jueves. 28.03.2024

Ciento tres años de la Revolución rusa

Cada aniversario de la Revolución rusa trae un sinfín de coloquios y debates, que metodológicamente no todos contribuyen a esclarecer aún más aquellos hechos, sus causas y sus consecuencias.

¿A qué otro artista le han preocupado los acontecimientos políticos actuales? Ha vivido solo en su arte, y solo dentro de él ha recorrido la vida; pero una época fatal y difícil hizo presa del hombre con puño de hierro, y el dolor le arrancó exclamaciones que le eran habitualmente extrañas.

E.T.A. Offmann: Höchst zerstreute Gedanken [94], Pensamientos altamente dispersos.

Parecería que el título quisiera decir que no ha acabado, que aún estamos en ella. Y es que, aun con sus luces y sus sombras, un hecho y un fenómeno histórico como aquel, que supuso un legado con el que el pueblo ruso decidió calzarse una mañana que no superaba los 8º y que, en cambio, los corazones y la sangre de la gran mayoría de la población latía con fervor y el calor intenso que se tiene cuando el hambre es de tal envergadura que no se siente. Y, por eso, esa Revolución no ha terminado, porque sigue en el magín de la Historia; y comenzaron aquellos revolucionarios a escribir en su cuaderno de bitácora el rumbo y los tiempos que, a lo largo de esos cien años, también han tenido en cuenta muchos países y cuatro o cinco generaciones. Pusieron en tela de juicio el desorden existente de entonces, sin fórmulas y también con macabros disparates, haciendo frente a varias guerras y atropellos sociales que, como siempre, azuzaban los poderosos, nacional e internacionalmente.

Todo fue como un tsunami, sabiendo que las olas -por grandes o pequeñas que sean- siempre se reproducen

Las movilizaciones, entonces, surgieron como surgen ahora desde hace diez o pocos más años; son universales, porque atañen en un escenario de ira en toda la sociedad -aunque no se movilice toda la sociedad- por efecto de la recesión y los graves desequilibrios o brecha social, ambiente o clima en donde aparece otra vez la discusión dialéctica sobre los distintos o diferentes estilos que actualmente tiene el marxismo.

Cada aniversario de la Revolución rusa trae un sinfín de coloquios y debates, que metodológicamente no todos contribuyen a esclarecer aún más aquellos hechos, sus causas y sus consecuencias. En las Notas de Prisión que Rosa Luxemburgo (1871, Zamość, Polonia - 1919, Berlín, Alemania) escribió desde la cárcel, un trabajo que posteriormente se publicaría con el título de La Revolución rusa, y en el que toca varios temas como la importancia fundamental de esa Revolución; la política agraria de los bolcheviques, que para ella dejaba mucho que desear, por ser cualquier cosa menos socialista; las nacionalidades; la Asamblea Constituyente; el sufragio; la dictadura; la corrupción; y la democracia y la dictadura. Estaba aislada, pero su fe y entusiasmo por lo que estaba sucediendo tanto en Petrogrado como en Moscú no la arredró, a pesar de la suerte a la que podía llegar, llena de riesgos. Y con una vista y discernimiento mayores que cualquier otra autoridad revolucionaria y marxista, demandó las adhesiones solidarias, pero sin renunciar nunca a su pensamiento crítico:

Concretamente, lo que nos puede traer luz a los tesoros de la experiencia y las enseñanzas no es una apología ciega, sino una crítica penetrante y reflexiva. Porque una revolución proletaria modelo en un país aislado, agotado por la guerra mundial, estrangulado por el imperialismo, traicionado por el proletariado internacional, sería un milagro. Lo que importa es distinguir, en la política bolchevique, lo esencial de lo accesorio, lo sustancial de lo fortuito

Rosa Luxemburgo (1918): La Revolución rusa.

Todo fue como un tsunami, sabiendo que las olas -por grandes o pequeñas que sean- siempre se reproducen. Solo hay que esperar a muchos o algunos de los factores que las producen. Tuvo tanta dimensión la Revolución rusa y tanta influencia que, a pesar de haber transcurrido cien años, seguimos hablando de ella, como lo hacemos también de la Revolución francesa o de la Revolución liberal, burguesa y nacionalista de 1848, quizás por ser la primera revolución animada por los proletarios, por aquellos trabajadores que, sin poseer capital físico o medios de producción, deben obtener su salario vendiendo su propio trabajo. Sin embargo, las revoluciones citadas buscan el éxito y conquista de las palabras icónicas de libertad, de identidad de los seres humanos, de justicia social y de solidaridad, aunque no en todas se consiguió la toma del poder por parte del pueblo y los trabajadores como en la rusa. La clase trabajadora no estaba aún organizada.

El quid de que el supuesto comunista no le sintamos eliminado es porque un cúmulo de cuestiones colectivas no nos alejan demasiado de las razones y motivos de la Revolución rusa

Y al final del siglo XIX, el 1 de mayo de 1889 -establecimiento del Día Internacional de los Trabajadores-, los socialistas seguidores del ideólogo, militante comunista y filósofo Karl Marx recuerdan y festejan el centenario de la Revolución francesa, uno de los hechos o sucesos de calado que han sido significativos históricamente de una manera importante y capital, al haber facilitado el tránsito de la Restauración y el absolutismo a las oleadas revolucionarias y al inicio del movimiento obrero; hablamos también de la Comuna de París (1871) y de la Revolución soviética (1917). En esta última, los problemas que tuvieron las anteriores estaban más agudizados -el hambre, la miseria, las malas cosechas, dificultades de todo tipo, el descontento, el deseo de cambio,...-, y la línea más fuerte que se sigue es la línea socialista, la de los más avanzados revolucionarios.

