viernes. 19.04.2024

Las llamas se cenaron la ciudad

Este lunes se cumplen 80 años del incendió que calcinó Santander aquel 15 de febrero de 1941.

Suelo decir que fui un niño algo chamuscado debido a que mi nacimiento se produjo apenas tres mesesdespués de iniciarse el incendio de 1941, cuando en las cercanías aún volaban las pavesas y el humo desnaturalizador acosaba nuestros ojos y garganta. Mi memoria, por tanto, no puede recuperar algo que no vio ni conoció, a no ser que recurriera a lo que Salvador Dalí calificaba de “recuerdos intrauterinos”; así que he recurrido al archivo personal, testigo de la repercusión de unos hechos y siempre remozado con la adquisición de un nuevo dato o la adecuación estilística.  

Sin duda alguna, el mayor desastre registrado en la historia urbanística de la capital de Cantabria fue el siniestro desatado a partir de la tarde-noche del 15 de febrero de 1941, justo cuando las gentes de Santander se disponían a cenar. Pero, pese a la intensa magnitud social de este acontecimiento trascendental en la vida ciudadana (1), apenas ha tenido la resonancia que debiera corresponderle en un arte del siglo XX tan proclive a recoger –o, por lo menos, recrear en imágenes- las grandes catástrofes de nuestro tiempo. 

No era la primera vez que las llamas sembraban la destrucción en una ciudad abierta a los vientos, entre ellos el procedente del Sur y denominado “viento loco” y, también, “viento de las brujas”. Ese mismo viento que ha dado lugar a una anécdota que por repetida no se sabe bien si pertenece a la leyenda urbana o a la picardía de un servicio doméstico que mediante un ingenioso juego de palabras pretendía mofarse de sus patronos: “Debido al viento sur, los señores reciben por detrás”, se anunciaba solemnemente en un cartel colgado en la puerta principal del castigado paseo del Muelle, indicando la necesidad de acceder por la calle trasera de la antigua Calderón, posteriormente rebautizada como General Mola por mores de la guerra civil, pero, recientemente, reconvertida en Ataulfo Argenta. 

La historia bastante remota nos ofrece los datos conocidos de otros incendios de bastante espectacularidad surgidos en los siglos XIV y XV; fue en los años 1340 y 1425, respectivamente, cuando la entonces villa de San Emeterio estuvo a punto de desaparecer del mapa geográfico. Desde entonces, a medida que el recinto amurallado iba extendiendo las redes de su vecindario, la posibilidad de amenaza del fuego era más frecuente; unas veces como consecuencia de fenómenos meteorológicos, y en otras ocasiones potenciadas por algunos desastres sobrevenidos de la mano humana. O inhumana, según como se mire (2).

El 3 de noviembre de 1893 tenía lugar en nuestra bahía un antecedente anunciador de lo desguarnecida que se encontraba Santander

El 3 de noviembre de 1893, por ejemplo, tenía lugar en nuestra bahía un antecedente anunciador de lo desguarnecida que se encontraba Santander respecto a la posibilidad de que la imprudencia y la malicia, unidas ambas por el fuego en este caso, pudieran desencadenar unos terribles acontecimientos que permanecerían grabados durante muchas décadas en la memoria de las gentes de aquel tiempo, que hubieron de recordar a los varios centenares de muertos y millar y medio de heridos y desaparecidos. La falta de medios materiales y humanos para enfrentarse a fenómenos de ese tipo preocupó incluso allende el océano, como lo evidencia la cuestación que en La Habana se hizo para adquirir una moderna máquina y enviarla a Santander, después de haber rodado un breve documental recogiendo tan benéfico hecho (3). 

A pesar de las espectaculares dimensiones de unos sucesos que bien hubieran podido ofrecer escenas similares a las derivadas del terremoto que asoló la ciudad norteamericana de San Francisco en el año 1906, y que muy posteriormente dio lugar a la película San Francisco (Van Dyke, 1936), de ninguno de ellos se pudo registrar presencia documentada con el cine. Cuando se produjo la catástrofe originada por la explosión del vapor Cabo Machichaco, surto en las aguas de la bahía santanderina, y una posterior secuela varios meses más tarde, faltaban aún dos años para que el cinematógrafo naciera oficialmente, pero bien podría haber sido tema de inspiración inmediata o futura en la pantalla, como en la literatura lo fue gracias a la pluma de Pereda y su relato novelado Pachín González (1895), prolongado con otros debidos a Pérez Galdós (4)y los demás escritores que se han venido ocupando del hecho, como José del Río Sainz Pick en sus memorias (5).

