Te sientes frustrado porque no pueden controlar que una tercera persona te haga sentir mal, como una mierda te hace sentir que no solo no vales para nada sino que es normal que te desprecien.
El odio y la intolerancia ha vuelto y cada vez más a menudo tiñe de ese color gris, que nos recuerda a la España caduca, nuestra sociedad
Somos una sociedad plural en lo ideológico, diversa en la forma de entender las identidades y estos días lo han reducido a la nada, y los ciudadanos lo han premiado.
Es el momento de darnos cuenta de que la educación es el último reducto que nos queda para mantener el sentido crítico y la libertad de la ciudadanía.
Echo de menos la capacidad de ponerse en la piel de los ciudadanos sobre los que recaen las medidas, ya sean ciudadanos comunes y corrientes o servidores públicos que tienen que llevar a cabo protocolos o planes que en ocasiones resultan imposibles de llevar a término.
Esto no va de monarquía o de república, va de dignos e indignos. Juan Carlos I ha demostrado ser indigno, pero ¿sólo él? ¿Qué miedo a investigar todo, pero todo, no una parte?
El racismo mata, prueba de ello es el reciente asesinato que ha desatado una ola de revueltas y disturbios que no buscan hacer ruido ni llamar la atención para mostrar su rechazo e indignación por ese hecho concreto, que también. Tratan de lograr aquello que muchos damos por hecho, un respeto y un trato igual.
Creo que, desde ahora, más si cabe, tenemos una deuda infinita con ellos. No podemos parapetarnos en su extraordinaria forma de trabajo para no dotarles de más y mejores medios humanos y materiales.
España es plural en la ideológico y diversa en la forma de entender su identidad por eso dejemos a un lado el corsé de durante años nos ha mantenido erguidos comenzar de una vez por todas, a crecer porque el potencial que tenemos es envidiable.
Me niego a que nadie me diga que es lo que tengo que hacer con mi vida, no comprendo que nieguen la realidad del enriquecimiento de la sociedad con el cruce cultural, me niego a que me digan con quien tengo que ir, con quien tengo que trabajar o a quien tengo que amar.
No hay nada más enriquecedor para una sociedad que la aceptación del diferente para luchar por un objetivo común, el respeto a la diversidad.
Cuando se conforma la dirección comienzan entonces a producirse las primeras fisuras en el que ya no es un apoyo incondicional a la cúpula porque no hay “cheques suficientes” para pagar ese apoyo.