorre Europa. Un clima que recuerda peligrosamente al que inundó europa en 1914, y que, como sucedió entonces, reforzará las posiciones ultraderechistas que ya de por sí estaban en auge en muchos países europeos.

Decía hace dos días en su cuenta de twitter el ex Canciller (Ministro de Exteriores) venezolano Jorge Arreaza que “la opción militar surge cuando fracasa la Diplomacia” pero que “ojalá el diálogo y las negociaciones en marcha conduzcan a la paz.”. No puedo sino compartir esta voluntad y terminar este texto con las palabras que Karl Liebknecht, miembro de la facción espartaquista del SPD y compañero de Rosa Luxemburgo, pronunciara el dos de diciembre de 1914 en el Reichstag Alemán para argumentar su voto contrario a los créditos de guerra: "Yo apoyo los créditos de ayuda a las víctimas con las siguientes reservas: voto gustosamente por todo lo que pueda llevar un alivio a nuestros hermanos en el campo de batalla así como a los heridos y enfermos, por los cuales siento la más profunda compasión. Pero como protesta contra la guerra, contra aquéllos que son responsables por ella y que la han causado, contra aquéllos que la dirigen, contra los propósitos capitalistas para los cuales está siendo usada, contra los planes de anexión, contra el abandono y el olvido total de los deberes sociales y políticos por los cuales el gobierno y las clases son todavía culpables, voto contra la guerra y los créditos de guerra solicitados."

 

La guerra en Ucrania y el clima belicista que recorre Europa
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