viernes. 29.03.2024

Feliz Nadidad

El virulento virus se ha convertido en un implacable gendarme. Ordena y manda sobre nuestras alegrías, nos confina en la melancolía y nos inocula el miedo al presente y al futuro inmediato.

Esta Navidad es una perfecta Nadidad. Pariente cercana de la nada, ese sustantivo femenino que nos pone de vez en cuando en nuestro humildísimo sitio. La nada se parece extraordinariamente a ese 0,00001 por ciento de posibilidades que tenía el 72897 de  llevarse el Gordo.  La Navidad, sin oropel, gentío ni juerga, es la actual Nadidad.

En esa nada a la que nos ha reducido un enemigo invisible estaba pensando el gran Pepe Hierro cuando escribió su genial soneto. “Después de todo, todo ha sido nada/a pesar de que un día lo fue todo”, iniciaba así el prodigioso vate calvo el poema dedicado a su nieta Paula.

Triste Nadidad, quizás a tono con el plúmbeo discurso de Felipe en Nochebuena

Arrinconados en mesas de seis, uniformados por la mascarilla de Illa e interpretando el villancico mudo, hemos caído de bruces en la Nadidad. En estas fechas, beber equivale a vivir, cantar a gozar y brindar a sublimar. Tres tareas que pierden su sentido en solitario o con escasa compañía. El virulento virus se ha convertido en un implacable gendarme. Ordena y manda sobre nuestras alegrías, nos confina en la melancolía y nos inocula el miedo al presente y al futuro inmediato.

Cada vez que se muda, muta. Y convierte el planeta en una desquiciante permuta. Permutar hasta la locura toques de queda, confinamientos y cierres perimetrales. Abrir y cerrar ciudades, clausurar vuelos y exigir tests de antígenos cada veinte minutos.

Triste Nadidad, quizás a tono con el plúmbeo discurso de Felipe en Nochebuena. Sabedor de que su felipismo supera largamente al de  Felipe González, el rey ya le ha leído el texto a Pedro Sánchez. El mensaje navideño no ha turbado la plácida cuarentena del presidente, según ha revelado la viceparatodo Carmen Calvo. Ni turbará la cena de Nochebuena de sus compatriotas. Mejor.

Feliz Nadidad
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