Hubo de transcurrir casi medio siglo hasta que otros dos terribles sucesos vinieran a reemplazar en las vivencias ciudadanas el cruel impacto del anterior: el bombardeo del 27 de diciembre de 1937, que segó más de sesenta vidas y trajo como consecuencia inmediata el asesinato de más de un centenar y medio de presos derechistas, y el incendio del 14 de febrero de 1941, de enormes dimensiones urbanísticas éste, aunque de apenas incidencia en lo que se refiere a vidas humanas.

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Tomás Quintana Samot salió a la calle dispuesto a tomar placas del incendio, sin saber que perdería su propio archivo pasto de las llamas

También en 1937 y 1941 las cámaras cinematográficas estuvieron ausentes, y, en el último caso, entre otros, el conocido fotógrafo Tomás Quintana Samot (1893-1944) salió a la calle dispuesto a tomar placas del incendio, sin saber que perdería su propio archivo pasto de las llamas. El noticiario oficial NO-DO aún no había sido creado para mayor gloria del franquismo, la distancia existente entre la meca nacional del cine y un lugar en la periferia geográfica como Cantabria, así como la dificultad originada en las comunicaciones por carretera a causa del huracán que asolaba la provincia provocaron que un equipo alemán de la UFA que se encontraba en nuestro país tardara diez días en poder recoger imágenes de los para entonces ya últimos coletazos de un siniestro que todavía podía contemplar la existencia de pavesas, derrumbamientos, demoliciones y ruinas por doquier, encargadas de iniciar la transformación del paisaje urbano santanderino. 

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Durante mucho tiempo serían éstas las únicas imágenes directas del incendio conocidas que conservamos, y parte de ellas sirvieron para el cortometraje documental estrenado el 1 de marzo bajo el prometedor título de El incendio de Santander (UFA, 1941). Pero, muy recientemente, se les han añadido algunas imágenes en formato 16mm., recuperadas por el CDIS procedentes de la colección donada por los herederos del aficionado local Carlos Pereda Avendaño (+1979), quien se encargó de filmar con su cámara no profesional algunas secuencias también en los días postreros del incendio.

RODAJE Y VICISITUDES DE SANTANDER, LA CIUDAD EN LLAMAS

Una parte del material obtenido por los alemanes se incluiría como único testimonio documental en el largometraje que el realizador Luis Marquina rodó en la ciudad a partir de la noche del 4 de septiembre de 1943, cuando comenzaron a filmar las cámaras en el Sardinero hasta culminar la película que finalmente llevaría por título Santander, la ciudad en llamas (6), estrenada al unísono en las pantallas del Teatro Pereda y del Gran Cinema el 9 de febrero de 1944. Tal era la expectación creada, solamente comparable a la despertada tiempo atrás con motivo de los estrenos de las versiones mudas de Los intereses creados (Benavente, 1919) y El abuelo (Buchs, 1926), ambas filmadas parcialmente en Cantabria.

Santander, la ciudad en llamas, de Luis MarquinaSantander, la ciudad en llamas de Luis Marquina

Una expectación que no se vería satisfecha con los resultados artísticos ofrecidos por la película, puesto que si bien el argumento se correspondía perfectamente con un deseo de unir el siniestro con una historia paralela del regreso a su tierra natal de un indiano apellidado Bárcenas, dispuesto a poner sus capitales al servicio de la recuperación económica de la ciudad después de la guerra civil, la intriga amorosa de una joven pareja añadida y el comportamiento delictivo del varón, relegaban el tema del incendio y las pocas imágenes del mismo a un último y magro término, causando decepción entre el público asistente, a lo que habría de añadirse, en palabras de un crítico, que “falta por completo la masa, obligada protagonista… y una tremenda pobreza ha presidido la parva arquitectura de los exteriores, que a lo sumo, podrían ser de algún pueblo de doscientos vecinos…”.

