sábado. 20.04.2024

Medallas de plata, dolor y sangre

La actuación  de Billy El Niño se consideraba ejemplar y digna de distinción remunerada en el marco de un Régimen político que tenía de todo menos la consideración de ejemplar en sí mismo; pero ya no debería haber recibido el mismo tratamiento en un tiempo en que sus maneras tendrían que haberse contemplado como presuntamente delictivas. Y, sin embargo, se le siguió premiando.

A nuestro flamante ministro de Interior le ha caído en las manos la patata caliente de decidir acerca del destino de las condecoraciones otorgadas en su día al expolicía conocido por el apodo de Billy El Niño. El ministro, con la prudencia que debe presumirse en un magistrado, ha declarado que se estudiará este caso considerado no ejemplar.

Sin contradecir una calificación que, por cierto, no figura en el Código Penal, creo mi deber puntualizarle que la ejemplaridad suele visualizarse desde perspectivas muy diferentes: por ejemplo, su actuación se consideraba ejemplar y digna de distinción remunerada en el marco de un Régimen político que tenía de todo menos la consideración de ejemplar en sí mismo; pero ya no debería haber recibido el mismo tratamiento en un tiempo en que sus maneras tendrían que haberse contemplado como presuntamente delictivas. Y, sin embargo, se le siguió premiando.

Puestos a cumplir con lo que debe ser la ejemplaridad, se debería responder a los requerimientos efectuados por la Justicia argentina

Ahora, merced al cambio de Gobierno y, se supone, de actitudes, viene escandalizando principalmente la circunstancia de que además de haber recibido distinciones franquistas en tiempos tardofranquistas y no franquistas, éstas lleven acumulados los correspondientes suplementos en el cobro de su pensión. Es una forma meramente economicista de valorar una situación que lleva aparejados muchos más agravios sociales que el hecho de que un jubilado goce de una pensión dorada.

No es Antonio González Pacheco (o Billy el Niño, como él mismo se autoproclamaba) el único que mantiene esta situación de privilegio, sino que hay otros policías y guardia civiles jubilados con un currículo de torturadores similar o superior en brutalidad. Bastaría darse un paseo por el Boletín Oficial del Estado para establecer un ranking de los condecorados y, en consecuencia, poder solicitar información acerca de sus procedimientos.

Y puestos a cumplir con lo que debe ser la ejemplaridad, se debería responder a los requerimientos efectuados por la Justicia argentina, poniendo a su disposición a las personas encausadas por sus actuaciones durante el pasado Régimen. Así se demostraría, de una vez por todas y transcurridos casi cincuenta años, que se han roto los últimos pero fuertes eslabones de la cadena que aún nos unía con el franquismo, con sus ejecutores y sus cómplices.

Ah, y en el caso de Billy el Niño, retirarle la licencia para la utilización de un sobrenombre legendario que él ha usurpado y que en modo alguno le corresponde.

Medallas de plata, dolor y sangre
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