viernes. 29.03.2024

Carlos Soberano

Este viejo profesor universitario de Derecho de la Publicidad en la Universidad de Navarra se ha ganado su derecho soberano a permanecer en nuestras pantallas. Carlos Sobera ha suscrito, sin duda, un acuerdo de inmortalidad televisiva.

Hace muchos años ya que Carlos Sobera debería ser conocido como Carlos Soberano. Y no porque mida 1,80 y sea de Baracaldo, el doble atributo, sin duda divino, que luce. Sino porque entró en casa en 1999 con un arqueo imposible de su ceja derecha (Ancelotti jamás ha logrado igualarlo) y el telespectador, también soberano, todavía no le ha dejado salir.

Es alto, pero no es guapo. Y de su comunicación, como del cerdo, se aprovechan hasta los andares. Así como Dorian Gray firmó un pacto secreto de juventud que Wilde convirtió en retrato, Carlos Sobera ha suscrito, sin duda, un acuerdo de inmortalidad televisiva.

Solo los dioses de la ex pequeña pantalla se permiten competir contra sí mismos en dos cadenas distintas y vencer en ambas. En la Cuatro conduce magistralmente un programa de citas a ciegas llamado “First Dates”. Es el único espacio televisivo que tiene probados efectos como relajante muscular. Sobera se sitúa en distintos modos periodísticos, pero el más eficaz resulta ser su modo terciopelo. Delicado, irónico y caballero. Elegante como un traje italiano elegante. Le acaba gustando a una de cada dos candidatas. Pero Sobera, soberano presentador de concursos inolvidables, va fuera de concurso. Es el presentador y solo se representa a sí mismo. Impecablemente por cierto.

Solo los dioses de la ex pequeña pantalla se permiten competir contra sí mismos en dos cadenas distintas y vencer en ambas

Este viejo profesor universitario de Derecho de la Publicidad en la Universidad de Navarra se ha ganado su derecho soberano a permanecer en nuestras pantallas. Aunque nos lleve a la duda razonable sobre si su perilla no de perillán es actual o enlatada. La imagen antigua es la imberbe de la Sexta en “Eso lo hago yo”. Son las bromas pesadas que juegan los pasados no aclarados.

Hemos conocido soberanos presentadores de televisión como Joaquín Prat, Jesús Hermida o Rosa María Mateo. Pero solo uno posee el tercer distingo divino: hacer de su apellido puente de plata hacia el adjetivo.

El soberano Sobera dejó escrito en 2001 un libro titulado “Los mil errores más comunes del lenguaje”. Pero olvidó mencionar el más doloroso para él. Que su padre no reparase en que iba a darle un apellido incompleto al presentador más completo de la televisión actual. Sobera debiera ser Soberano de nacimiento.

Un error no subsanable que dura ya 56 años. Los que tiene Carlos Javier.

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