El problema fundamental estribaba tanto en la escasez de imágenes reales del incendio y en la frustrada verosimilitud de las escenas recreadas

Su productor y argumentista Germán López Prieto (1902-1979), un madrileño relacionado con Santander, carecía de los recursos suficientes como para poder consumar satisfactoriamente un proyecto tan ambicioso como se había propuesto hacer. Y el problema fundamental estribaba tanto en la escasez de imágenes reales del incendio y en la frustrada verosimilitud de las escenas recreadas mediante los decorados de Canet y unas maquetas construidas por Avendaño, sumado a escasa verosimilitud de las escenas recreadas mediante los decorados de Canet y unas maquetas construidas por Avendaño, y la limitación en la presencia de figurantes que evidenciaban en demasía la precariedad de los medios utilizados, restando credibilidad a lo dantesco de la tragedia que se trataba de relatar.

Con esto, unido a la anodina dirección de Luis Marquina, no se consiguió extraer el suficiente partido artístico de un argumento que hubiera necesitado contar con un presupuesto mucho más holgado que la inversión de 1.300.000 pesetas, cifra media de las producciones nacionales, pero insuficiente para un empeño tan ambicioso y de tamaña trascendencia. Como ha dejado escrito el historiador cinematográfico Fernando Méndez Leite von Hafe: "El difícil argumento de Germán López exigía un tratamiento distinto, apoyado por cuantiosos medios económicos. En cambio, resultó una obra fílmica de escasos méritos"(7). 

Seis meses más tarde, la cinta fue estrenada en varias salas de cine madrileñas, ninguna de ellas en la Gran Vía, y no se vio apoyada por las autoridades oficiales, puesto que se le concedió un 2ª B, antesala de la última clasificación, otorgando a la casa productora una protección consistente en tres licencias de importación, con lo cual ya debió darse por satisfecha. Una ocasión perdida para haber obtenido el premio de Interés Nacional, demandado por la trascendencia del suceso narrado.  
      
REPERCUSIÓN EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

No debió colaborar mucho a su publicidad el hecho de que, ya antes de que Santander, la ciudad en llamas se estrenara en Madrid, algunos periodistas dejaran constancia del escaso interés artístico aportado por la película. El director de Alerta, Francisco de Cáceres, comentaba en las páginas de la revista La Estafeta Literaria el fracaso de la película en su presentación santanderina (8), y el corresponsal madrileño Pablo de Garcillán, a su vez, se hacía eco del nulo éxito obtenido en la cartelera madrileña (9).

Más adelante, la pluma del periodista local Waldo de Mier volvería a insistir en lo mismo (10), y, para remate, años después un crítico literario tan reconocido como Rodríguez Alcalde reiteraba que el cine no había tenido fortuna al tratar el tema del incendio santanderino, acerca del cual se había editado un excelente libro-reportaje pero solamente había salido una mala película (11).

EL INCENDIO COMO CONSECUENCIA DEL PECADO

Una pastoral del obispo de Santander, José Eguino y Trecu (1880-1961), persona bondadosa donde las hubiere, publicada en el Boletín de la Diócesis, sirvió para unir los conceptos fuego y cine en uno solo: pecado. Porque en su contenido llegó a insinuar que el incendio que se había cebado con una parte de la ciudad pudo haberse desatado por un deseo divino de castigar alguna inmoralidad presente en la cartelera local. Así parecía sugerirlo al decir: "Hanme asegurado que uno de los días anteriores, y no sé si el mismo día del nefasto incendio, se exhibía en nuestro pueblo una película francamente escandalosa"(12).

Revisada la prensa de la época, solamente hemos localizado un título que por su connotación pudiera verse relacionado con la previsión episcopal: La diosa del fuego (She: Holden/Pichel, 1935); título quizás premonitorio, proyectado en el mismo Salón Liceo (1931-1941) –propiedad de los padres jesuitas- que caería pasto de las llamas durante aquellos días aciagos.

