viernes. 29.03.2024

El Dr. Enrique Diego-Madrazo y Azcona, el profeta de tristes pensamientos cuya obra enamora. I.

Cirujano y pedagogo, en toda su obra está esparcida la constatación de que nada sucede en nuestro ciclo vital sin que haya estado anticipado desde el nacimiento.

En la vida nos toca analizar su origen o ley fundamental y, en segundo término, el modo de perfeccionarla. La herencia y la educación; he aquí sintetizadas las dos fuentes de energía y fortaleza que van a influir en la vida: ¡La vida sana y alegre o la vida triste o dolorida!

Diego-Madrazo, E. (1932). "Estudios postescolares sobre la eugenesia". En Pedagogía y eugenesia (Cultivo de la especie humana) págs. 247-289. Madrid: Librería de los Sucesores de Hernando.

Diego-Madrazo no necesitaba estar muy persuadido de que el clima, el entorno o escenario que rodea a la persona es un factor fundamental y vital en el hecho educativo -más estrictamente, acto pedagógico-. Él siempre decía a sus maestros que lo decisivo era "crear ambiente", ya que, transformado y adecuado a lo que es necesario o indispensable para cada persona -estamos hablando, claro está de la educación personalizada; más aún, de la educación individualizada-, se sacraliza en una manera y un proceso comprensibles para todos los individuos e insustituibles y necesarios para el acto de aprendizaje. Cirujano y pedagogo, en toda su obra está esparcida la constatación de que nada sucede en nuestro ciclo vital sin que haya estado anticipado desde el nacimiento.

Se identificó, despertándole su curiosidad desde muy joven, con la idea esencial alrededor de la que se mueve el desarrollo de la humanización, es decir, la educabilidad, nuestra razón de poder ser influenciados. Por su profesión quirúrgica, estaba informado ampliamente de la flexibilidad y maleabilidad peculiares de nuestro sistema orgánico, anatómico y personal, y cuestión radical en esa educabilidad. D. Enrique, sin embargo, ahondaba y avanzaba específicamente otro paso más, cribando esa plasticidad fisiológica y funcional -que asimismo la disfrutan los demás animales- de la propiamente humana, importándole subrayar la actitud de innovación y la capacidad de definición de la persona. Destacaba así el valor que puede tener el aprendizaje, siendo este una transformación y el principio para distintas actitudes y actuaciones, para diferentes maneras de conducirse y proceder frente a momentos cambiantes y trepidantes. Son factores determinantes también para la vida de relación con los demás, para facilitar la participación de la persona en el grupo social, favoreciendo de tal manera y siempre la educación.

El concierto entre la herencia y la educación, la imbricación entre la fuerza hereditaria y el impulso educativo y pedagógico, fue una incesante y tenaz reflexión en el pedagogo pasiego desde sus trabajos más tempranos. Su coherencia le llevó no pocas veces a un aparente caos en su propia profesión. Ejemplo de lo anterior fue su renuncia a la cátedra de Patología Quirúrgica en la Universidad de Barcelona, manifestando su desavenencia y radical rechazo a la inexistencia de medios con que contaba para desempeñar sus enseñanzas, después de haber opositado a ella en 1876, y siendo quien introdujo las teorías microbianas y antisépticas en España. A este efecto, es importante lo que dice en Pedagogía y Eugenesia:                             

Tal cabalgada [se refiere a sus experiencias con los científicos europeos] remontó mi optimismo, sintiéndome apóstol de una nueva ciencia. Y en el año 76 [1876], en unas oposiciones a Cirugía, saco a relucir lo que la fortuna me había deparado ver antes que a otros.

        Y la teoría microbiana me valió una rechifla.

Diego-Madrazo, E. (1932). Pedagogía y eugenesia (Cultivo de la especie humana) pág. 16. Ibidem.

No sin injustos obstáculos, su empeño por la docencia, se materializó años más tarde. Los deseos de alcanzar dicha cátedra de Cirugía fueron liquidados con un hecho lastimoso y de lamentables impedimentos políticos en 1876, consiguiéndola un año más tarde, para enterarse inmediatamente de la interrupción del proceso y de la declaración ilegal de dicha cátedra debido a sus tendencias republicanas en una coyuntura de fuerte violencia política bajo el poder político canovista, cuyo Ministerio de Fomento lo ostentaba el monárquico conde de Toreno. Tendrían que transcurrir cinco años más, antes de poder dedicarse a la cátedra. Mientras, obtiene el primer puesto de médico militar en una oposición ganada en ese mismo año, pero su profesionalidad médica difería mucho de lo usual, lo que le hace oponerse en la Escuela Militar de Madrid al Capitán General en la provincia Fernando Primo de Rivera, rogándole le sea admitida su dimisión de la medicina militar.

De 1877 a 1881 practica su profesión con éxito ejerciendo en un consultorio médico abierto en Madrid, calle Preciados, y logra una considerable reputación. Al no haber clínicas, realiza las intervenciones, con los mayores y más estrictos métodos asépticos, en el propio domicilio de los pacientes. Y con ese prestigio le llega la fortuna, la cual abandonará para emplearse a fondo como catedrático en Barcelona. Quiere reemprender su camino.

Después de alcanzar Sagasta el Gobierno y ya subsanados los requisitos para su viable entrada en la docencia, Albareda, en 1881, restituye a los republicanos en sus cátedras. A Diego-Madrazo, obviamente también, le es restituida su cátedra de Patología Quirúrgica en la Universidad de Barcelona, y a lo largo de tres años propaga las nuevas doctrinas.