El quid, un siglo después, de que el supuesto comunista no le sintamos eliminado, aunque el pensamiento de la gran mayoría nos diga lo contrario, es porque un cúmulo de cuestiones colectivas no nos alejan demasiado de las razones y motivos de la Revolución rusa. Previamente, la Revolución rusa de 1905 -una oleada de convulsión política en la mayoría social-, escasamente fue considerable su propagación en Europa, que, si bien contemplada como una revuelta para la libertad frente al avasallamiento y autoritarismo, entusiasmó y animó la sensibilidad del continente asiático. El oleaje de agitación e intranquilidad se dispersó hasta Vietnam, desató la revolución iraní (1906), la turca (1908), y también la china (1911).

Por otra parte, fue un inédito catalizador para el avance del partido del Congreso Nacional indio (1907). Su huella se la ha analizado, por sus efectos en Asia, de igual manera que los que causó la Revolución francesa en Europa. Pues bien, la incidencia de la Revolución rusa de 1905 en Asia, se va a reproducir en Europa y el mundo en general con la Revolución de 1917.

Vladímir Ilich Uliánov, Lenin (1870, Uliánovsk, Rusia - 1924, Gorki Léninskiye, Rusia)

Lenin, dirigente comunista ruso y conductor de la Revolución de Octubre, llamada también Revolución bolchevique o Gran Revolución Socialista de Octubre, es el creador del sistema comunista soviético. Trató el movimiento de 1905 como una experiencia o preparación -según sus propias palabras, un "ensayo general"- de lo que doce años más tarde habría de ser la Revolución rusa de 1917, la revolución socialista. De la primera, consideró fundamentalmente el estilo coordinativo directo de aquellos revolucionarios rusos; hablamos de los sóviets, también conocidos como consejos populares. Aprendió mucho de la Revolución de 1905, en la que la generalidad de las fuerzas sociales comprometidas, en modo alguno procuraban apedazar al zarismo, únicamente delataban el régimen indigno y pretendían la movilización para el progreso del gobierno, como legalización de los sindicatos, asamblea constituyente, jornada laboral de ocho horas, mejores salarios, etc.

La acción de Lenin estaba constituida en dos postulados que él siempre insuflaba

Aunque la respuesta fue el "Domingo Sangriento", con más de mil manifestantes muertos, la reacción de los petersburgueses fue la de organizarse, apareciendo las iniciales asociaciones de proletarios y siervos de la gleba. Un movimiento impetuoso de disconformidad y oposición, y el estancamiento y suspensión de la producción -debido a los amotinamientos y revueltas-, junto al paro e inactividad, hicieron asomar, como decíamos antes, los sóviets o comité de obreros, primera célula organizativa en la lucha obrera.

A pesar de su visible derrota y revés, la realidad de aquel 1905 apreció unas proporciones y unas resonancias de masiva y amplia trascendencia que favorecieron, como espejo y experiencia fundamental, las vicisitudes de 1917. El sistema zarista se impuso esta vez a su propia insolvencia, a su primer aprieto de calado, pero estaba herido de muerte, la cual se produciría doce años después.

Tal vez, el primer éxito de Lenin fue que, tanto como hipótesis que como movimiento que lucha por su espacio político, el bolchevismo lo creó él, su extraordinaria capacidad mental, su personalidad y su inspiración. Introdujo y animó en el conocimiento especulativo y en los planes y proyectos revolucionarios -que nacen de la aplicación de esas ideas- la jerarquía o estructura, el orden y el criterio, un poder que hasta entonces había sido propio de cualquier gobierno que se preciase; y con todo ello cimentó aquel Estado revolucionario ordenado e instruido.

La acción de Lenin estaba constituida en dos postulados que él siempre insuflaba. El primero reclamaba que "sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario"; y el segundo, que el conocimiento claro y revolucionario de pertenencia a una clase social determinada, más los límites políticos y sociales que implica, no era rotundamente una obra sencilla y directa, sino que, al revés, exclusivamente alcanzaría a gestarse y a desarrollarse en el conjunto de los obreros labrándola y plantándola "desde fuera", es decir, que para una realidad eficiente y competente de gobierno era obligación previa e imprescindible la creación y educación de un "pequeño núcleo compacto", una selección revolucionaria, integrada por trabajadores encuadrados en el clan del partido, duros y austeros. Cuando Lenin mereció que el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, fundado en 1898, comprendiese en su espacio programático la tan discutida -entonces y a lo largo de estos cien años- dictadura del proletariado, ese día tuvo origen un tiempo político desconocido.

Los bolcheviques se iniciaron como un ala, como una esquirla de un tallo leñoso y revolucionario pronta y suficientemente quebrantado. Aún así, se había actuado de un modo inequívocamente decidido y estaba aplicado el rumbo del que Lenin jamás iba a descentrarse, aun con la resistencia de los enfrentamientos generados en la vanguardia revolucionaria y también de la crisis y disgregación producidas por el colapso que trajeron los sucesos de 1905. Posteriormente Lenin escribiría:

No basta hacer profesión de revolucionario y de socialista en general; hace falta además saber encontrar en cada momento el eslabón concreto de la cadena a que debemos agarrarnos con todas nuestras fuerzas para mantener toda la cadena en su sitio y para prepararnos a engancharnos resueltamente al siguiente eslabón.

En E. H. Carr, The Bolshevik Revolution, 1917-1923, pág. 25.

Habrá hombres y mujeres -los pocos- que hayan estado históricamente en parecido nivel que Lenin en esta capacidad propia del ser humano. Sin embargo, según la mayoría de los historiadores, ninguna persona le ha aventajado.

Ciento tres años de la Revolución rusa
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