TRASLACIÓN DEL INCENDIO A DIVERSAS FORMAS DE EXPRESIÓN Y COMUNICACIÓN

De alguna manera, tanto la película Santander, la ciudad en llamas, cuyo negativo fue restaurado por la Filmoteca de España -y una copia propiedad de los herederos del productor reestrenada en Santander en 2005, con motivo de la conmemoración del 250 aniversario del título de ciudad-, como las imágenes tomadas por el equipo alemán el 25 de febrero de 1941, de las cuales se conservan 125 metros en la Filmoteca Española, sirvieron de referencia incluyéndose en los largometrajes documentales Otros tiempos (Fernández Cuenca, 1958) y Canciones para después de una guerra (Martín Patino, 1971), además de un cortometraje realizado para TVE y exhibido en octubre de 1961, en otro de media hora para la serie Así fue (1974) del director José Luis Monter, y para otro programa de TVE que con el título de Sombras del pasado fue emitido el 18 de octubre de 1979. También sirvió para los videos Santander en llamas (E. Ruiz, 1991), grabado en Santander y producido por Alejandro Trinchant, así como Crónica del incendio de Santander (El diario montañés, 2015).

Vídeos Santander en llamasVídeos Santander en llamas

En el año 1946, NO-DO filmó secuencias de la inauguración del primer edificio reconstruido en la ciudad, y desconocemos lo que han podido contener tres cortometrajes realizados en la proximidad cronológica, pero que nos hemos visto e ignoramos si se conservan en la actualidad o se han perdido: uno sobre la Montaña (Aladino Films, 1946-1947), y los otros dos que, bajo las denominaciones de Santander, una ciudad en la Montaña (1948) y Santander, ciudad renacida (1950) trataron el pasado y presente de la capital de Cantabria.

Inmediatamente después del incendio se editó un reportaje periodístico titulado Santander en llamas. Así ocurrió la catástrofe… (1941), del periodista Santiago Toca del Mazo, y veinte años más tarde el también periodista y cronista José Simón Cabarga volvía a ocuparse en la prensa de rememorar el tema (13). Con el mismo fondo histórico se ha publicado la novela Una sombra en la ventana (1943), original del escritor y periodista cántabro residente en Barcelona Cecilio Benítez de Castro, sobre la cual un año más tarde se produjo su versión cinematográfica: Una sombra en la ventana (Iquino, 1944), film bien considerado por la crítica de su tiempo pero en el cual sus guionistas prefirieron eludir cualquier identificación con el siniestro santanderino. Para el historiador Méndez-Leite se trata de “uno de los films españoles más ambiciosos que han desfilado por nuestras pantallas” (14).   

Una sombra en la ventanaUna sombra en la ventana

Además, la novela con algunos tintes autobiográficos Sin camino (1956), del periodista José Luis Castillo Puche, que inicialmente hubo de editarse en Buenos Aires debido a problemas con la censura española. También, Almas distantes (1969), de Ignacio Romero Raizábal, Con el fantasma de un loco (1973), de Antonio Martínez Cerezo, Gavias de través. Santander 1941-1945 (1985), de Baldomero Madrazo Feliú, Ahogada en llamas (2012), de Jesús Ruiz Mantilla, La saga de los longevos: la vieja familia (2012), de la escritora vitoriana Eva García Saenz, Aromas de tabaco y mar (2013), de Conchi Revuelta, Santander: la Marinera (2017), de Javier Tazón, así como una semblanza en uno de los relatos incluidos en Historias de la calle Cádiz (1985), de Joaquín Leguina, siendo también  argumento para el relato breve titulado Cuando sopla el viento Sur (1984), original del historiador santanderino Antonio Santoveña Setién, además de servir de inspiración para diversas coplas populares de la época y, posteriormente, alguna canción, además de protagonizar un homenaje en forma de monumento alegórico erigido desde el año 1989 en el centro de la ciudad por su autor: el escultor José Cobo Calderón.

