jueves. 25.04.2024

Breve recorrido por la pedagogía madraciana a través de sus textos (III)

Los fundamentos educativos en que se regulaban sus Escuelas Públicas, intento pedagógico del mayor mérito e importancia, fueron la autonomía y la  tolerancia, la  enseñanza/aprendizaje creciente, activo, de intimidad del niño con el universo, el cosmos, la tierra.

En la Escuela Modelo de Vega de Pas, Diego-Madrazo proyectó el provecho y la superioridad de los modernos avances de la Pedagogía alemana, italiana y belga, englobando los estudios teóricos de los escolares con el estudio directo en la propia naturaleza, con unas ideas de la metodología didáctica y pedagógica sumamente adelantadas.

Propiedad de M. Oria Mar.-Conde
Propiedad de M. Oria Mar.-Conde

Su nexo de unión no era otro que los movimientos europeos de la época, la Escuela Nueva y Escuela Activa, el Método Montessori -respeto debido al niño, no considerándole como una reproducción del adulto, y a su grandiosa capacidad para aprender-. Siguen las líneas educativas desarrolladas desde los siglos XVII y XVIII -Comenius, Pestalozzi- sobre el "sentido común" o el posterior Método Waldorf -una base firme emocional para un desarrollo intelectual justo- o Fröbel, alemán reclamado como el pedagogo del Romanticismo fallecido cuando Enrique tenía dos años, y fundador  de la educación preescolar así como de la idea del jardín de infancia.

Friedrich Froebel Bardeen
Friedrich Froebel Bardeen

Y en España, sus desencuentros también lo fueron con la Institución Libre de Enseñanza. Don Enrique marcó distancias con los esquemas educativos de Francisco Giner de los Ríos, hombre al que admiraba:

Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) (De la Fundación Fco. Giner de los Ríos)
Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) (De la Fundación Fco. Giner de los Ríos)

(…) Fue este maestro insigne un hombre bueno: el mejor maestro de España. Paz y libertad era su lema. Solo en un ambiente de paz y libertad puede desarrollar el hombre la belleza que atesora. Decía que la vida era alegre, y su filosofía espiritualista enseñaba a amar la vida. Su amor a la Naturaleza y al Arte se sintetizaba en el niño, gracia sublime de la Creación. Su alma comprensiva, deliciosa y tolerante se hacía amable a la niñez. ¡Qué bien sabía que la enseñanza era sugestión! ¡La poesía de los niños! No puede ser su maestro quien no sienta sus encantos. ¡Qué de particular corriesen tras él y se hicieran compañeros! En este ambiente de mutua confianza y simpatía se vive contento, y la personalidad surge con toda la frescura de la ingenua sinceridad. Modesto, astuto y cariñoso, los dejaba ir por delante, siendo él quien los guiaba. ¡Cómo se regocijaba en sus proezas y las ponía al alcance de la mano! Comprendía que el maestro hace a los niños, que los niños hacen a los hombres y que la dulzura y cortesanía de los pueblos arrancan de los sentimientos fabricados a la infancia. Conocedor de los sistemas pedagógicos, sus éxitos fueron certeros. La Pedagogía optimista de don Francisco Giner procedía del concepto que tenía de la vida. De aquí su sentido liberal y científico enfrente del pesimista, teológico, coaccionador, rígido y deprimente que la tradición venía manteniendo. ¿En qué otro ambiente que el liberal puede destacarse la personalidad física, intelectual y moral, uno de los principales objetivos de la educación? La escuela liberal de don Francisco supo atraerse a los educadores que comulgaban en dichas ideas y que han continuado su obra de emancipación espiritual. Tocante a este punto esencialísimo, la futura escuela laica española deberá gratitud eterna a Giner y a sus discípulos. Sin embargo, don Francisco Giner no fue, como se ha dicho, un maestro trascendental. No; ni en su país, hambriento de Pedagogía. ¿Que incubó unos cuantos universitarios más vistosos que renovadores? Sí. Pero no es la Universidad la encargada del resurgimiento, sino éste de levantar la Universidad nueva. Ni por su invención pedagógica ni por la extensión del beneficio fue trascendente el piadoso Giner. No descubrió ningún filón ni nuevos derroteros. (…)

No fue éste el principal error de don Francisco Giner. Don Francisco Giner no se dio cuenta del valor de la maternología y de la educación de párvulos: no supo apreciar en toda su extensión la importancia de una escuela graduada completa. Si tal hubiese sido su convicción, la hubiera creado. Su comprensión no abarcó el uno y total concepto de la educación. No supo de las etapas primordiales y solemnes de la enseñanza. Y prisionero de la tradición, cayó en las lucubraciones del Instituto y de la Universidad. Si en los grados inferiores hubiera presentido los superiores; si en la escuela graduada hubiese visto la futura Universidad, no soñara de primera intención con la alta jerarquía universitaria.

Siendo sus métodos de enseñanza insuperables y desconocidos en España, ¿por qué no hizo maestros? Este es el punto negro. Era demócrata y tenía fe en la democracia. Necesitábamos una escuela modelo de la democracia: la escuela del porvenir; la escuela que prepara el advenimiento de la sociedad internacional. Parece imposible que don Francisco Giner prescindiera de la primera enseñanza para construir la fraternidad y la democracia. Éstas, o se hacen en el corazón del niño, o no se hacen (…).