Son años en los que nuestro autor va a aplicar sus conocimientos, acrecentando sus métodos didácticos, mostrando las excelencias de los exámenes sépticos y antisépticos, y promoviendo, a su vez, los saberes aplicados. Sin embargo, aquí va a tener su primer enfrentamiento de calado con las creencias didácticas de entonces, al reclamar la atención a la experimentación científica que diez años antes había aprendido de Claude Bernard y de Von Volkmann.

Convencido, pretende reorganizar las técnicas y métodos didácticos de la medicina según los principios de la moderna pedagogía

Convencido, pretende reorganizar las técnicas y métodos didácticos de la medicina según los principios de la moderna pedagogía. Difunde en este momento investigaciones en los boletines médicos barceloneses al tiempo que recibía por impregnación el conjunto de los conocimientos, valores, creencias, ... que condicionaban el modo de vida y costumbres del catalán, llegando a ser un referente forzoso en su vida. Pero las protestas y sugerencias de D. Enrique son invalidadas. No hay voluntad de escucharlas:

Los directores de Instrucción Pública trataron de castigar mi rebeldía, formándome un expediente (...)

(Ibidem, 16-17).

La mayor de las frustraciones producidas era la de no conseguir recursos convenientes en la educación pública, más aún quizás que la de no ser entendido ni científica ni didáctica ni mucho menos pedagógicamente. La decencia profesional y también política del profesor es la de no admitir restricciones ni componendas y, “vencido” -diríamos mejor, harto-, renuncia a su cátedra de Barcelona presentando su dimisión por carta, siendo el director de Instrucción Pública el destinatario, e inculpando a los indiferentes gobiernos de Cánovas y de Sagasta con el contenido de su mensaje

(…) y retirándome a mi tienda, después de varias intentonas y fracasos

(Ibidem, 17).

Carta de dimisión de Diego-Madrazo

"Ilmo. Sr. El que suscribe tiene el honor de exponer respetuosamente a V. I. que durante dos cursos me ha estado encomendada la dirección de la enseñanza de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de Barcelona, en cuyo tiempo y en la medida de mis fuerzas he procurado llevar mi difícil y penoso cometido. Dedicado exclusivamente a la enseñanza de la clínica sin que ninguna otra labor ni clientela que la hospitalaria haya distraído mi esfuerzo, habíame propuesto organizar un servicio quirúrgico que llevara a la vez las necesidades benéficas y las de la instrucción que el alumno requiere. Mi entusiasmo y profunda convicción en la razón que me asista, acometida tamaña empresa, en la esperanza de que el justificar con hechos mi conducta, éstos habían de llevar el convencimiento a los órganos directores de la enseñanza de la urgente necesidad de proponer reformas que se encaminarían al bien del enfermo y del alumno. Mi empeño, si bien no ha conseguido transformación alguna de la tradicional y torpe manera de ser de nuestra Cirugía oficial, ha probado cuánto puede esperar la instrucción y la beneficencia de un nuevo orden de cosas que, después de todo, es viejo en toda Europa.

En todas las Universidades y Colegios de Medicina de Europa, y digo en todos porque tengo vistos la mayoría y de los que no he visto conozco su movimiento intelectual, hay médicos y cirujanos eminentes que, entre sí, sostienen comercio científico, del cual estamos excluidos, siendo sus laboratorios anatómicos, fisiológicos y patológicos visitados con interés. Sus salas de operaciones amontonan estadísticas con resultados que daría vergüenza por la pobre y triste labor que de nuestra operatoria quirúrgica emana. Operaciones se practican con éxito en esos centros de enseñanza que por los maestros o no se acometen o se hacen con gravísimo peligro de muerte. Esto debe indicar a V. I. la diferencia de la organización quirúrgica de la enseñanza oficial y la trascendencia que entraña: juzgo que lo más honrado y patriótico es declarar con desnudez a V. I. el verdadero estado del problema que a la enseñanza médica se refiere. La instrucción que nuestros Colegios de Medicina suministran es tan deficiente que no creo exagerar diciendo a V. I. que valdría más continuar la inercia en que vivimos, adormecidos, a cerrar nuestras Facultades Médicas y dejar a la iniciativa de los alumnos el buscar fuera del campo oficial, en tierra extraña, lo que le niegue la enseñanza del Estado. De esta suerte contaría la historia de la sociedad española con médicos mucho más útiles. Encontrándome al tercer año de la enseñanza de Clínica con los mismos obstáculos que el primero y el segundo, sin sala de operaciones, sin material e instrumentos y curaciones a propósito para dicho fin, sin nada de lo que es indispensable para el tratamiento quirúrgico de las enfermedades, en estas condiciones, señor Director, ni mi conciencia me permite arriesgar la vida de mis semejantes, que van en busca de salud a mi Clínica Oficial, ni me encuentro con fuerzas para seguir luchando sin resultado, en atención a que veo que el Estado no viene en ayuda del profesor, encauzando a la enseñanza por donde debe ir; antes al contrario, parece que tiende a cohartar toda iniciativa útil y generosa que coloque al maestro en aptitud de desempeñar dignamente su misión. Por todas las consideraciones expuestas, he decidido con gran sentimiento, pero cumpliendo un alto deber de conciencia, rogar a V. I. acepte la dimisión de mi cargo de profesor de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Barcelona que respetuosamente solicito.

Ilmo. Sr. Director de Instrucción Pública"

Ref., Oria Martínez-Conde, M. (1985). Homenaje al Dr. Madrazo págs. 59-62. Santander: EDICIONES TANTÍN.

 

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