Junto a diversas incursiones en el campo de la poesía y otras más recogidas recientemente por Llamazares Javier Menéndez Llamazares (15), memorialistas tan diversos como Ricardo Gullón (16), Manuel Arce (17), Ángel de la Hoz (18) o Fernando Calderón López de Arróyabe (19), Mario Camus (20), Jesús Aguirre (21), Santiago Malo Segura (22), por citar algunos nombres, han plasmado en algunos de sus libros las impresiones infantiles, juveniles y ya de adultos que recibieron de las horas de horror vividas, o de las consecuencias posteriores. En su exilio francés, el alcalde republicano Ernesto del Castillo Bordenave trazó un memorial incluyendo de las bases para una posible reconstrucción de la ciudad (23), algo que ni se conoció ni se hubiera tenido en cuenta, a juzgar por la filosofía especulativa que presidió la tarea emprendida por los constructores y sus cómplices los políticos, actividad que resumiría en uno de los párrafos de El viaje a los cien universos la novelista María Toca: “La empresa se decantó por construir pisos baratos, haciendo barrios tristes y feos. Monótonas hileras de cemento con calles pequeñas, oscuras y lúgubres. Había que hacinar a una población cercenada por la guerra, depauperada por la hambruna y el fuego. Pudiendo hacer una ciudad bella como pocas, optaron por anidar de forma inconexa y sin control a os habitantes de Villamar que asistían gozosos al jolgorio financiero de aquellos años. Era dinero rápido, seguro, con una alta rentabilidad. Los materiales eran precarios y económicos. Se trataba de rellenar huecos, de dar cobijo rápido a los que se encontraron sin casa de la noche a la mañana. No era estético en los años de la victoria tener a la gente hacinada en chabolas. La familia Villar, apoyada por ediles corruptos y miserables políticos que consideraban que inaugurar barriadas y entregar llaves de casas maltrechas, ante un tropel de periodistas voceros y perrunos, era su principal función en la vida” (24). Sin duda, todo lo contrario de lo que lejos de su tierra idealizaba el antiguo alcalde y, podemos aventurar también, de la idea que al Sr. Bárcenas de Santander, la ciudad en llamas le movió a regresar a sus orígenes.     

El historiador José Luis Casado Soto es autor del volumen más completo que se ha dado a la luz acerca del siniestro con el título de El incendio de Santander

Sin haber podido conocer las ideas de Castillo, un concienzudo estudio sobre la concepción especulativa en la reconstrucción de Santander tras el incendio de 1941 quedó plasmado en La reconstrucción urbana de Santander, 1940-1950 (1980), un ensayo del también historiador Ramón Rodríguez Llera que a pesar de su inicial apoyo institucional tuvo muchas trabas a la hora de presentarse en público (25). Muy posteriormente, el historiador Fernando Obregón Gayarrola ha incluido en su colección de libros sobre la posguerra civil una amplia descripción del incendio y sus consecuencias sociales (26), mientras que la investigadora Manuela Alonso Laza publicó un trabajo titulado “El incendio de Santander a través de la fotografía y el cine” (27), y el historiador José Luis Casado Soto es autor del volumen más completo que se ha dado a la luz acerca del siniestro con el título de El incendio de Santander (2001). También el investigador Modesto González Cañibano, en su estudio sobre la historia del Real Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Santander dedica muchas páginas al incendio santanderino (28).

El siniestro santanderino tuvo, además, algunas secuelas de carácter solidario que recordaban a las surgidas a partir de la catástrofe del “Cabo Machichaco”. Se organizaron cuestaciones espontáneas en algunas ciudades españolas y en otras repartidas por las naciones hispanoamericanas con el fin de enviar fondos que sirvieran para contribuir a la reparación de los daños sufridos y ayudar a las familias damnificadas. Uno de los personajes que contribuyó con su ayuda fue el cantante y figura de la pantalla mejicana Emilio Tuero Cubillas (1912-1971), conocido con el sobrenombre artístico de El barítono de Argel pero oriundo de Santoña, quien con su hermano contribuyó en esta tarea benéfica.    

Emilio TueroEmilio Tuero

 