En España hacía falta una escuela de maestros: una Normal que multiplicase las buenas doctrinas y los buenos métodos pedagógicos; una escuela que entre risas y besos alumbrase las cualidades dormidas en el alma de la raza. El problema de la instrucción nacional está en los maestros. No es que Giner no supiera. No quiso hacerlos. Yo le pedí uno. No le (sic) tenía. Le di un plazo de cuatro años. Dijo que no podía. Manjón me hubiera facilitado diez. Manjón era más trascendente. Sin una tan liberal ni tan científica finalidad, Manjón prestó más servicio a su país haciendo pedagogos, que faltaban, que Giner logrando catedráticos eruditos, que sobran. Giner se equivocó poniendo los ojos en la Universidad; creyó que la Universidad era la encargada del resurgimiento nacional, cuando el resurgimiento del país y de la misma Universidad estaba en la maternología, párvulos e instrucción primaria. Esto es lo que no vio claro el alma dulcísimo de Giner. El libro que escribió sobre la Universidad, brillante en datos y disciplinas sobre algunas de sus ramas, le debió dedicar a la humilde escuela de aldea. Su inmensa influencia y respeto merecido les debió dedicar a ese maestro inadaptado. Debió enseñar a los pobres y predicar en honor de la escuela gratuita y obligatoria. Su voz apostólica, tan oída, debió empeñarse cerca de los directores, ¡de esos malos directores!, para decirles que la riqueza de los pueblos estaba en la inteligencia, y que la mayor parte se perdía por el hecho de ser de los humildes.

(…) La Escuela única, gratuita y obligatoria, con la serie de grados sucesivos, no solo abre las puertas a todos los entendimientos, facilitando ambiente a sus actividades y disposiciones, sino que termina su máxima utilidad.

(…) Nuestro resurgimiento está en los maestros y en la juventud. Hay que hacer maestros, y comenzar por hacer ambiente a la Magistratura. Con sueldos ridículos e inferiores a los de los restantes organismos del Estado no se dignifica el cargo ni se cultiva la inteligencia (E. Diego-Madrazo, La experimentación, ley fundamental de la Pedagogía, 1933, 168 y ss). En ‘Introducción a las obras dramáticas’. Conferencias dadas en el Ateneo de Madrid (págs. 117-182). Madrid: Imp. de G. Hernández y Galo Sáez.

Se decidió invariablemente en beneficio y utilidad de la educación laica, extraña al adiestramiento religioso restauracionista, diferente a los quehaceres particulares de las jerarquías religiosas

– Por lo tanto, no al arquetipo Instituto-Escuela de la I.L.E., sino Escuela Nueva, Escuela Única.

La entradilla de esta conferencia dice:

«La educación más eficiente y trascendental está en la puericultura.»

– Es decir, la educación de las fases iniciales de la existencia: maternología y educación de párvulos.

– Los fundamentos educativos en que se regulaban sus Escuelas Públicas, intento pedagógico del mayor mérito e importancia, fueron la autonomía y la  tolerancia, la  enseñanza/aprendizaje creciente, activo, de intimidad del niño con el universo, el cosmos, la tierra.

– Se decidió invariablemente en beneficio y utilidad de la educación laica, extraña al adiestramiento religioso restauracionista, diferente a los quehaceres particulares de las jerarquías religiosas.

– Reclamó un progreso formativo universal, ajustado sobre la verdad de una Escuela Única:

Clasificamos la enseñanza por los períodos de la vida, según las disposiciones peculiares a la edad. Empezamos por la puericultura durante los tres primeros años, seguimos con los párvulos, que llega hasta el sexto inclusive, y después viene el tercer período, que hoy se llama primera enseñanza, que le (sic) prolongo hasta los quince años, y, por fin, la enseñanza postescolar, o preparatorio de carreras especiales o de aprendizaje de artes, oficios e industrias, que comprende dos años, hasta los diecisiete del alumno (E. Diego-Madrazo, Introducción a una ley de Instrucción Pública, 1918, 15-16).

Sin contar, en el comienzo de la vida, con los tres años de Maternología.

En la enseñanza Postescolar, además de lo enunciado en la cita anterior, Diego-Madrazo especializa a las alumnas en su

(...) cátedra de Maternología, y ese anciano doctor se dirige a sus alumnas de diecisiete años y les habla en estos términos:

-Después de la cultura general, que comprende los dos sexos, y en el segundo y último año de la instrucción postescolar dedicado a la hembra, vamos a plantear el problema de la maternología.

Todos los estudios durante los años anteriores parecen haber sido preparatorios de lo concerniente a las obligaciones de la madre. Llegó la oportunidad, y la sabiduría se impone.

La cultura que hasta hoy habéis recibido ha sido en relación con la Naturaleza, que nos aprisiona, y la sociedad escolar, que os ha impuesto la educación. Habéis aprendido muchos secretos de la vida, pero no los fundamentales de la buena o mala vida; no los que contrastan la dicha de vivirla. Los más trascendentales que atañen a la madre, también atañen a la descendencia, y no es justo dejaros penetrar en la nueva vida social sin saber a qué ateneros. En un próximo futuro la ley de Dios os impondrá la vida en sociedad con vuestros compañeros, y precisa que en dicha ocasión no os equivoquéis para que después sepáis educar a los hijos (E. Diego-Madrazo, Pedagogía y Eugenesia Cultivo de la especie humana, 1932, 299-300).

– De una Escuela estatal:

El Estado tiene la obligación de dar una homogeneidad física y moral a los ciudadanos para la armonía de sus relaciones; el deber de cultivar la salud de los cuerpos y de las almas para que la vida discurra por el cauce jurídico de cooperación y solidaridad (Ibidem, 47-48).

Seguirá

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