viernes. 19.04.2024

Panodrama catalán

Los protagonistas se niegan a sentarse alrededor de la gran mesa del diálogo. Y el poeta Blas de Otero, largamente fallecido, no puede ya reclamarles educadamente que hagan uso de la paz y la palabra.

Ardió Barcelona en los telediarios de todo el mundo. El panorama tras la sentencia del procés es ya un triste panodrama. El corazón de Cataluña tiene razones que la razón no entiende. Las vísceras también. Nadie persigue un muerto en este conflicto, pero todos se esfuerzan en matar el diálogo y  que fallezca él solito de muerte natural. 

Tener elecciones el próximo 10 de noviembre es la pesadísima mochila que cargan quienes han emprendido este viaje emponzoñado y sin retorno. Bajo los adoquines de Vía Laietana nadie ha encontrado la playa que descubrieron en el mayo francés de 1968. Pero seguirán buscando una isla paradisíaca y aislada llamada independencia.

Existe el nacionalismo español e insiste el nacionalismo catalán. Se citan para apedrearse en las calles más emblemáticas de Barcelona

Las porras y las barricadas en llamas nunca se han entendido bien. Los protagonistas se niegan a sentarse alrededor de la gran mesa del diálogo. Y el poeta Blas de Otero, largamente fallecido, no puede ya reclamarles educadamente que hagan uso de la paz y la palabra. Que para algo lo dejó escrito.

El conflicto está tan enquistado que ha derivado en tumor maligno e intratable aplicando el ciclo habitual de quimioterapia combinada: ley y orden. Unos recomiendan cuidados paliativos dando por cercano el final del enfermo. Otros creen ingenuamente que diciéndose verdades como puñales nadie los utilizará para cuartear la espalda del adversario.

Existe el nacionalismo español e insiste el nacionalismo catalán. Se citan para apedrearse en las calles más emblemáticas de Barcelona. Resucitan el histórico aguafuerte de Goya: “El sueño de la razón produce monstruos”. La monstruosa realidad catalana actual solo admite una larga cura de sueño.

El sueño ha de conducirles al olvido del odio. Y ha de despertarles sin las legañas propias de ese perverso duermevela de cinco noches de toma nocturna de Barcelona. 565 heridos y grandes cicatrices en según qué alma. El presidente en funciones no le coge el teléfono al otro presidente. Y el ministro Marlaska viaja al centro del conflicto para cincelar su frase: “es un problema de orden público”.

Pues parece otra cosa más grande y más grave. Quizás demasiado grande y demasiado grave como para que la resuelvan protagonistas sin talle y de escasa talla. Torras más altas han caído. Y presidentes más guapos también.

Panodrama catalán
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