Reflexiones desde casa. Día 51.
Reflexiones desde casa. Día 50.
Como sucede con la información confusa acerca del primer país que tendrá la vacuna del Covid, una pandemia requiere de sinceridad y grandes dosis de humildad, porque ninguna actuación es infalible frente a todo lo nuevo que pasa. Es evidente que el mundo no estaba preparado para algo así, y la forma de solucionarlo, contarlo y comunicarlo a la población es igualmente un capítulo que no estaba escrito. Por eso, y ante miles de muertos e infectados, que es la auténtica y desgraciada noticia, resulta imprescindible escuchar, aprender, reconocer, agradecer, mejorar, cambiar y, sobre todo, aportar. Estos deberían ser los pilares de la comunicación oficial.
Harto difícil se hace encontrar similares discursos en primeros ministros sobre la gestión del coronavirus. Europa es el ejemplo más lamentable, y eso que los países se denominan socios. Antes y después del virus, el mundo ya desprendía más desunión que otra cosa. Aún se aprecia hoy en momento tan grave para la humanidad, como para no decir las cosas claras, reconocer errores y pedir perdón si es necesario.
Con el recuerdo y respeto lo primero a los fallecidos, voy a comentar que las ayudas que la UE destinará a subsanar los destrozos que el coronavirus ha hecho en la economía de países como España, generan muchas dudas. Los acuerdos citan rescates, créditos y préstamos, todo un muro que se ha levantado frente al desarrollo. En cambio, se pierde una oportunidad única de crear un sistema europeo de salud, que prevenga futuras pandemias y consecuencias irreversibles.
La forma en que el Gobierno informa sobre el coronavirus crea controversia. Vale aquello atribuido a Francis Bacon de que la información es poder, y que a la vez sirva para mantenerse en el mismo. Pero es que la relevancia de la noticia son los miles de muertos, cuyos familiares piden explicaciones y respuestas. Centrarte más en lo sanitario y solidario, entrando así en los telediarios, da sensación de desinformación. Los portavoces de la comunicación deberían medir ya el hastío de los espectadores, y los medios, sobre todo las televisiones, meditar sobre la factura que les pasará en adelante su manera de informar.
Con el coronavirus, 2020 suma a la historia destructiva del mundo un nuevo capítulo letal. Si el planeta pudiera hablar, ni la propia Biblioteca Nacional de España, una de las más grandes que hay, podría archivar la devastación contra la Tierra acometida a lo largo de los siglos. Somos así y así lo queremos. Lo preferimos a vivir en paz, equilibrio y erradicar la pobreza. ¿Qué va a cambiar con este virus? No hace falta ni responder.