Notas

*Una versión abreviada de este trabajo se publicó en El diario montañés, Santander 26 de febrero de 2016, pp. Sotileza 8-9.
(1)Sobre este tema, vid. J. R. Saiz Viadero: “El incendio de 1941: Tres días que conmovieron nuestro pequeño mundo”, en El Cantábrico-Alerta nº 18, Santander 1 de marzo de 1986, pp. 4-7.
(2) A este respecto, vid. Saiz Viadero: “Gracias por el fuego”,  Alerta, Santander 25 de enero de 1987, p. 3, y  "Huyendo del fuego, Alerta, Santander 18 de junio de 1989, pp. 27-29.
(3) Anónimo: "Los montañeses en La Habana. Película cinematográfica", en El Cantábrico, Santander 4 de junio de 1909, p. 1.
(4) “La catástrofe en Santander del vapor “Cabo Machichaco”, W. H. Shoemaker: Las cartas desconocidas de Galdós en «La Prensa» de Buenos Aires. Madrid, ediciones de Cultura Hispánica, 1973. Carta del 15 de noviembre de 1893 titulada «La catástrofe de Santander, pp. 503-510; y Carta del 31 de marzo de 1894, pp. 526-532.
(5)Vid. Memorias de un periodista provinciano: I.-La infancia, Ediciones Tantín, Santander 1984, pp. 69-79. Edición de J. R. Saiz Viadero. 
(6) Anónimo: “Anoche comenzó en la playa del Sardinero el rodaje de  Santander en llamas”,  Alerta, Santander 5 de septiembre de 1943; R.S.J.: "Santander en llamas. Éste será el título de la película que actualmente se filma en Santander", El diario montañés, Santander 15 de septiembre de 1943, p. 3; Waldo de Mier: "Santander será de nuevo pasto de las llamas", Alerta, Santander 22 de septiembre de 1943, p. 4; Alejandro Nieto: "Sinfonía del Sardinero" y "Santander y el cine", El diario montañés, Santander 12 y 19 de febrero de 1944, p. 4.      
(7)Historia del cine español, vol II, Ediciones Rialp, Madrid 1965, pp. 468-469. 
(8) Francisco de  Cáceres: "Fracaso de Santander, ciudad en llamas",  La Estafeta Literaria, Madrid 20 de marzo de 1944.
(9) P.  de  G.: "Santander, la ciudad en llamas, no ha tenido éxito en Madrid”, Alerta, Santander, 24 de septiembre de 1944.
(10) W. de Mier: "El incendio de Santander en el periodismo, la novela y el cine", Alerta, Santander, 15 de febrero de 1946, pp. 3-5.
(11) Leopoldo Rodríguez  Alcalde: "Un excelente libro-reportaje y una mala película sobre el incendio de 1941", Alerta, Santander 16 de febrero de 1966.
(12) Boletín Oficial del Obispado de Santander, 1941, p. 19. Citado por el sacerdote Santiago Díez Llama: El Nacionalcatolicismo en Cantabria (1937-1953), Ediciones Tantín, Santander, 1995, p. 54. 
(13) "De cómo el viento y el fuego destruyeron la ciudad de Santander", ABC, Madrid, 11 de marzo de 1961.
(14) Historia del cine español, op. cit., p. 482.
(15) “Visiones del incendio de Santander en la literatura cántabra”, El diario montañés, Santander 26 de febrero de 1916.
(16) El Santander de mi tiempo, Imprenta Bedia, Santander 1990.
(17)Los papeles de una vida recobrada, Ediciones Valnera, Santander  2010.
(18)La palabra olvidada, Ediciones Valnera, Santander 2008.
(19)Regreso a Bestiápolis (fragmentos de la memoria), Ediciones Valnera, Santander 2003.
(20)Las horas situadas, Ediciones Turner, Madrid 1989.
(21) Veintinueve cuentos, Ediciones Valnera, Santander 2010.
(22) Narraciones, Anécdotas y Sucesos, Santander 2005.
(23) Vid. J. R. Saiz Viadero: “La reconstrucción de Santander fue una de las últimas obsesiones de Ernesto del Castillo Bordenave”, Alerta, Santander 20 de junio de 1986, p. últ.; “Ernesto del Castillo Bordenave y su proyecto de reconstrucción urbana de Santander, en Sesenta años después. El exilio republicano en Cantabria, Centro Asociado de la UNED de Cantabria, Santander 2001, pp. 163-174.
(24) Punto Rojo, Sevilla 2015, p. 114.  
(25) Centro de Estudios Montañeses, Diputación Provincial de Cantabria. 
(26)República, Guerra civil y posguerra en Santander (1931-1947) y otros, Santander 2014.
(27)"El incendio de Santander a través de la fotografía y el cine", en Historias de Cantabria nº 3, Santander, 1993, pp. 114-134.
(28) Real Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Santander. Más de un siglo de historia, Santander 2000, pp. 327-251.
(29) Vid. J. R. Saiz Viadero: Diccionario cinematográfico de/en Cantabria 1896-2000, Ediciones Tantín, Santander 2014.
 

Las llamas se cenaron la ciudad
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