viernes. 29.03.2024

Basurto, el niño que quiso ser cocinero

Ya nadie nombra a Nacho, ya nadie ensalza su figura, ya nadie rememora su cocina. Una pena.

Vivimos en una sociedad de consumo rápido. A un solo golpe de click satisfacemos, desde nuestros móviles, nuestras necesidades más primarias. Compramos unos zapatos, contratamos un viaje, encargamos unas pizzas, damos un like a una foto, chateamos con un amigo… y todo en cuestión de segundos. Las emociones también nos duran unos momentos. Una catástrofe mundial, un accidente o un fallecimiento hacen que las redes se inunden inmediatamente de crespones negros, corazones rotos y emoticonos lagrimosos. Al día siguiente no queda nada.

Le debemos muy buenos momentos y recuerdos compartidos en esta Cantabria infinitamente generosa

Un buen día te enteras que ha fallecido un buen amigo, una persona de prestigio profesional y proyección social… Nacho Basurto. Y arden las redes, y se multiplican las referencias en periódicos, radios y teles. Pasan unas semanas y se acabó. Ya nadie nombra a Nacho, ya nadie ensalza su figura, ya nadie rememora su cocina. Una pena. Siempre se ha dicho que alguien no muere si permanece vivo en el recuerdo de su familia y amigos. Hago un programa de radio semanal de gastronomía –El Cafetín- desde que falta Nacho, cada vez que se enciende el piloto rojo, pienso en él y se lo dedico. Me gustaría que entre todos  mantuviésemos vivo su recuerdo. Le debemos una calle o plaza, un concurso de cocina, el nombre de un plato, una placa en una escuela de hostelería, una comida de compañeros (cuando se pueda), una beca, un critérium ciclista… le debemos muy buenos momentos y recuerdos compartidos en esta Cantabria infinitamente generosa.

Como muchos cocineros de su generación, Nacho se incorporó a una cocina casi en pantalones cortos, casi siendo un niño. Y a lo largo de su vida mantuvo la sonrisa traviesa de un niño, la curiosidad de un niño, la ilusión de un niño, la mirada limpia de un niño…

Basurto, el niño que quiso ser cocinero
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