jueves. 28.03.2024

La alfabetización

No. La alfabetización no es solo saber leer y escribir. Debemos preguntarnos para qué. Porque podemos estar muy alfabetizados en unas áreas o materias y ser analfabetos en muchas otras.

Veo amanecer, lluvia de cristal,
no pude dormir, dejadme soñar, soñar…
Lento caminar, voy sin sonreír,
rápido pensar que me hace sufrir, sufrir…

Manolo Díaz, Oviedo, 1941. La juventud tiene razón (1969)

Es una oportunidad, al celebrar cada 8 de septiembre el Día Internacional de la Alfabetización, saber cómo precisamente la UNESCO aborda este derecho fundamental de la persona y que estructura la cimentación del aprendizaje durante toda su vida. Es de manera precisa un derecho que se manifiesta insustituible para el avance personal y social porque modifica la vida y actividad de los seres humanos, y porque tanto personal como familiar y socialmente es un mecanismo que concede libertad ilimitada para enriquecer la salud física y mental, y el reencuentro y el nexo con la humanidad y la naturaleza. Palabras que, aun siendo manidas, son el fundamento y lo principal entre los demás derechos del hombre.

Porque, como decía la Declaración de Persépolis, en septiembre de 1975, “El número de analfabetos aumenta sin cesar”, la realidad, sin embargo, es que la historia de los seres humanos siempre ha sido su apuesta por el conocimiento -y así sigue siendo-. ¿Y entonces? ¿A qué puede deberse que exista una proporción inversa entre los incalculables esfuerzos para desbaratar hasta valores insignificantes el analfabetismo, y sus repercusiones, y esa apuesta por el conocimiento, dando por ejemplo cifras, muchas veces desconociendo que no deja de ser un atasco en el desarrollo mundial que no debe importar solo a los estados que lo padecen? ¿Sería mucho pedir que los dirigentes mundiales o los organismos internacionales responsables en este problema lo vieran así? Para empezar, intentar aprobar una asignatura que, pareciendo corta, es crucial su nudo gordiano, "si invertimos en educación, haremos una sociedad humana más justa e igualitaria".

La alfabetización es mucho más que adquirir las destrezas básicas de la lectura, la escritura y el cálculo. La alfabetización ha de ser funcional, es decir, la capacidad del ser humano para realizar todas aquellas actividades en que es necesaria la adquisición de esas destrezas para una articulación competente del grupo y de la sociedad en los que está inmerso, posibilitándole asimismo servirse de esas competencias para su propio crecimiento personal, así como el de la colectividad en donde vive.

Es increíble que las mujeres del campo, nativas u originarias de los países empobrecidos representen la mayor contribución al analfabetismo

Como decíamos más arriba, el analfabetismo en unas zonas geográficas continentales precisas -África, Asia- no repercute solo en los pueblos de esos continentes, sino en el conjunto de todo el planeta. Así, el futuro sostenible de este depende de la inversión que se haga en educación en esas zonas. Pero tan despacio se va en este sentido que hoy las mujeres vienen a representar los dos tercios de los 782 millones de analfabetos mayores de catorce años que existen mundialmente, siendo fácilmente previsible, según este orden mundial, que aparezcan nuevas generaciones que engrosen el analfabetismo, toda vez que existen “58 millones de niños en edad de cursar la enseñanza primaria que no están escolarizados y 63 millones de adolescentes en edad de asistir a la escuela secundaria que tampoco pueden ejercer su derecho a la educación” (UNESCO). A todas luces, este horizonte a comienzos del siglo XXI es una indefendible contradicción que detiene cualquier esfuerzo encauzado a acortar la diferencia entre países ricos y pobres y a favorecer el avance sostenible de la humanidad. Es increíble que las mujeres del campo, nativas u originarias de los países empobrecidos representen la mayor contribución al analfabetismo.

No se puede entender, por ejemplo, que en un mundo interconectado por la información y la comunicación solo nos lleguen de los países más empobrecidos informaciones de su situación, y que esa comunicación no sirva más que para poner en antivalor la inercia de los países más enriquecidos ante esa diferencia, cuando esa realidad es un atoramiento de cualquier logro de unas condiciones que hacen agradable y digno el hecho de vivir mejor y, además, el ambiente apropiado para que se desarrolle la exclusión, la violencia y los genocidios. Parecen una burla extravagante las reuniones de los ministros de educación del mundo para hablar de estos temas, cuando muchas veces en su propio país están lejanos a dar la talla en esta materia. Y es sencillamente porque los temas globales les quedan lejos, y la educación se las trae al pairo.

Ante la envergadura que cada día que pasa alcanza este absurdo de la conducta humana, siempre ha habido y hay organizaciones de sectores sociales que han elegido, por coherencia, aprestarse y colaborar en un trabajo operativo que les posibilite enfrentarse a estos impedimentos investigando hasta lo más profundo. En el siglo pasado se realizaron distintas misiones de alfabetización, entreveradas en general con hondos e intensos cambios sociales, aludiendo históricamente a tres revoluciones, la rusa, la china y la cubana. Hoy, muchos maestros y maestras también hacen historia, con éxito, en este sentido, a través de la motivación pedagógica, la organización y la educación intercultural, definiendo la cultura no solo como los modos de costumbres y de vida, los conocimientos y el grado de evolución y competencias entre los grupos nacionales, sino sociales, dando a entender que, en general, las diferencias vienen dadas por una mayor o menor educación, por una mejor o peor educación.

No. La alfabetización no es solo saber leer y escribir. Debemos preguntarnos para qué. Porque podemos estar muy alfabetizados en unas áreas o materias y ser analfabetos en muchas otras. Ahora hablamos de destrezas, sobre todo cuando la información que debemos procesar día a día está en continuo crecimiento y desarrollo. Dada esa complejidad, podemos ser competentes y alfabetizados en los diferentes recursos, o en la información, o en el área agrícola, cinematográfica, laboral, etc.

No sería justo acabar esta pequeña referencia sobre la alfabetización sin recordar los procedimientos empleados en ella por Paulo Freire en su país -Brasil-, y en Chile, y su pedagogía y alfabetización crítica y liberadora. Su filosofía puede ser pensada a través de algunos de sus principios:

- Enseñar exige la corporización de las palabras por el ejemplo.

- Enseñar exige seguridad, capacidad profesional y generosidad.

- Nadie es, si se prohíbe que otros sean.

- No hay palabra verdadera que no sea unión inquebrantable entre acción y reflexión.

- Decir que los hombres son personas y como personas son libres y no hacer nada para lograr concretamente que esta afirmación sea objetiva, es una farsa.

- El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas.

- Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre.

 - Alfabetizarse no es aprender a repetir palabras, sino a decir su palabra.

Paulo Freire (1921-1997), brasileño, uno de los educadores y pedagogos más influyentes en la historia de la educación

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